Historias de papel

Pequeños indicadores que nos revelan en qué país vivimos y quiénes ganan y quiénes pierden.

Si tuviéramos sólo un minuto para armar una improvisada lista de cosas imprescindibles es probable que nadie consigne en ella un elemento tan pedestre e igualitario como el papel higiénico.

Sin embargo, cuando el COVID nos encerró a todos, las góndolas que se vaciaron no fueron las de leche,conservas o agua, sino las del plebeyo rollo de papel higiénico y todo a pesar de que SARS 2 afectaba las vías respiratorias y no el aparato digestivo.

Evidentemente, algo nos dice que es preferible pasar hambre que fenecer con el culo sucio.

Dicen que ya era conocido en China desde el año 200 cuando Cai Lun lo inventó aunque algunas fuentes insisten en encontrar testimonios arqueológicos acerca de su uso entre los hijos del cielo en tiempos tan antiguos como el siglo VI antes de Cristo.

Ya en 589 aparece un texto del mandarín Yan Zhitui: “El papel sobre el que están escritas anotaciones o comentarios sobre los Cinco Clásicos así como sus dichos, ese papel me cuidaré mucho de emplearlo en propósitos del cuarto de baño“.

A comienzos del siglo XIV, cuando gobernaba la dinastía Yuan, se sabe que en la ciudad de Zhejiang se producían al año diez millones de paquetes de 1.000 a 10.000 hojas de papel higiénico cada uno​ y que la dinastía Ming registró en 1393 que 720.000 hojas se destinaban para el uso de la corte imperial en Pekín, entre ellas. 15.000 hojas especiales de tejido suave-papel higiénico perfumado para el emperador Hongwu.

El papel higiénico es universal y lo que nos iguala como especie, no el índice Big Mac ,que el ex secretario de Comercio Guillemo Moreno supo pisar y los Arcos Dorados esconder para fingir que en estas comarcas la inflación era una invento.

El papel que nos iguala

En ese sentido, podemos ensayar una comparación entre el costo del papel ​higiénico y cuantos metros podríamos comprar con un salario mínimo.

Así, hace un par de días, los anaqueles de un Día conurbano -un lugar divorciado de la elegancia- presentaban cuatro rollos de Higienol Max de 100 metros y con aloe vera a 6.399, es decir 1600 pé por rollo, o u$s 1.60 en una moneda de verdad.

En la madre patria, cuna de Disneiwol, está el Sam’s Club un super similar al Dia que supo medrar en estas tierras en tiempos del uno a uno: Allí un rollo de Scott de similares prestaciones no llega a u$s 0.68. Casi un tercio más barato limpiarse el traste en el norte .

Así que un oficial especializado de la industria de la construcción en la Zona A debe poner lo que gana por hora según el convenio de la UOCRA, es decir $1.694, para comprarse un rollo de papel higiénico.

Por el contrario, el decil más pobre de los trabajadores gringos que gana $14.91 en esa misma hora podrá llevar a su casa casi 22 rollos.

Limpiarse el culo en Boston o en Seattle es 22 veces más barato que hacerlo en Villa Insuperable o Valentín Alsina.

Si hacemos la cuenta con el Quilted, la desproporción e, aún, más demoledora: cincuenta guita gringa el rollo.

Eso sí, un médico que te atienda por OSDE o cualquier prepaga cobra $ 7.750, se lleva cuatro rollos y le sobra un puchito. Digamos todo.

Mientras tanto, en una galaxia muy, muy lejana, se destina el 85% del crédito fiscal para subsidiar una industria cara y atrasada para que ganen los Caputos y Cherñajovsky de la vida ensamblando tecnología obsoleta y protegida.

Tan protegida como los textiles del osito Teddy al que le pagamos para que integre una industria que hace que en cualquier mall de Miami pagues una remera más barata que en el túnel de cualquier estación del Tren Roca

En esa misma galaxia, donde unos recuerdan una Arcadia que nunca fue y otros prometen un Shangri La que no será. Eso si, todos con la última edición del teléfono de la manzanita que se trajeron de un viaje pagado con plata pública. Lo bueno: Ya no hay que soportar el espanto estético de José Ignacio de Mendiguren.

Mientras los refinados chinos, deslizaban el ligero papel, en otros rincones del globo los menos favorecidos se la rebuscaban con lo que hubiera: trapos viejos, virutas, hojas, hierba, paja, piedras, arena, musgo, nieve, cáscaras de plantas y frutas, helechos, caparazones de moluscos, barbas de mazorcas o, directamente, a mano y agua.

Para medir la prosperidad de un pueblo y el destino de una patria no se necesita tanto, a veces, nada es más sencillo que ver cómo atienden sus vergüenzas y de qué se avergüeza.