Para ver: El Marginal, qué propone la cuarta temporada


En detalle

Pese a intentar una innovación introduciendo personajes nuevos para aportar frescura a la historia, al final del día el conflicto central vuelve a recaer en los mismos de siempre.
Dirección 2.0
Guión 1.0
Fotografía e iluminación 8.0
Actuación 6.0
Diseño de sonido 6.0
Lo mejor
Una de las líneas interesantes es la de Pastor, que a través de una serie de pistas da con el libro La Divina Comedia de Dante Alighieri.
Para mejorar
Escenas repetidas y vínculos entre los personajes que no parecen mostrar ningún tipo de evolución.

La nueva temporada de El Marginal, la serie creada por Israel Adrián Caetano y Luis Ortega para Netflix, ya ha dividido aguas dentro de sus espectadores, y sin dudas ha dado que hablar.

Después dos últimas temporadas que funcionaron como precuelas de la primera temporada que inauguró esta serie, y que apuntaron a explorar el pasado de los personajes en pos de profundizar en ellos y conocerlos dentro de todos sus matices y los vínculos entre unos y otros, aparece esta cuarta pero no última temporada. En este punto la trama plantea, en teoría, el tiempo presente, en el que los personajes ya viven las consecuencias del desastre desencadenado en la cárcel de San Onofre a finales de la primera temporada.

Barajar y dar de nuevo parece haber sido el concepto pensado para llevar a cabo este nueva temporada: después del incendio provocado dentro de la cárcel, con numerosos muertos en la lista, y algunos prisioneros prófugos, el nuevo escenario donde se desencadena la historia es la cárcel de Puente Viejo, al mando de un aparentemente estricto y serio director, Galván, interpretado por Rodolfo Ranni. La elección de este espacio y la estética construida a su alrededor no es casual, a diferencia de San Onofre, este lugar no cuenta con espacios abiertos que tomen demasiado protagonismo. Casi todo sucede rejas adentro, entre cuatro paredes oscuras, sucias, donde la luz del sol parece escasear, y el ambiente lúgubre se convierte en protagonista.

Para sumar a la lista de novedades, se hacen presentes algunos personajes peculiares que intentan darle algún condimento extra a la trama, pero se quedan a mitad de camino. Tal es el caso de Coco (Luis Luque), quien parece ser el “capo” de esta cárcel, un católico empedernido y macabro que junto a sus hijos que actúan como sus perros falderos, y a su cuñado Bardo (Ariel Staltari), tienen un sector vip arreglado con Galván. Tal como ellos mismos dicen en uno de los capítulos, Coco es el encargado de lograr que no se desate el caos en Puente Viejo.

El caos en la trama

Pero como ya sabemos, sin caos no hay serie. Y para esto se trabajó otra de las ideas centrales de esta nueva temporada que es el reencuentro de viejos enemigos. Sin mucha explicación ni detenimiento en el verosímil, aterrizan en el mismo penal, Miguel Palacios conocido como Pastor en San Onofre (Juan Minujín), capturado después de fugarse tal como vemos al final de la primera temporada, César (Abel Ayala) y Arnold (Emanuel García), que representan el último bastión de la Sub-21, y el temido clan de los Borges, compuesto por Mario (Claudio Rissi), Diosito (Nicolás Furtado) y acompañados al pie del cañón por el colombiano James (Daniel Pacheco) y Barney (Marcelo Peralta). Llamativamente no tardan mucho en acomodarse y hacerse su lugar entre los presos, lo cual, si tenemos en cuenta la costumbre de tener que pagar “derecho de piso” que ya vimos en el resto de las temporadas, no termina de cerrar. Sobre todo lo que sucede en el caso de César y Arnold, que rápidamente se acoplan a un grupo de presos jóvenes y sin más explicación que esa, conforman nuevamente la Sub-21 con personajes que a priori, ni siquiera conocemos.

Desde el momento cero se respira peligro en esta nueva trama que redobla la apuesta y busca irse por lugares mucho más oscuros, pero parece no saber hacerlo y dejarse caer en lo burdo y macabro, como lo son las 5 violaciones que podemos enumerar en tan sólo los dos primeros capítulos. Ante la carencia de un conflicto sólido más que el repetido planteo de la disputa de poder dentro de los presos, y una suerte de analogía con las clases sociales representadas dentro de la cárcel, la serie se va para cualquier lado. El retrato constante de situaciones de violencia parece expresar hasta un regocijo en mostrarle cosas horribles al espectador todo el tiempo. Lo que es seguro es que todas estas situaciones tienen su similitud con la realidad, eso es innegable, los hechos en sí no carecen de verosimilitud, pero están contados de una manera que parece apurada, abrupta e innecesaria. La violencia y la muerte es moneda corriente, y no parece haber ningún tipo de consecuencia. Además de no ser un código que se venía manejando en el tratamiento de las temporadas anteriores, por lo que resulta excesivo y fuera de lugar.

Pese a intentar una innovación introduciendo personajes nuevos para aportar frescura a la historia, al final del día el conflicto central vuelve a recaer en los mismos de siempre, en escenas repetidas y con vínculos entre ellos que no parecen mostrar ningún tipo de evolución, por lo que es difícil proyectar un cambio positivo para la quinta y próxima temporada de El Marginal que los productores ya han confirmado.

Una de las líneas interesantes que abre esta trama es la de Pastor, que a través de una serie de pistas da con el libro La Divina Comedia de Dante Alighieri en la biblioteca de Puente Viejo, y se encuentra con unos planos de la cárcel, que lo mantendrán ocupado investigando durante todos sus días dentro. La elección de este libro tampoco es casualidad. Existe una obvia referencia a la trama de esta obra, que reinterpreta los círculos del infierno y los castigos a quienes habitan los mismos. Hay un intento de analogía y puesta en escena casi teatral donde esta cárcel representa el escenario del infierno, y todos sus prisioneros vivirán los más oscuros castigos. Si se hubiera profundizado este aspecto dándole más lugar y relevancia, probablemente hubiera sido uno de los pilares más sólidos de toda la temporada.