Creer o reventar: la imagen del Gauchito Gil salió intacta de un incendio en Almirante Brown

La imagen del Gauchito Gil salió intacta de un incendio, que provocó terribles daños de una vivienda. ¿Quién era?

Gauchito Gil

Los altares del Gauchito Gil se multiplican por todo el país, que dan cuenta de la devoción de la comunidad a este santo pagano. Y aquellos que residen en Burzaco pudieron renovar su fe este fin de semana, cuando una casa se consumió por las llamas pero su imagen salió intacta.

Dos dotaciones de los Bomberos Voluntarios Almirante Brown trabajaron varios minutos para controlar y extinguir un incendio qué afectó a una humilde vivienda, ubicada en Diomede e Ituzaingó de Burzaco.

“Sorprendentemente en medio de los serios daños, una imagen del Gauchito Gil, no sufrió los efectos del fuego”, destacaron desde el cuartel de los BVAB, y las imágenes sorprenden a los ajenos pero los propios no dudan de los motivos.

¿Quién fue el Gauchito Gil?

Se sabe que Antonio Mamerto Gil Nuñez, hijo de José Gil y Encarnación Nuñez, nació un 12 de agosto de un año que podría ser 1847, en Mercedes, provincia de Corrientes, en una zona que en guaraní llamaban Paiubre.

Se dice que amaba los bailes y las fiestas, en especial la de San Baltazar, el santo cambá, que era devoto de San La Muerte, que tenía un excelente manejo del facón y que su mirada hipnótica era temible para los enemigos y fulminante para las mujeres.

La historia registra que fue un peón rural, que sufrió los horrores de pelear en una guerra entre hermanos, en la Guerra de la Triple Alianza, y que luego fue reclutado para formar parte de las milicias que luchaban contra los federales.

La leyenda cuenta que Ñandeyara, el dios guaraní, se le apareció en los sueños y le dijo: “No quieras derramar sangre de tus semejantes”. El Gauchito no lo dudó más y desertó del Ejército. Esa rebeldía, y conquistar a la mujer que pretendía un comisario, fueron algunos de los motivos de su sentencia de muerte. 

Le siguieron otras desobediencias intolerables para el poder de turno: se ganó el amor y la complicidad de la peonada correntina que lo empezó a conocer como a un justiciero, como a un héroe que protegía a los humildes, que robaba a los ricos para darle a los pobres, que vengaba a los humillados y que sanaba a los enfermos. El pueblo lo protegió, lo alimentó y lo cuidó hasta que lo capturaron.