Amadeo, el inventor


12 de junio de 1926

Si hay una ciudad que ha sido generosa con River Plate es la santafesina Rufino. Allí nació, un 12 de febrero de 1909, Bernabé Ferreyra a quien sus 202 goles en 195 partidos le valieron el mote de ‘Mortero’. Como si fuera poco, un dia como hoy, pero de 1926, esa ciudad donde Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires se encuentran fue escenario del nacimiento de Amadeo Raúl Carrizo, el hombre que inventó el puesto de arquero y del apellido innecesario. Con decir Amadeo se dice todo.

Con apenas 16 años, se subió a un tren del viejo ferrocarril al Pacífico con un bolso y una carta firmada por Héctor Berra, un atleta de Rufino que en los Olímpicos de Los Ángeles había terminado séptimo en salto en largo, dirigida a Carlos Peucelle, una gloria riveplatense de los 30 y detector de talentos.

“Bueno, pibe, mándele decir a su padre que se queda acá”, lo aprobó Peucelle. Y Amadeo se fue a vivir a la casa de sus tíos en Villa Devoto, allí conoció a su mujer, Lilia, con quien se casó en 1951 y vivió toda su vida.

Debutó en Primera el 6 de mayo de 1945, un 2-1 de visitantes contra el equipo del que era hincha: Independiente. “Debuté contra mis ídolos, De la Mata y Erico”, contaba. Antes, había campeonado con una reserva en la que compartía plantel con Néstor Rossi y Alfredo Di Stéfano.

Aunque se apropió del arco tres años después, comenzó a alternar con los titulares. “El fútbol me dio la posibilidad de ver a La Máquina desde adentro. Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Loustau, eran la perfección con un estilo de juego en una época donde no existían la preparación física ni las marcas actuales”.

El inventor

“Mi estilo no fue un capricho, sino que había razones para tenerla. River siempre iba al ataque y obligaba a que el arquero también jugara adelantado”, solía explicar sobre su estilo .

Es que Carrizo, al que apodaron Tarzán con sus 188 centímetros de altura, es considerado el ‘inventor’ del arquero. Se animó a salir jugando desde su área, a tirarse a los pies de los rivales, sacar laterales, gambetear a los adversarios o a ser un defensor más a la hora de que su equipo atacara.

El entrenador campeón del mundo con Argentina en 1978, César Luis Menotti, sostenía que “antes los equipos jugaban con diez jugadores y un arquero. A partir de Carrizo, y luego Fillol y Gatti, el fútbol se juega con once jugadores, uno de los cuales puede tomar la pelota con la mano”.

“Yo quise hacerle entender a la gente la importancia que tiene un gran arquero en un equipo. Fui uno de los que comenzaron con el arquero jugador. Después se fue haciendo un poco más popular e importante el estilo de mi juego, e indudablemente que me hacía odiar un poco por mi forma de jugar, de venir un centro y agarrarla con una mano o rechazar de cabeza, salir a gambetear un adversario”, explicaba.

Carrizo fue el primero en descolgar la pelota con una sola mano y pararla con el pecho; el primero en pararse delante de la barrera en los tiros libres y el primero en usar guantes y abandonar las rodilleras.

Durante sus 24 años como arquero de River, jugó 544 partidos, logró los campeonatos de 1945, 1947, 1952 y 1953, más el entre 1955, 1956 y 1957 a las que hay que sumar la Copa Ibarguren en 1952 y las Copas Aldao de 1945 y 1947.

Además, con 552 encuentros disputados, se convirtió en el futbolista con más partidos jugados en la historia de River, por encima de Labruna (514), Reinaldo Merlo (500), Juan José López (424), Norberto Yácono (393), Oscar ‘Pinino’ Mas (382), Norberto Alonso (374), Loustau (367) y Ubaldo Matildo Fillol (361).

Su rivalidad con Boca fue memorable: la gambeta a José ‘Pepino’ Borello, los duelos contra el goleador brasileño Paulo Valentim, Ángel Clemente Rojas robándole la gorra o el gol que le robó a Norberto Madurga avisándole de una posición adelantada que nunca existió. Boca se vengaría arrebatándole en la recta final los torneos de 1964 y 1965.

Suecia y después

Carrizo fue el arquero titular del seleccionado argentino que disputó en 1958 el Mundial de Suecia. Era la primera vez desde la derrota en Montevideo en el 30 que se enviaba una delegación compuesta por los mejores jugadores del país.

El equipo fue un desastre, y él fue criticado especialmente tras la derrota por 6 a 1 ante Checoslovaquia. En el retorno, el plantel fue recibido con abucheos y monedazos en el aeropuerto de Ezeiza, y a Carrizo le prendieron fuego el auto.

La revancha le llegó en 1964 con la Copa de las Naciones disputada en Brasil y en la que participaron, además del local que venía de consagrarse en el Mundial de Chile, Portugal (sería tercera en Inglaterra 66) e Inglaterra (campeón mundial dos años después) 

Argentina salió campeona, ganando todos su partidos y sin goles en contra. Para más gloria en la final -disputada en el paulista Pacaembú- Argentina venció al seleccionado local que contaba con Pelé, Gerson, Jairzinho y Gilmar, entre otros y Amadeo le atajó un penal a Gerson con ‘mano cambiada’ que iba al ángulo izquierdo con destino de gol.

La recta final

La alegría duró poco. A los torneos perdidos en la recta final ante Boca en 1964 y 1965 se sumaría, tal vez, la mayor derrota en la historia riverplatense en la final de la Copa Libertadores de 1966 frente al Peñarol.

En ese tercer partido partido disputado en Santiago de Chile, River se imponía 2 a 0 cuando Carrizo paró de pecho un cabezazo del peruano Joya, algo que los orientales tomaron como una burla y los incitó a buscar el empate, cosa que lograron, para llegar al alargue donde vencieron 4 a 2. Copa para el ‘Carbonero’ y Amadeo como centro de las críticas en un River que desde 1957 no lograba un campeonato. Para colmo de males, el presidente ‘millonario’, Antonio Vespucio Liberti, se preguntaba en El Gráfico cuándo Carrizó “ganó un partido de responsabilidad en los 20 años que lleva en el club”. Tres años antes, Liberti había resistido el asedio de Santiago Bernabéu que se lo quería llevar al Real Madrid.

14 de julio de 1968, cancha de Vélez, el cuestionado Amadeo batió el récord de imbatibilidad en Primera División con 769 minutos sin goles en contra. Al final del primer tiempo todo el estadio, agitando pañuelos, como se estilaba entonces, aclamó al arquero. 

Su último partido en River fue el 22 de diciembre de 1968, Ingresó a los 20 del segundo tiempo por Alfredo Gironacci, lesionado. El rival, otra vez, Vélez, Y la maldición que perseguía a River. Esa tarde, Amadeo pudo ser campeón, pero el ,árbitro, Guillermo Nimo, no vio una mano en el área del defensor velezano Luis Gallo. Un penal que no fue, y River tuvo que esperar varios años más para dar una vuelta olímpica.

Tras el Nacional de 1968, Ángel Labruna le recomendó al presidente ‘millonario’, Julián William Kent, que deje libre a Carrizo y que venda -también- al arquero suplente: Hugo Orlando Gatti. River ofreció el pase libre y un partido de despedida, Carrizo no respondió.

“Me dejaron libre, me fui llorando de la sede de River en el centro -las viejas oficinas de la calle Suipacha- hasta mi casa. Creo que no merecía ese trato”, se lamentó.

Para la biografía quedan dos partidos en 1969 en Perú, uno con Alianza Lima ante el Dínamo de Moscú de Lev Yashin, y otro con Universitario de Deportes ante el Corinthians. Luego un paso por Millonarios de Colombia donde se retiró en 1970. En 1973 dirigió al Once Caldas colombiana y entre 1973 y 1974 pasó por nuestro ascenso para dirigir a Deportivo Armenio.

El ídolo

“Alto, enorme, elegante, modelado, salía por la boca del túnel con esa tricota amarilla de cuello alto y parecía hecho a otra escala.. Había en Amadeo una calma desmayada y algo mansa, de galán romántico que de héroe”, lo pincelaba Roberto Fontanarrosa.

Reducir a Carrizo a un futbolista sería no entender el juego. Supo ponerle ‘pimienta’ a los clásicos y cultivar una imagen que trascendió las canchas. 

En 1950, actuó en película Cinco grandes y una chica, dirigida Augusto César Vatteone junto con la sensación del momento: Los cinco grandes del buen humor. “El director quería que le hagamos un gol de verdad a Carrizo, estuvimos más de dos horas filmando sin lograrlo. Al final, creo que se lo dejó hacer”, recordaba Rafael ‘Pato’ Carret, uno de los integrantes del quinteto. 

También le dedicaron dos tangos: Tarzán Carrizo de Leopoldo Díaz Vélez, con la orquesta de Armando Pontier y cantado por Alberto Podestá, y El gran Amadeo de Eduardo Luis Ciancio y música de Pedro Bustos.

#GraciasAmadeo, Homenaje realizado a Amadeo Carrizo en la previa del partido frente Atlético Rafaela el 13/04/2014.

En los 70 incursionó de la mano del diseñador Ante Garmaz en el mundo del modelaje cuentan que en su primer desfile, tropezó, pero que, elegante supo disimular. “Aplaudían al arquero, no al modelo, eh”,  advertía.

Fue uno de los primeros deportistas en incursionar en el mundo de los negocios y del marketing deportivo: importó guantes, integró la nómina de Gatic, -la licenciataria de Adidas- para ser una de sus caras públicas, tuvo casas de deportes, anduvo por Fulvence y dio una mano en Rivermanía.

“Pasó un cuarto de siglo atrapando pelotas con un imán en las manos y provocando el pánico en el campo rival. Amadeo Carrizo fundó un estilo en el fútbol sudamericano. Él fue el primer arquero que tuvo la audacia de salir de su área para empujar el ataque, a puro riesgo, creando peligro y hasta gambeteando rivales en más de una ocasión. Antes de Carrizo, ésa había sido una locura prohibida”, lo mentó el uruguayo Eduardo Galeano

Siempre tuvo el respeto y el cariño del público hasta que, un día, empezaron a llegar los homenajes: en  2004, Millonarios de Bogotá lo honró invitando a River Plate a celebrar un partido en su honor en el que se disputaron la Copa Amadeo Carrizo.

Desde 2008, el sector bajo de la platea General Belgrano del Monumental lleva su nombre.

Y hasta logró que, finalmente, llegue del famoso Día del Arquero, el 12 de junio, instituido en su honor por el Senado argentino.

Nombrado presidente honorario del Club Atlético River Plate en 2013, fue homenajeado el  13 de abril de 2014 por el Monumental, en la previa del partido contra Atlético Rafaela, cuando entró al campo de juego vestido como en su época de arquero, acompañado por los arqueros de las inferiores.

La Federación Internacional de Historia y Estadística lo consagró como “mejor arquero sudemerricano del siglo XX”

Sus últimos años fueron en Villa Devoto, con Lilia, y acompañado de su secreto para pasar los 90: el vino tinto. Se murió hace poco, el 20 de marzo. Su familia anunció que “no es posible realizar velatorio”, por el aislamiento que rige a causa de la pandemia de COVID 19.