Los funambulistas de la opinión

Debo confesar que no me interesan las verdades evidentes, prefiero el debate que fuerza las cosas.

Debo confesar que no me interesan las verdades evidentes, nunca me llevan a reflexionar, están allí, resisten bien los embates de la realidad, y no convocan a la inteligencia, además tengo la impresión, que en muchas oportunidades, no son más, que unas embusteras.

Prefiero el debate que fuerza las cosas, que tensa los argumentos, que obliga a buscar verdades en sitios donde parecieran no estar, o donde no se sostienen con comodidad.

Hermana melliza de las verdades evidentes, son las aclaraciones obvias: “no todos los hombres son machistas”, “no todos los militares son golpistas”, “Estos son corruptos, pero los anteriores también lo fueron”. La lista de verdades evidentes y aclaraciones obvias podría proseguir indefinidamente.

Tengo la impresión, que en muchas ocasiones, aquellos que arbitran un debate apelando a alguno de estos dos tópicos, lo hacen con un aire de superioridad moral. Vestidos con la toga de la inteligencia y la prudencia, cierran la posibilidad de penetrar en las causas profundas del machismo, en la relación posible entre autoritarismo fanático y formación militar, o la vinculación entre corrupción y política, por tomar los ejemplos antes citados.

Se trata de la equidistancia tan valorada por el pensamiento medio, (siendo fieles a esta lógica, pensamiento medio sería aquel que está a la misma distancia de la máxima inteligencia y la ignorancia mas absoluta) se comportan como funámbulos entre posiciones opuestas, conservándose siempre en una zona de comodidad.

Hay que decir, que la equidistancia, el equilibrio, el camino del medio son posiciones discursivas que se sostienen en la teoría del justo medio; pieza clave de la ética del gran estagirita.

Para Aristóteles, el camino de la felicidad, se alcanza a través de la virtud, y ésta, no es más que el justo medio entre dos excesos, por ejemplo; el coraje es una virtud que equidista entre la cobardía y la temeridad, la templanza, entre el libertinaje y la insensibilidad, la dulzura o mansedumbre esta entre un exceso -la cólera la irritabilidad-, y un defecto- la flema la impasibilidad-

Pero el Tutor de Alejandro es claro; la teoría del justo medio, se aplica para las pasiones y las acciones, es el camino para alcanzar la virtud moral, y destaca también, que habría acciones y pasiones que no tienen un justo medio, que son malas en sí, no hay por ejemplo, un justo medio para la mentira, esta siempre es mala, no tiene exceso ni defecto.

¿Se puede entonces, trasladar la teoría del justo medio a todos los ámbitos, como hacen los funambulistas de la opinión?

En principio habría una paradoja; si siempre se responde tratando de equidistar entre posiciones opuestas, se estaría cayendo en un exceso de la aplicación del justo medio, por lo tanto, no se trata de una operación virtuosa, al menos en todas las ocasiones.

Creo que hay circunstancias, donde es necesario tomar posiciones que excluyan la posición antinómica, no se puede ser equidistante del holocausto, ni del terrorismo de estado, ni de la apropiación de identidades, ni de la defensa irrestricta de los derechos humanos.

Lo que sí es posible, es asumir posiciones radicales con temperancia, sin odios, asumiendo el justo medio como virtud del espíritu, sin necesidad de trasladarlo a posiciones subjetivas que solo redunden en la más absoluta tibieza.

Cuatro siglos después de que Aristóteles dejara de pisar las calles de Atenas, Saulo de Tarso, ya convertido en Pablo, el apóstol de los gentiles, fue mucho más severo con los tibios y prometió vomitarlos de la boca de Dios : “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo…”

Por cierto han pasado más de veinte siglos de que Aristóteles o Pablo se expresaran sobre estas cuestiones, con tanta agua pasada por el rio ni siquiera ellos son incuestionables.

Este es el problema de no transitar por el camino de las verdades evidentes, se arriba a conclusiones débiles y provisorias. Pero me parece poco confiable “el camino del medio” si al menos antes no se han forzado un poco los extremos.