Como si los nervios en la previa del partido entre Argentina y Polonia no fueran bastantes para la estresada población del conurbano sur, la tormenta anunciada se hizo presente con mayor violencia que la pensada y desde las 15.15 se hizo de noche.
El oscurecimiento hizo presagiar lo peor: y, aunque breve, no defraudó, un fuerte chaparrón acompañado de granizo que sumó, a que los autos que se dirigían a buscar una pantalla para ver el partido que puede marcar el destino de la Scaloneta debieran cambiar el rumbo hacia un refugio que el evite una visita al chapista.
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Eso sin contar los ruegos de quienes tienen servicios de TV satelital y que vieron interrumpidas las transmisiones; las calles súbitamente anegadas; los patios que se inundan, techos que se llueven o la angustia por esa ventana que quedó abierta ventilando.
La tormenta pasó y un sol tímido amaga a salir, el sufrimiento se traslada a un campo de juego en un emirato del Golfo Pérsico.
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