Argentina – Uruguay: El partido donde se inventó el fútbol


2 de octubre de 1924

Prestemos atención a esa fecha. Juegan Argentina y Uruguay en cancha de Sportivo Barracas. Ese día debería ocupar un lugar de honor en la historia del fútbol mundial. Ese día se inventó casi todo.

Cesáreo Onzari fue un wing izquierdo nacido en 1903 y que empezó a patear el cuero en los clubes de barrio Sportivo Boedo y Mitre. Sus condiciones hicieron que Huracán lo fichase y lo hiciera saltar al campo en 1921. En su debut ante Del Plata, el Globo, ganó 3 a 0 con un gol suyo y contribuyó al primer campeonato del equipo de Parque de los Patricios, al año siguiente Huracán volvería a coronarse campeón..

No pasó mucho tiempo sin que fuera convocado al seleccionado argentino donde debutó en 1922 con un triunfo por 2 a 0 en un amistoso frente Chile. El 28 de octubre de 1923 debutó ante Paraguay por la Copa Sudamericana que se disputaba en Montevideo.

“Servido el tiro de esquina correspondiente por el mismo Onzari, la precisión que lo había caracterizado en tiros anteriores del mismo sitio, puso en vigilancia a toda la defensa paraguaya”,  señaló, visionario, el diario La Vanguardia tras la victoria argentina por 4 a 3.

Ése pudo ser el último partido de Onzari. Una coz guaraní le dislocó el tobillo pero su compañero el volante de Argentinos Juniors Luis Vaccaro “tomándole con fuerza el pie lo volvió a su lugar. El jugador continuó en su puesto y en todo el segundo tiempo actuó cojo. Era tal el dolor que sentía que, al final del match, se desmayó”, recalca La Razón. 

La segunda jornada se disputó el 18 de noviembre, y Argentina batió por 2 a 1 a Brasil con goles de Onzari y del delantero de Sportivo Barracas Blas Saruppo. El triunfo ante la canarinha puso a los argentino en la final ante los locales, una final que definiría el ticket a los Olímpicos del 24. El 2 de diciembre, los orientales ganaron 2 a 0, viajaron a París y se coronaron por primera vez campeones olímpicos. 

La historia, a veces, se escribe en renglones torcidos.

El primer olímpico

Gol olímpico de Onzari, el primero reconocido legalmente.

El gran momento de Onzari llegó el 2 de octubre cuando se convirtió en el primer player en conseguir un gol legal tras lanzamiento directo desde el banderín de córner sin que el balón toque o se desvíe en otro jugador.

El escenario fue el Stadium de Sportivo Barracas donde 30.000 espectadores fueron testigos de cómo en el minuto 15 del primer tiempo del amistoso entre Argentina y Uruguay Onzari humillaba al arquero oriental con ese gol inédito. 

El combinado uruguayo llegaba de colgarse la dorada olímpica en Pars tras vencer en el estadio de Colombes, el 9 de junio, al seleccionado de Suiza por 3 a 0. Esa conquista ante los campeones que lo habían derrotado un año antes hizo que esa jugada sea reconocida como gol olímpico.

“Me salió porque tenía que salir. Quizá el arquero se levantó mal ese día porque nunca más emboqué otro gol olímpico. Lo cierto es que cuando vi la pelota adentro, no podía creerlo”, recordaba Onzari quien calificó a esa conquista como la mejor de su carrera “sobre todo por la repercusión que tuvo y por el asombro de tanta gente”.

“Los uruguayos se quedaron mudos. Cuando consiguieron hablar, protestaron. Según ellos, el arquero Mazzali había sido empujado mientras la pelota venía en el aire. El árbitro no les hizo caso. Y entonces mascullaron que Onzari no había tenido la intención de tirar a puerta, y que el gol había sido cosa del viento. Por homenaje o ironía, aquella rareza se llamó gol olímpico. Y todavía se llama así, las pocas veces que ocurre. Onzari pasó todo el resto de su vida jurando que no había sido casualidad. Y aunque han transcurrido muchos años, la desconfianza continúa: cada vez que un tiro de esquina sacude la red sin intermediarios, el público celebra el gol con una ovación, pero no se lo cree”, describe con maestría el oriental Eduardo Galeano en El fútbol a sol y sombra.

El árbitro uruguayo Ricardo Villarino no dudó en darlo por válido, incluso aunque la notificación de la International Board recién había llegado a estas tierras.

“Tengo la seguridad de haber actuado a conciencia. En ningún momento dejé de cumplir mi misión en la forma en que entendía que debía hacerlo. Prueba de ello, los goles que sancioné, el primero de los cuales directamente de un corner, aun cuando esa nueva disposición del reglamento oficial no nos ha sido comunicada a los jueces de la Asociación Uruguaya de Fútbol”, explicó el hombre de negro. 

Una historia inglesa

El gol subió al marcador gracias a un cambio de la regla 11 realizado el 14 de junio de ese mismo año por la International Board que dejó de considerar al tiro desde la esquina como lanzamiento indirecto, una jugada que requería la participación de al menos otro jugador.

La causa de la modificación fue eliminar el vacío reglamentario que dejaba la regla y que fue descubierto por Ernest Edwards, un periodista de Liverpool que advirtió a los directivos del Everton que no había nada que prohibiera que el tiro de esquina un jugador en vez de rematar se fuera con la pelota dominada hacia el arco rival. Los directivos del club católico de la ciudad Beatle instruyeron a su delantero Sam Chedgzoy quien al primer córner disponible salió jugando y convirtió. “No hay nada en el reglamento que impida hacerlo”, increpó el atacante al árbitro que anuló el tanto. Y, la verdad, tenía razón por lo cual el International Board puso manos a la obra y arregló el tema.

Los ingleses, ufanos en su rol de inventores del balompié, durante un tiempo pretendieron que el el primer gol directo de córner fue obra del escocés Billy Alston en un partido disputado el 21 de agosto por el torneo de segunda división del país del whisky en el que se enfrentaron su equipo, el Saint Bernard´s, contra el Albion Rovers . 

Sin embargo, Jorge Gallego, del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol demostró con la ayuda del genealogista Robert Leiser que el gol fue gracias a un certero testazo tal como testimonian el Coatbridge Express, Coatdridge Leader y The Scotsman, tres diarios escoceses de la época.

El segundo gol olímpico llegaría nueve días después: el 11 de octubre, cuando William Henry Smith marcó uno en la victoria del primer tricampeón inglés, el Huddersfield Town F.C, por cuatro goles a cero frente al Arsenal. Su autor fue William Henry Smith. 

El olímpico: argentino y bolivariano

El gol olímpico es una rareza. Ni dos exquisitos como Diego Armando Maradona o Lionel Messi han logrado marcar uno. Entre los especialistas se destacan Juan Ernesto Cococho Alvarez, un volante surgido en Estudiantes y con paso por Colón y Huracán que logró nueve olímpicos, ocho de ellos en el colombiano Deportivo Cali de mediados de los 70.

“Nos quedábamos tras la práctica con el colombiano (Ángel María) Ñato Torres pateando tiros de esquina a ver quién metía más. En 1979 hicimos dos goles olímpicos en un partido, a Quilmes por la Libertadores, pero uno cada uno. No sé cuántos equipos pueden decir que lograron algo así”, narraba el mediocampista recientemente fallecido. Cococho tiene otro récord en la materia: convirtió él solo dos goles olímpicos en un mismo partido. Fue frente al Deportivo Cúcuta en agosto del 76.

Bautizado Míster Olímpico marcó en total 11; 9 en Cali, uno en Emelec y el último en Colón en la temporada de su retiro cuando los sabaleros disputaban el torneo de Primera B 1984.
Estos goles fueron certificados por la Federación Internacional del Fútbol Asociado para rebatir la pretensión del uruguayo Álvaro Recoba de portar el cetro en esta materia tras convertir ‘apenas’ seis goles olímpicos. 

“Con Carlos Bilardo (técnico del Cali a fines de los 70) practicábamos mucho los olímpicos. Él nos ponía a patear con los perfiles cambiados. Cococho pateaba los de la derecha y yo los de la izquierda, y de diez tiros metíamos nueve. El truco era darle efecto al balón con el borde interno, con el juanete”, explicaba, profano el Ñato Torres.

Por su parte, Francisco Aníbal Cibeyra, un delantero nacido en Boca y que pasó, además, por River, Unión y Atlanta, tuvo su romance por los goles desde la esquina. Con la camiseta azul del ecuatoriano Emelec, marcó en tres partidos consecutivos contra el Barcelona de . Guayaquil, el rival desde el fondo de los tiempos. 

A Cibeyra lo apodaban el Loco, es que hay que estar un poco loco para desafiar a la trigonometría.

Algo habrán tenido los 70. En los albores del Nacional del 73 el delantero de Rosario Central Daniel Vicente Aricó marcó tres goles olímpicos en el lapso del 5 al 21 de octubre: en la victoria por 4 a 0 ante Belgrano de Córdoba, en el empate a uno frente a Atlético Tucumán y en la victoria 2 a 1 frente a Chaco For Ever. Dirigido por Carlos Timoteo Griguol, Aricó que compartía delantera con Roberto Cabral y Ramón Bóveda se consagró campeón.

Las tierras liberadas por Bolívar tienen algo con este tipo de goles, al punto que el único futbolista que marcó un olímpico durante un mundial fue un nativo de la colombiana Barranquilla, Marcos Coll. Fue el 3 de junio de 1962 en la salina Arica durante el certamen disputado en Chile y la víctima no fue otra que la mítica Araña Negra soviética: Lev Yashin. El partido terminó 4 a 4.

El Gráfico le dedicó la tapa a Cesáreo Onzari

Sin embargo, dicen que no hay peor cuña que la del mismo palo y a Onzari le salió un competidor argentino que reclama la primogenitura del gol olímpico. Más precisamente un riocuartense.

Según el historiador local Omar Isaguirre ese privilegio sería para Benjamín Maestro Toledo un jugador de Estudiantes de esa ciudad quien lo convirtió el 20 de julio de 1924 durante un amistoso en el que el combinado de la Federación de Foot-Ball Río Cuarto batió 2 a 1 al Lito de Uruguay y que funcionó como preliminar del cotejo central que sería protagonizado por el seleccionado argentino frente al club inglés Plymouth Argyle.

Esa no sería ni la primera ni la única novedad que dejaría esa edición del clásico rioplatense. Es que en ese partido, se inventó todo.

(Continuará)