Otro debate, otros apuntes

Algunas notas sobre el segundo debate presidencial.

Con la experiencia previa del debate en el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral y pese a que siguieron las mismas reglas, la edición porteña de este evento fue un poco más entretenida, con algunos cruces y chicanas y mostró a los candidatos bastante más sueltos. Sin embargo, estuvo lejos de ser -al menos en términos televisivos- un debate intenso. Por establecer una metáfora futbolera fue como esos partidos en los que por no pasar nada, una escapada del lateral que termina en saque de arco hace que te pares en la platea y ensayes un tímido “Uhhh”

El muñeco inflable que pretendía representar a la expresidente y actual candidata a vice, Cristina Fernández de Kirchner, ataviada como presidiaria y con un número de detenida que no era otro que la fecha del hallazgo del cadáver del fiscal Alberto Nisman no fue más que el anticipo del retorno a la imagen pública de dos caídos en desgracia ante la opinión pública más allá de que jamás perdieron el favor del presidente Mauricio Macri: el jefe de gabinete, Marcos Peña, y del publicista Jaime Durán Barba y, con ellos, de la estrategia de usar la grieta como legitimador político y del discurso del clivaje.

Por derecha, José Luis Espert volvió a sobresalir. Suelto, astuto y buen esgrimista verbal, el economista sacó partido y confianza de su actuación en el debate anterior. Como no se juega nada puede darse esos lujos. Por su parte, el candidato de Nos, José Luis Gómez Centurión, se dedicó a aprender de los errores y mejoró notablemente en tema como el manejo del tiempo. Al contrario de Espert, Centurión tiene la convicción del cruzado y él si se involucra personalmente convencido de que su misión en la tierra es la de construir la agustiniana ciudad de Dios.

Por el lado de la poca rentable vía del centro, Lavagna -que si bien mejoró- tuvo una laguna memorable y no dejó de recordar a esa profesora de Biología a la que le fastidia explicarle a una horda de adolescentes la fotosíntesis y que ninguno la entienda.

El candidato del Frente de Izquierda, Nicolás del Caño pudo abandonar el deslumbramiento que le producen el lumpenaje y el cascote se ve que llamó al viejo líder del PO, Jorge Altamira, para aprender a construirse como candidato viable de izquierda. En el PTS, si debatieran, deberían preguntarse por qué persistieron en la candidatura del mendocino en vez de la de Myriam Bregman, más conocida y con mejor capacidad de articular discursos.

Yendo a los dos candidatos con chances reales, Alberto Fernández, del Frente de Todos como viejo zorro de la política sabía que indefectiblemente irían por él. Al fin y al cabo, era el coto de caza de la mayoría de los votos disponibles. Prudente, optó por defenderse, el tema es que a veces cuando se defiende demasiado cerca del arco o se cede lugar al enojo es muy posible cometer un error.

¿Lo cometió? , creemos que no, pero estuvo tan cerca…. La mención al fallecido padre del presidente, la amenaza al titular del Ejecutivo de cien causas judiciales aguardando y el contraataque como respuesta a todo revelan todo lo que le costó evitar que su enojo lo desborde y en ese trabajo, por ejemplo, dejó una frase memorable: “cuando ví cosas que no me gustaban, me fui”… una puerta abierta demasiado grande para que pase desapercibida y por la que se coló una legión de memes destinados a recordar al electro por qué el kirchnerismo perdió en 2015.

Por el contrario, lo que en Fernández era enojo, en el presidente Mauricio Macri era puro asombro. Una suerte de “¿Vos me decís esto a mí? Así vimos un Macri con los problemas discursivos de siempre pero nuevo aires insuflados por el éxito incontrastable de la llamada ‘Marcha del millón”. Desde ese lugar se dedicó a fustigar los prontuarios y mostrar una obra de Gobierno ala que caracterizó como incompleta pero con cimientos de futuro y sin corrupción, mientras que Fernández debió apelar a su paciencia y a cierto didactismo para explicar que el actual oficialismo empeoró todo lo anterior sin considerar qué tan mal podía estar hecho.

Así el escenario se dividió entre un Macri decidido tranzando una divisoria contra un Fernández que pasó la campaña intentando un ecumenismo muchas veces bombardeado por fuego amigo.

Otra vez se destacó la ausencia de propuestas y la abundancia de consignas ramplonas. Así, en medio de una inconcebible paleta de colores en su outfit y un saco mal acomodado, un Del Caño solemne repasó el espinel de clásicos de la izquierda residual y apenas dejó de impostar solemnidad para comparar al candidato a vicepresidente de Juntos para el Cambio, Miguel Pichetto con Micky Vainilla, un personaje del capocómico Diego Capusotto.

Mientras tanto, Espert y Gómez Centurión desgranaron las propuestas canónicas de la derecha dura con especial énfasis en la baja de la edad de imputabilidad y en apuntar a disciplinar a los movimientos sociales. Mientras Espert interpeló a unos deus líderes, Juan Grabois, Gómez Centurión los calificó de “paraestales”. Osado, Espert apuntó que “hay que decir la verdad aunque cueste votos”.

Según un panel de casi 400 profesionales de la comunicación consultados durante el debate en tiempo real concluyeron que Macri mejoró respecto al debate santafecino y un 62 por ciento sostuvo que fue quien mejor aprovechó esta ‘bala de plata’, mientras la mitad de los encuestados sostuvo que la actuación de Fernández perdió consistencia. Sin embargo, sólo uno de cada diez cree que esto influirá significativamente en el voto, en tanto que el 44 por ciento cree que puede tener un efecto marginal en el resultado.

Un estudio de la Universidad de Buenos Aires (UBA) midió en tiempo real la reacción de los votantes en distintos focus group e identificó las frases de cada uno de los candidatos que tuvieron, en promedio, el mayor impacto positivo sobre los votantes estudiados.

La frase de Mauricio Macri con mayor impacto positivo fue “Convirtieron a la Justicia en una puerta giratoria” una alusión a la política “garantista” por la cual, según el Presidente, se “privilegiaron los derechos de los delincuentes por sobre las víctimas” de delitos.

“Los emprendedores son monotributistas que suben a una bicicleta y reparten pizza. El Presidente uberizó la economía” fue la expresión de Alberto Fernández con mayor repercusión positiva.

La frase de Nicolás del Caño mejor valorada fue: “Lo escucho a Macri y confirmo que jamás va a poder entender lo que sufre una familia trabajadora cuando se queda sin empleo”.

Pese a que se esperaba a un Lavagna fortalecido en temas de economía, su intervención más positiva fue: “En el caso de los delitos de género, el que los comete es un delincuente y le tiene que caer todo el peso de la ley”.

“Los funcionarios corruptos tienen que estar inhabilitados de por vida”, fue el punto fuerte de Gómez Centurión, mientras que la de Espert llegó casi al final del debate y estuvo dirigida a Macri; “Ahora grita ‘sí, se puede’, pero en cuatro años no pudo, no supo, no quiso”.

Una curiosidad fue detectada por el equipo del diario La Nación a cargo de mensurar el debate. A la hora de medir palabras clave la más mencionada fue ‘pobreza’ con 28 apariciones, seguida de ‘Corrupción’ y ‘narcotráfico’ con 21 y 15 menciones. ‘Industria’ sólo tuvo una mención y estuvo a cargo de Nicolás del Caño. El post debate en los canales y las redes fue bastante intenso, habrá que ver cómo contribuyeron a la hora de la sedimentación simbólica.

Preguntas finales:

¿Servirá para cambiar el voto?

¿Habrá contribuido a consolidar posiciones y para empezar a trazar el sendero del día después?

El próximo domingo tendremos algunas respuestas. Y otras preguntas.