Los pibes de los huevos de oro


Parque de los Príncipes, con las tribunas vacías, el Paris Saint Germain se prepara para partir hacia Lisboa donde buscará alcanzar el sueño de ganar su primer Champions League.

Es un amistoso sin demasiadas complicaciones ante el Sochaux, un club fundado y sostenido por la automotriz Peugeot y que deambula por la segunda división gala. El entrenador local, Tomas Tuchel, administra a sus jugadores con cuidado y a 16 minutos del final decide retirar a Julian Draxler, un volante fundamental en su esquema y al que hay que cuidar. En su reemplazo entrará un pibe de 17: Xavi Simons. 

El partido terminó con un módico 1 a 0 en favor de los parisinos. Una anécdota, lo importante, es el debut  de ese chico de rulos que inmediatamente después posteó: “Ici est Paris” en su Instagram, un posteo que acumula casi 566 mil corazoncitos de parte de sus más de dos millones y medio de seguidores.

Todos los diarios deportivos del planeta consignaron el debut y a ninguno le importó que casi no tocó la pelota. En sus videos cuidadosamente editados, su piel dorada compite con sus rulos a lo Pibe Valderrama y con el verde de sus ojos mareantes. Con esa materia prima y algunas poses oportunas cualquiera diría que el contrato de un millón de euros por temporada gracias a los cuales el inexplicable PSG lo convenció de cambiar a la mediterránea Barcelona por la ciudad del Sena.

Followers son amores

La pregunta es: ¿qué compró el PSG? ¿A un jugador todoterreno al que algunos se atrevieron a comparar con su homónimo Xavi y con Andrés Iniesta o a una redituable cuenta de Instagram que les permitirá insertarse en el mercado centenial vendiendo absolutamente cualquier cosa empezando por el lema de Nike -uno de sus sponsors-, ése el de si lo soñás, podrás lograrlo. 

Xavi Simons nació en Amsterdam, y es hijo del exfutbolista Regillio Simons. En 2010, con siete años, llegó a la Masía procedente del AZ Alkmaar holandés y fichó por el Barça donde aprendió a ser futbolista y atrajo miles de ojos encandilados, por su estampa, primero, y su talento después. Una especie de elfo  multiétnico que jugaba en la cantera más famosa del orbe era una mina de oro a la espera de su gambusino. 

Transitó centenas de canchas y en todas dejó docenas de fotografías. Para sus compañeros, sus rivales y los padres de ambos. Se llevaba seguidores para sus redes y un presagio: “Vas a ser un crack mundial”, la misma frase que escucharon otros antecesores suyos en las inferiores blaugrana como Gai Assulin, Bojan Krkic, Gio dos Santos, Halilovic, Jeffren o Ismael Cuenca, Tello, Gerard Deulofeu, por mencionar a los que llegaron a debutar en el primer equipo y de cuyo destino futbolístico, hoy, no sabemos casi nada.

En 2017, mientras todavía jugaba con los cadetes barcelonistas, tenía 470.000 seguidores en Instagram, el triple de los que hoy cuenta el multilaureado Ronald Koeman, entrenador de la orange y probable candidato a asumir la dirección técnica del Barcelona. 

Para esa época ya tenía un visitante ilustre cada vez que jugaba en la Ciutat Sportiva, Mino Raiola el representante de estrellas como Zlatan Ibrahimović, Paul Pogba o Matthijs De Ligt y una suerte de némesis de la directiva blaugrana cuyos deseos frustró más de una vez o -también- los hizo pagar fortunas por lograrlos. 

Xavi, por su parte, ya tenía un equipo de comunicaciones propio y su padre había dejado su trabajo de entrenador en las inferiores del Ajax para dedicarse en exclusiva a velar por los intereses de su hijo.

Cuando Simons cumplió los 15, Raiola -quinto representante más poderoso del mundo del deporte según Forbes- puso correr el reloj y su equipo de comunicaciones comenzó a bombardear a los culés; Simons podría dejar el Barcelona.

En efecto, la normativa FIFA permite que un jugador pueda salir libre a otro club de la UEFA por lo cual Simmons podía elegir dónde seguir su carrera. En esa competencia, el PSG, deslizaron los comunicadores de Raiola, ofrecía un millón de euros por año, contra los escasos 200.000 del club blaugrana cuyos aficionados clamaban y presionaban por no perder otra joya.

Con todos los componentes discursivos y estéticos del universo influencer, las redes de Simons son un mantra de cotidianeidad feliz en un camino amarillo para lograr sueños como asistir junto a Neymar Jr a ver la Fórmula 1 en calidad de VIP.

Los que lo conocen desde el semillero afirman que, si bien tiene calidad, nunca fue el mejor de sus equipos, lo cual instala la duda acerca de cuáles fueron las razones que primaron en su fichaje, si las deportivas o las del marketing.

“Todos sueñan con jugar con Messi, pero a veces, hay que elegir otro camino. Decidí embarcarme en otra aventura y creo que eso es bueno para mi desarrollo”, explicó Simons soslayando que eligió el millón de euros de los petrodólares frente a los escasos 200.000 catalanes.

Felices los cuatro

La aparición de las redes sociales agregó un nuevo factor a la tríada que determinaba el desarrollo profesional de estos chicos. Al triángulo padres, club, representante se le sumó el entorno mediático 2.0 que modificó en forma radical su proceso formativo.

Paradojalmente, la parte más sana suelen ser los intermediarios pues estos generalmente enlazan sus réditos al destino de su representado por lo cual -al menos en teoría- se produce una simbiosis beneficiosa para ambas partes. Sin embargo, la competencia entre representantes habitualmente deriva en un certamen de caprichos y satisfacciones que muchas veces son fogoneados por los propios padres que no tienen muchos pruritos a la hora de mercantilizar los sueños de sus hijos a los que transforman en rehenes de sus propias frustraciones alimentadas por la voracidad de clubes que están dispuestos a pagar fortunas por ‘comprarse’ a la estrella de moda.

Simons junto a Michal Zuk

“El 70% de los padres no tienen problema en explotar a sus hijos. Esos son los más peligrosos, los que tienen prisa. El entorno se aprovecha y el chaval suele quemarse”, razona el periodista catalán Albert Roge que cubre el trabajo de la Masía. “Algún padre me ha llamado para que incluya a su hijo en el equipo ideal que armo cada jornada”, abunda.

Sin embargo los periodistas, también suelen ceder a los deseos de estos chicos. Nunca se sabe si serán figuras o fuentes de información dentro de vestuarios herméticos. Y, de ese modo, suelen ser mensajeros de representantes, focos que apuntan a figuras incipientes y -en ocasiones- hasta informales celestinos.

Estamos ante una generación en la cual pareciera que para algunos el estrellato llega antes que la consagración. Y muchos no sólo están dispuestos a pagar por eso sino que lo buscan y lo fomentan.

Plan B para vivir de los niños

Milosz Zuk y su hermano Michel

Por las dudas, en la Masía ya hay un plan B: Michał Żuk , de once años y ascendencia polaca. Su estampita angelical con largo cabello rubio, ya acumula más de 60.000 seguidores en su Instagram, mientras un vídeo en el que muestra sus habilidades ya registró más de 2,6 millones de vistas en YouTube.

No sólo el Barça tiene un plan de contingencia, el señor Żuk tiene otro hijo: Miłosz, quien con apenas 9 años acaba de fichar por el Girondins Bordeaux de la primera francesa y se arrima a los cinco mil seguidores de Instagram.

Ambos hermanos hace dos años ya fueron fichados por Adidas.