Diez interrogantes y algunas preguntas


Si a alguien debe agradecer el presidente electo, Alberto Fernández, no es tanto a la ex titular del sillón de Rivadavia, Cristina Fernández, quien lo ungió hace sólo unos meses tras una década de distanciamiento feroz sino al ex ministro de Economía, Roberto Lavagna.

Fue la soberbia necedad de Lavagna negándose a compartir y competir en una gran primaria, combinada con la interesada insensatez de todos los que alimentaron el mito imposible de una tercera vía en la que convergieran el llamado ‘peronismo de los gobernadores’; el massismo, el progresismo de los socialistas y Stolbizer y una porción importante de radicales alejados del favor oficial a cargo de un Lavagna insolvente fue la que permitió el retorno en fila de muchos peronistas a una construcción que, finalmente, se llevó el premio mayor.

No nos ocuparemos en esta columna de los problemas que todos conocemos y -en menor o mayor medida- padecemos derivados de la “pesada herencia” y de la impericia que ahora componen otra nueva y lamentable “pesada herencia”, sino de algunos interrogantes relacionadas a la construcción del poder necesario por parte del próximo titular del Ejecutivo necesarios para poder crear la gobernabilidad necesaria e imprescindible para evitar males mayores y -al menos- detener el derrumbe.

Vayamos, entonces, a la lista.

  1. Quién ser: ¿Cómo debiera presentarse en sociedad? ¿Como un articulador de esfuerzos y políticas que construye consensos para tratar de arrancar nuevamente un país o como un ingeniero del poder en nombre de un proyecto que no se agotará en 2023 sino que plantea un escenario mínimo de ocho años con designación sucesoria incluida? Sabe que el peronismo huele el poder como ningún otro actor político y no perdona que no se lo ejerza plenamente. ¿Tendrá la fuerza y los recursos económicos para ser más que un ‘presidente de transición
  2. La grieta: montada para generar una épica y con alguna legitimación teórica bastante ramplona, fue protagonista de las últimas campañas electorales. Tal como lo hizo en 2015, Mauricio Macri, Alberto Fernández promete cerrarla. ¿Podrá cumplir lo que Macri no cumplió? ¿Cómo combatir contra una Pyme de la pereza mental tan rentable y de la que viven varios abonados a los medio y redes sociales?
  3. Fuerza propia: hasta el momento, sin nadie que se proclame ‘albertista’, Fernández se muestra como una suerte de articulador convocante y ecumémenico aunque no deja de poner de relieve a dos actores: los exilados de poder patagónico como Florencio Randazzo y Gustavo Béliz que aportarían respetabilidad y los gobernadores quienes traerían territorialidad. Lo cierto es que éstos últimos de quienes se muestra como una suerte de primus inter pares han demostrado una capacidad de adaptación tal alta como escasa de lealtades. Por su parte, la ex presidente consolidó posiciones legislativas y sumó territorialidad en la estratégica Buenos Aires.
  4. Massa: es el representamen de la unidad del peronismo como eje convocante dela coalición electoral y uno de sus apoyos en los delicados juegos de equilibrios internos que deberá hacer. Niño mimado de gran parte del ‘círculo rojo’, cualquier jugada del ex intendente de Tigre tendrá repercusiones que excederán el peso electoral e institucional que pueda acumular.
  5. Los tiempos: En la coalición ganadora, todos sus miembros fueron diligentes a la hora de enviar mensajes acerca de pretensiones y expectativas. En la oposición, los dos millones de votos nuevos plantean un escenario casi inesperado. Por su parte, la economía está planchada, los sectores populares la pasan realmente mal y los medios crujen. ¿Cuánto tiempo le darán hasta que empiecen a verse algún resultado? ¿Gozará de su canónica ‘luna de miel’ de 100 días.?
  6. La justicia: Más allá de la amenaza en el debate al actual presidente de recorrer juzgados luego del 10 de diciembre, Comodoro Py se apresta a ofrecer al nuevo Presidente un festival de excarcelaciones y sobreseimientos de ocasión, así como de indagatorias de los nuevos derrotados. El tema es que el actual oficialismo no es el deshilache desorientado que naufragaba tras las PASO del 11 de agosto sino que demostró que también puede ganar las calles. La foto del ex presidente Amado Boudou esposado, en piyama y descalzo fue un mensaje de los tribunales a la política que -hasta ahora – no fue respondido.
  7. El mundo: los frágiles equilibrios de su coalición van desde el medievalismo papal hasta el castromadurismo más cínico e interesado pasando por devociones a Putin y loas a un Irán que es una suerte de Vaticano pero con petróleo. El acuerdo con la Unión Europea, el Mercosur y la relación con los países de verdad, será parte de un delicado equilibrio en el que los hechos valen más que las frases.
  8. Las emocionalidades intensas: En la coalición victoriosa hay numerosos sectores irrelevantes en términos electorales o de construcción política pero intensos o a la hora del sentido. Cómo pujará o calmará a adjetivadores seriales sin capacidades sustantivas o verbales como, por ejemplo, algunos intelectuales que intentan lavar su lopezreguismo pasivo de los 70 a fuerza de hablarse encima.
  9. La oposición: súbitamente -y con nuevo gran papelón de los expertos – Cambiemos finalizó la jornada del 27 de octubre en ascenso como lo indica que sumó once diputados más. Ahora, su dilema será si deberá montar un escenario de estilo sociológico de derecha como el Tea Party motorizado por los sectores más duros del Pro y Elisa Carrió o si construir una alternativa de poder con vocación de conducir el estado conducida por la UCR, el ‘ala política’ del Pro de Rodríguez Larreta y algunos sectores del peronismo . En el medio, la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que quedará con una gran cuota de poder institucional y mayoría en la Legislatura platense que -como siempre- estará amenazada por la opacidad de la política bonaerense.
  10. El gabinete: como siempre los gabinetes reflejan una amalgama entre realidad y deseo. Es decir, de las relaciones de fuerza y de poder que darán sentido a la gestión. Mezcla de compromisos y fusibles, habrá que prestar atención a cuál salta primero. Es que a veces no son las presencias sino las ausencias las que marcan los rumbos.