La chancha, un drama psicológico brillantemente atemporal


En detalle

La clave de La Chancha es que el pasado hace eco en el presente. Un hecho traumático todavía no develado que vuelve a la memoria de Pablo en estas vacaciones familiares generan una tensión firme y ascendente.
Dirección 8.0
Guión 6.0
Fotografía e iluminación 6.0
Actuación 6.0
Diseño de sonido 8.0
Lo mejor
El mayor poder de esta película es la manera que encuentra para llevar a cabo la construcción del suspenso.
Para mejorar
Nada

La chancha es uno de los últimos estrenos de CINEAR, dirigida por Franco Verdoia, relata la historia de dos hombres con un pasado en común no develado, que se encuentran de casualidad luego de muchos años, en unas vacaciones familiares.

Pablo (Esteban Meloni) es oriundo de Córdoba pero rehízo su vida en Brasil donde conoció a Kelly (Raquel Karro), una mujer brasileña de quien se enamoró perdidamente y con quién tuvo su hijo a Joao (Rodrigo Silveira), un niño pequeño en el auge de su etapa de curiosidad, capricho y ocurrencia. La película comienza con el viaje de la familia de regreso a Córdoba a visitar a los padres de Pablo, pero primero hacen una parada en La Cumbre, para hospedarse unos días solos en un modesto hotel familiar. Este primer acto se enmarca sin ninguna duda en un retrato feliz cuyo enfoque resulta muy efectivo. Hace particular hincapié en la armonía como núcleo de esta familia de tres miembros, que son felices y la pasan bien, buenos padres y divertidos, en unas tranquilas y apacibles vacaciones familiares en las que hacen que su hijo nacido en Brasil, conozca las sierras y el lugar de origen de su padre.

Todo este clima milimétrica e intencionalmente generado va a pasar a romperse abruptamente cuando Pablo advierte la llegada de un huésped a quien conoce, al mismo lugar donde su familia se encuentra. Se trata de Miguel (“El Puma” Gabriel Goity), que con su mujer Alicia (Gladys Florimonte) y su pequeño bulldog francés a quien tratan como su hijo único, se apoderan de las orillas de la pileta del hotel para echarse a tomar sol. Como era imaginable, Joao no tarda en volverse loco con el cachorro e ir directamente hacia él. En ese momento exacto en el que Pablo ve la escena de su hijo compartiendo espacio con ese hombre, reacciona de una manera desencajada y extrema que a priori, resulta fuera de lugar. El enfoque y clima de la película hace un giro de 360 grados a partir de este momento para darle lugar a un segundo acto totalmente distinto.

El mayor poder de esta película es la manera que encuentra para llevar a cabo la construcción del suspenso, que hacen que pase de ser un mero drama argentino que pase sin pena ni gloria (como muchos que hemos visto o escuchado nombrar), a un drama psicológico que te mantiene del otro lado de la pantalla atrapado esperando su resolución. Lo llamativo de este recurso es que logra generar un clima que al espectador lo pone impaciente y en el que brota la incertidumbre, solamente a través del estado interno del personaje protagonista.

Todo lo que le pasa a Pablo, esa incomodidad, malestar, temor, si bien lo vemos reflejado en acciones concretas como intentar alquilar una habitación en otro lugar a espaldas de su esposa para huir de ahí, es completamente interno.

El acierto en este punto es la elección de contarlo y poner el foco ahí, y la actuación de Esteban Meloni que acompaña la decisión. No sabemos bien qué es lo que le pasa a Pablo, pero sabemos que hay algo que no anda bien y queremos descubrirlo ya.

La clave de La Chancha es que el pasado hace eco en el presente. Un hecho traumático todavía no develado que vuelve a la memoria de Pablo en estas vacaciones familiares generan una tensión firme y ascendente entre él y Miguel, acompañada de otros recursos simbólicos que acompañan a esta construcción, como lo es la chancha que se encuentra en la granja del hotel, y que funciona como doble disparador: remite a una chancha que se hace presente en el relato del pasado y en este hecho traumático al que Pablo está anclado, y asimismo funciona como su elemento intimidatorio y recurrente en el presente. Una maraña oscura e incesante que oscila entre dos tiempos, entre el silencio del pasado y el grito que en el presente quiere salir, entre un niño y un adulto, y las cosas que no pudo decir.

Es común en este tipo de propuestas que la falla radique en la incapacidad de sostener por tanto tiempo el suspenso sin develar el fondo del conflicto. Puede terminar por aburrir, por quitarle el interés al espectador o por tornarse molesta tanta incertidumbre. En esta película eso no sucede. Maneja una elegante técnica de dosificación de lo que muestra, lo que elige contar y lo que sostiene que es mejor que el espectador construya por su cuenta para llegar a un final donde aquél secreto que subyace todo el relato, resulta casi evidente o por lo menos imaginable, pero esto no se encara con decepción sino con la necesidad de que se haga algo con eso. La construcción del desenlace no es ni nada más ni nada menos que la que tenía que ser, y la que el espectador que cargó con la sensación de peligro y amenaza durante hora y media, se merece.

Contar este tipo de historias siempre resulta osado y sumamente valorable desde ese punto de vista. La delicadeza con la que hay que tratar ciertos temas suele ser un gran peso en la mochila del realizador que se haga cargo de dicha tarea. La elección de las edades de los personajes no son casualidad, y ahí hay otro punto fuerte que vuelve a La Chancha un relato atemporal. Esta historia podría estar enmarcada en cualquier época, en cualquier tiempo, y si estuviera tratada de esta misma manera, igual funcionaria.

Ficha técnica

Título original: La chancha
Año: 2022
Duración: 97 minutos
Género: Drama
Dirección: Franco Verdoia
Reparto: Esteban Meloni, Gabriel Goity, Raquel Karro, Gladys Florimonte
Dónde ver: CINEAR, Flow