Ignacio Corsini, el Caballero Cantor

Famoso como Gardel y Magaldi, Corsini será el eslabón entre los payadores y los cantores nacionales. Un inmigrante que contará cómo la pampa y la aldea se hacían cosmopolitas.

26 de julio de 1967

A eso de las cinco de la tarde, fallece en su domicilio de la porteña calle Otamendi al 600, enfrente del Parque Centenario, un italiano inmigrante bautizado como Andrea. Su muerte merece un artículo en página par, lejos de los titulares que importan en esos días que hablan de Charles de Gaulle, el papa Pablo VI y del patriarca ortodoxo griego Athenágoras. 

El tanito que acaba de morir era conocido por su nombre artístico: Ignacio y en los cada vez más lejanos años 20 integró junto a carlos Gardel y Agustín Magaldi, la Trinidad del canto popular: esa tarde de invierno de una fecha cargada de efemérides moría Ignacio Corsini, el Caballero de la canción.

Si Gardel es el creador del cantor de tangos, y Magaldi es el intérprete dramático, Ignacio será el eslabón entre los payadores y los cantores nacionales. Ese tenor de fraseo ligero contará cómo la pampa y la aldea se hacían cosmopolitas. 

El inmigrante

Andrea Corsini nació en Troina, una aldea de la provincia siciliana italiana de Enna, lo que nos hace saber que era pobre. Sabemos que llegó a las costas del Plata en el Antonia junto con Soccorsa Salomone, su madre adoptiva. De sus padres de sangre no sabemos nada.

1896, lo encuentra en Boedo y Belgrano, Almagro, donde su madre regentea una fonda. Barrio de migrantes, en sus patios y mesas se entreveran canzonettas y payadores como Gabino Ezeiza y José Betinoti.

Al tiempo, se mudaron a la ciudad bonaerense de Carlos Tejedor, donde se ganaba las monedas como boyero y resero.

“Los pájaros me enseñaron la espontaneidad de su canto, sin testigos, en el gran escenario de la naturaleza. Aprendí a cantar como ellos, naturalmente y sin esfuerzo”.

En 1907, ya de regreso en Almagro, -en la calle Artes y Oficios, actual Quintino Bocayuva 567- conoció a otro almagrense famoso: el payador José Betinotti, quien lo deslumbró y al que tomó como una suerte de modelo artístico.

También fue en su barrio donde conoció al actor Pepe Podestá, una celebridad de las tablas y las arenas de ese tiempo, quien lo escuchó entonar un estilo y lo incorporó a su troupe circense y fue en un circo donde conoció a José Pacheco, un empresario del arte nómade y padre de Victoria, una trapecista, con quien se casó en 1911 y que fue la madre de su único hijo: el médico Ignacio Corsini.

“En ella tuve la gran compañera de toda mi vida, la que me alentó en mis horas inciertas y a la que debo gran parte de mis triunfos”, escribió en 1950”, dos años después de su fallecimiento.

Para 1912, ya había alcanzado cierta fama de cantor y actor tanto en las compañías de José Podestá y José Arraigada como en los circos de Colombo, Cassell, Casano y, gracias a ellos,el sello Victor le hizo grabar sus primeros discos. 

Los primeros trinos

Corsini comenzó su andar por el disco como intérprete del repertorio campero y registró en el surco valses, canciones criollas, estilos y habaneras:  el tango que ya consagraba a Gardel aún le quedaba lejos.

Fue, por lo tanto, un cantor criollo, sin alardes de virtuosismo, con su estilo enraizado en el payador José Betinotti, pero con una clara reminiscencia del sur de Italia, un tono que fascinaba a los de aquí y los de allá.

En una de sus giras, en 1913, llegó a Bahía Blanca donde conoció a Carlos Gardel, ambos payaron juntos en el circo Cassano y de ese contrapunto nació una gran amistad.

 “A Carlitos lo conocí en el año 1913, allá en Bahía Blanca, y desde entonces nuestra amistad jamás decayó. Por el contrario cada uno de nosotros estuvo siempre pronto para acudir en ayuda del que necesitara algo. Con Gardel procuramos siempre colocar a nuestro cancionero por encima de todos los intereses y por cierto que puedo asegurar que luchamos bastante para lograrlo”, contó en una entrevista..

La llegada de la radio en los 20 lo transformó en un gran y popular intérprete de la mano de cielitos, milongas y tangos como Caminito, Ventanita de arrabal, Che, papusa, oí y Calle Corrientes, entre otras. 

78 R.P.M

El disco lo tendrá en su registro definitivo desde 1920, y tras diez grabaciones se animó a su primer tango: Un lamento, obra de previsible título de Graciano De Leone y Pedro Numa Córdoba. En 1922 llega el sainete El Bailarín del Cabaret donde estrena Patotero sentimental su gran consagración entre el público.

A partir de 1925 puso la composición de su repertorio en manos del poeta Héctor Pedro Blomberg, un escritor y colaborador de La Nación, especialista en narrar los tiempos federales de Juan Manuel de Rosas desde la canción y los radioteatros

La pulpera de Santa Lucía, La mazorquera de Monserrat, La guitarrera de San Nicolás, y Camila O´Gormann son fruto de la sociedad creativa de Blomberg con el guitarrista negro Enrique Maciel.

Aunque su nombre haya caído en el olvido, tuvo una producción discográfica breve en el tiempo pero muy abundante en grandes éxitos de ventas. Artista del sello Odeón, sus trabajos van desde los tangos hasta canciones de tinte campero similares a la milonga surera o folclórica, casi siempre acompañado de guitarras.Enrique Maciel, Armando Pagés y Rosendo Pesoa son el grupo de guitarras más importante de su época. 

“Ellos me honraron con una relación como de hermano menor. Sobre todo Maciel, y particularmente Pesoa, me querían mucho. Los acompañé en giras por las provincias y a las actuaciones en cines-teatros de los barrios”, confesaba el Tano.

Muchos de los temas que hoy circulan por las memorias fueron puestas allí por algún disco de pasta de 78 RPM que transmitían las radios a porfía: El adiós, La pulpera de Santa Lucía, Cualquier cosa, Betinotti, Tristeza criolla, De todo te olvidás, Botines viejos, Fumando espero, Dónde estás corazón, La mazorquera de Montserrat, Cuartito azul, Camino del indio, Esquinas porteñas, Sentimiento gaucho, Palomita blanca, Ladrillo, No te apures, Carablanca, Destellos, son algunas.

En 1927 llega otra de las grandes interpretaciones de Corsini: Caminito de Juan de Dios Filiberto y Gabino Coria Peñaloza estrenado el 5 de mayo de 1927 desde las tablas del Cómico.

También fue parte de la composición de tangos como Flor marchita, Fin de fiesta, Aquel cantor de mi pueblo, del vals Tristeza criolla, y estilos como Tradición gaucha, Juan de los Santos Arena y A mi palomita, entre otras.

El biógrafo

En esos tiempos el cine era uno de los ámbitos de difusión masiva. Al igual que Gardel, protagonizó algunas cintas que tuvieron suceso en la pantalla de plata, aunque a diferencia del Zorzal, no filmó en el extranjero por lo cual no trascendió a nivel internacional.

Su filmografía se redujo a tres películas en la era del cine mudo y dos en la del sonoro. La más destacada: Ídolos de la radio, de Eduardo Morera. También es recordado por dirigir los famosos cortometrajes de Carlos Gardel en dúo con Ada Falcón.

Ada Falcón e Ignacio Corsini cantan en Idolos de la Radio (1934) – Mentir en amor es pecado

Su itinerario en el biógrafo lo componen: Santos Vega (1917) y ¡Federación o Muerte! (1917); Milonguita (1922), los cortos Mosaico Criollo (circa 1930), Rapsodia Gaucha (1932), Ídolos de la Radio (1934) y Fortín Alto (1941, donde aparece junto a Agustín Irusta y un desconocido Edmundo Rivero).

Adios lejana tierra mía

Tras la muerte de su esposa, abandonó la escena. Se despidió ante los micrófonos de Radio Belgrano el 28 de mayo de 1949 desde donde recordó canciones como El arriero, Vengo a contarte mis penas, Soy un gaucho peregrino, La pulpera de Santa Lucía y Por el camino.

“Parecía no poder desprenderse de su compañera muerta y de amigos y aconteceres de otros tiempos”, dirá su hijo en una entrevista.

Abandonó el ostracismo en 1961 para presentarse en Volver a vivir, un legendario programa en canal 7, y de la primera tele, conducido por Blackie y Carlos D´Agostino. 

“Vivo para mis recuerdos. El presente es sólo para mi un punto de ubicación para mirar atrás sin tristeza, pero con una dulce y profunda nostalgia”, apuntó en 1964

“Corsini murió ayer en su domicilio particular, Otamendi 676, a las 17. Había estado internado en el sanatorio del Hospital Italiano, donde su mejoría, hace unas semanas, permitió trasladarlo a su casa. Tenía 76 años de edad.

En el momento de su muerte se encontraban presentes su hijo, nietos y otros parientes.

El velatorio se efectúa en el domicilio antedicho, y el sepelio de los restos se hará hoy, a las 15:30, en el panteón de SADAIC, del cementerio de la Chacarita”, consignaba, escueta,la página 10 de  La Prensa del jueves 27 de julio de 1967.