Se dio la lógica, el Presidente es más que la Gobernadora


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Ganó la moderación. La audacia de desdoblar las elecciones de la provincia de Buenos Aires justo cuando es gobernada por la misma fuerza política que controla el Gobierno nacional, quedó reservada al terreno de la especulación eterna. La administración de María Eugenia Vidal informó este martes que los comicios bonaerenses se realizarán el mismo día que los nacionales.

La moderación implica que, como pretendían Marcos Peña y Jaime Durán Barba, en la boleta que encabezará Mauricio Macri también figurará el nombre de María Eugenia Vidal. Es decir que la fuerza política oficial no presentará ante el electorado a su candidata con mejor imagen un día distinto que el reservado al Presidente.

El argumento principal de los moderados es que hubiese sido una señal de debilidad política del Presidente que, ante el temor de una derrota, su candidata bonaerense lo deje solo en la elección nacional para garantizar su propia continuidad en la gobernación.

La audacia bonaerense, que impulsaba una medida que nunca antes se tomó en la más grande de las provincias argentinas, era estimulada por el temor del propio vidalismo a sufrir una derrota provincial.

Ahora, como le gusta repetir al duranbarbismo, la elección se juega a todo o nada. Ganan todos juntos o no gana nadie. Pero, ¿es así realmente? En principio dejó de ser posible un escenario en el que Vidal obtenga la reelección mientras Macri juega su suerte solo en una eventual segunda vuelta. Lo más probable es que si pierde el Presidente, pierda también Vidal. Pero, ¿si pierde Vidal, pierde el Presidente?

En el territorio de Vidal no hay ballotage. Si la Gobernadora saca tantos votos como sacó Macri en la primera vuelta de 2015 podría perder la reelección, aún cuando el Presidente fuera reelecto en una segunda vuelta.

Veamos: El 25 de octubre de 2015, en la provincia de Buenos Aires, el candidato presidencial del Frente para la Victoria, Daniel Scioli, obtuvo 37,3% de los votos contra el 32,8% de Macri. Si esos números se hubiesen trasladado a la categoría Gobernador, Vidal hubiese perdido a manos de Aníbal Fernández.

La historia, como sabemos, es otra. En parte porque muchos votantes de Scioli cortaron boleta en contra del candidato peronista a la gobernación, afectado por una fuerte pérdida de imagen en los últimos días de campaña.

El razonamiento que motivaba a los audaces arranca con esta pregunta: ¿En intención de voto, Macri está mejor o peor que en 2015?

Si está mejor, no hay nada que decir. Pero si está peor, es decir, si cayó en intención de voto al menos en la provincia de Buenos Aires -después de 3 años de empeoramiento de casi todos los indicadores económicos-, en primera vuelta obtendría aún menos votos que aquel domingo de octubre de 2015.

Otra pregunta: ¿El peronismo va a presentar un candidato a gobernador con una imagen que provoque un corte de boleta en su contra como ocurrió con Aníbal Fernández, o habrá aprendido y llevará un candidato más competitivo?

Si va con un mal candidato, no hay nada para decir. Pero si el aspirante a la gobernación esta vez retiene todos los votos del candidato a presidente y si Macri está peor que en 2015 en la Provincia, entonces, Vidal perderá las elecciones bonaerenses.

En cambio la suerte de Macri todavía no estaría definida porque habría que considerar los resultados en el resto de las provincias y el nombre del candidato opositor contra el que deba competir en la segunda vuelta.

En síntesis, Macri necesita a Vidal candidata el mismo día que él para demostrar fortaleza política y sumar los votos de la gobernadora, y eso es lo que va a ocurrir, aún a riesgo de sacrificar la reelección de María Eugenia Vidal.

Al final, no era audacia, era instinto de supervivencia.