Una falla imperdonable


Casi por completo, la cuarentena, y la debacle económica que conlleva -con consecuencias largas y dramáticas para los argentinos- fue explicada por la necesidad de proteger a nuestros mayores. Cierta o falsa, la primera información que recibimos sobre el Covid-19 era que los más vulnerables, los que más riesgo de vida corren, son los viejos.

“Sobre todo, cuidemos a nuestros mayores”, dijo el presidente Alberto Fernández cuando anunció el aislamiento social obligatorio.

Hubo gente que fue detenida, un surfer que fue perseguido hasta Ostende para castigarlo por violar sus normas. Hubo gente que dejó de ver a sus seres queridos o que soportó, justamente, la condena de sus vecinos por violar la cuarentena.

La consigna en Argentina es “entre la salud y la economía, elegimos la salud”, por eso nos dijeron que debíamos soportar la depresión económica. De ese modo, anunciaron, vamos a protegernos todos, pero sobre todo a nuestros padres y abuelos.

Sin embargo, tanto esfuerzo social y económico se volvió este viernes inútil, vano, podríamos decir estúpido. Todo a punto de ser tirado por la borda.

Hubo funcionarios de este mismo gobierno que no tuvieron la sensibilidad ni la inteligencia de organizar ayer lo más elemental, que la gente mayor cobre sus haberes. Funcionarios que no organizaron un sistema de pago que evite colas interminables y aglomeraciones inadmisibles. Funcionarios que no pensaron cosas obvias como segmentar el pago a millones de personas. Funcionario que no se les ocurrió serpar a los que cobran jubilación de los que cobran bono extraordinario o AUH. Funcionarios que no pensaron que las personas pobres y las personas mayores no manejan internet. Funcionarios que no pensaron que la desesperación económica llevaría a la gente a intentar cobrar sus haberes el primer día.

Hace semanas que comunicarse con el 130, que es el único número de contacto de la Anses, es imposible. Miles de mensajes al whatsapp de InfoRegión ratifican que no hay forma en que la gente gestione su beneficio o consulte sobre inconvenientes en el cobro de las prestaciones.

Las oficinas de la Anses, que es el principal canal por el cual el Estado pretende asistir a los argentinos en la emergencia, están cerradas.

No sólo sus empleados no concurren a las dependencias para atender personalmente, sino que no fueron puestos a recibir las demandas a través de canales virtuales para dar algún nivel de contención a la población.

El modo de resolver cualquier aspecto de la asistencia que el Estado brinda a millones de argentinos es el 130, con el que es literalmente imposible comunicarse. Es decir que todo lo que anuncia el Presidente o viene solo, o no hay donde tramitarlo, gestionarlo, donde pedir asistencia.

Esa misma Anses es la que no previó lo más obvio, lo que ocurre en un colegio cuando hay que hacer una actividad masiva. Se organiza por letra de apellido o por número de documento. Con eso solo se garantiza distribuir la asistencia de personas para evitar aglomeraciones.

Nada de eso se hizo

Los abuelos esperaron durante horas desde la madrugada a la intemperie amontonados, con la desesperación que sólo la necesidad y el hambre comprenden. Y no estaban solos, sino acompañados por beneficiarios del bono extraordinario de 10 mil pesos que inicialmente iban a cobrar a partir del 3 de abril, más miles de personas que no cobraron la Asignación Universal por Hijo y buscaban ser atendidas por caja.

Los más débiles, los más vulnerables, expuestos a un maltrato evitable y poniendo en riesgo sus vidas y el esfuerzo hecho entre todos.

No hubo capacidad, inteligencia, organización ni sensibilidad. Sobró en los funcionarios responsables ineptitud y falta de idoneidad.

El virus mata, la ineptitud y manifiesta incapacidad de algunos funcionarios para ocupar un cargo público transforma la pandemia en catástrofe ¡Hay responsables!

El presidente del Banco Central, Miguel Angel Pesce, y el titular del Anses, Alejando Vanoli, deberían evaluar la presentación de su renuncia al Presidente.