Cine: Entre el amor y la muerte, una cantante se enamora de un joven misterioso, pero todo se torna una pesadilla


Inés, interpretada por Erica Rivas, trabaja doblando películas asiáticas clase B y es soprano en una orquesta profesional. Se va de viaje con su novio (Daniel Hendler) destino a México, y lo que parece ser un viaje distendido y de placer, típico comienzo de película argentina familiar y amigable, rápidamente da un giro guiado por el suspenso que decanta en una tragedia. Bajo la subjetividad de la protagonista seremos testigos de su perturbación que la lleva a tener pesadillas constantemente. A lo largo de la película la línea que separa la realidad del sueño se vuelve cada vez más difusa, sumergiéndonos en una sensación de alucinación tal como le pasa al personaje.

El prófugo es la segunda película de la directora y guionista Natalia Meta, que debutó con su ópera prima Muerte en Buenos Aires (2014). La película basada en la novela El mal menor del escritor C. E. Feiling, tuvo su estreno en la competencia oficial del Festival Internacional de cine de Berlín 2020 y ya es un éxito de taquilla en las salas. Fue elegida por La Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina para ser la representante nacional en competir por una precandidatura a Mejor Película Internacional de cara a los próximos Premios Oscar.

El clima misterioso del film está tratado de una manera particular, en la que la narrativa y el sonido juegan un papel fundamental. La dualidad de Inés al sentir que se está volviendo loca, pero a su vez, estar totalmente convencida de que lo que le pasa es real, nos atraviesa como espectadores al punto de no poder discernir si lo que estamos viendo forma parte de la realidad o del plano del sueño. ¿La realidad está volcada en la pesadilla, o la pesadilla se volvió realidad?

El lenguaje onírico está presente en toda la película, y, de la mano del guiño de que nuestra protagonista trabaja emitiendo sonidos con su voz, la banda sonora está tratada de manera muy particular para acompañar esto. La música a cargo de Luciano Azzigotti y Guido Berenblum es un claro acierto. La oscuridad inquietante que nos va envolviendo desde el plano auditivo está trabajada de manera fina y detallista, en la que podemos encontrar similitudes con la obra del director David Lynch en películas como Lost Highway o Mulholland Drive, donde la construcción sonora es protagonista en la atmósfera de suspenso que se va creando.

En El prófugo hay un sinfín de situaciones llevadas (a través del sonido, la iluminación y las actuaciones), hacia el plano de lo extraterrenal, que coronan en un acto final casi escénico con una clara referencia a El cisne negro, de Darren Arronofsky y a esa última danza final que lleva a cabo Natalie Portman en el máximo esplendor de su estado de alucinación y realidad, tal como aquí sucede.

Todo esto, está además acompañado por la presencia de personajes singulares que aportan aún más extrañamiento a la trama y no nos terminan de cerrar en ningún momento: percepción muy acertada. Una madre exótica, sobreprotectora pero a la vez relajada y con aires superficiales, interpretada por Cecilia Roth, un jóven seductor e interesante que aparece y desaparece, encarnado por Nahuel Pérez Biscayart, y una doblajista mística y reveladora, en la piel de Mirta Busnelli, son algunos de los personajes que interceden en el sueño y la vigilia de Inés.

Uno de los, quizás, más destacables aspectos de este film es la incapacidad de encasillarlo en un único género cinematográfico. La obra de Natalia Meta toma elementos simbólicos centrales del más clásico terror, pero también involucra recursos del cine fantástico, del thriller psicológico trabajado desde la más íntima subjetividad narrativa del personaje protagonista, y hasta de una suerte de musical, si se quiere. Una película que se sitúa en el camino del “nuevo terror” que el cine nacional empieza a explorar poco a poco y cada tanto nos sorprende con obras como esta. El prófugo hace uso del universo interno del personaje principal y lo lleva al extremo utilizándolo como excusa para tratar temas polémicos y de vital importancia como lo son el machismo, las crisis familiares y la sobremedicación. Une el cotidiano con lo fantástico, generando miedo, para poner sobre la mesa una propuesta que hable sobre los verdaderos miedos sociales.