Un milagro argentino beatifica a Juan Pablo I, el “papa de los 33 días”


El papa Francisco beatificó hoy a Juan Pablo I –Albino Luciani-, el pontífice que reinó en 1978 durante apenas 33 días y al que calificó como un “pastor manso y humilde” y llamó a seguir su ejemplo de vivir el Evangelio con alegría, “no a medias, sino hasta el extremo, sin concesiones”.

“Con su sonrisa, el papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, sereno y sonriente, que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada ni es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado”, subrayó Francisco, ante 25.000 fieles que soportaron la lluvia durante la misa de beatificación en la Plaza de San Pedro de Roma.

Luciani nació en 1912 en un pueblo de montaña del Véneto italiano en el seno de una familia humilde y cuyo padre emigró por un tiempo a Argentina donde trabajó como albañil. Ya sacerdote, se lo reconoció por su cercanía a los pobres a quienes hablaba de forma simple y directa.

Entre 1962 y 1965 participó del Concilio Vaticano II que modernizó el catolicismo y fue designado patriarca de Venecia. Electo papa el 26 de agosto de 1978 para suceder a Pablo VI eligió el nombre de Juan Pablo I en homenaje a sus antecesores.

A los 33 días de su pontificado, fue hallado muerto de un infarto en su habitación vaticana, en un caso que dio origen a toda una serie de hipótesis conspirativas sobre su deceso.

Conocido por su sonrisa, abadonó el uso del monárquico “nosotros” y rechazó la tiara papal. “Somos objeto, por parte de Dios, de un amor que nunca decae: es papá y aun más, es madre”, dijo Luciani, último papa italiano tras 45 pontífices seguidos peninsulares en 456 años.

Juan Pablo I, llegó a los altares tras certificarse un milagro por su intercesión ocurrido en julio de 2011 cuando Candela Giarda, una niña de Paraná que ahora tiene 21 años, rezó junto a su madre y al sacerdote José Dabusti, a Juan Pablo I, para que interceda por su curación,

Si bien Giarda no pudo viajar a Roma porque se fracturó un pie, estuvieron Dabusti, que llevó al altar un manuscrito del nuevo beato, y su hermano, Roberto, un laico que trabajó junto al entonces cardenal Jorge Bergoglio, estuvo a cargo de una de las lecturas.