El trágico Aleph del 24 de marzo de 1976


Parece obvio, pero es bueno tenerlo presente a 48 años del inicio de la tragedia política más aterradora que vivió la Argentina desde su nacimiento: Fueron dueños de la vida, de la integridad física, de la dignidad, de los bienes, y fueron censores del pensamiento, la moral, los sentimientos, la expresión intelectual y artística de todos los seres humanos a los que se les antojó violar.

Signaron los destinos de una Nación, intentaron moldear sus instituciones, el pensamiento de sus habitantes y el modelo económico que se había dado el país para buscar un desarrollo inclusivo, esquivo, pero legítimamente anhelable.

Resolvieron que estaban en guerra contra algunos que empuñaban armas y contra muchos otros que, con las manos inermes, resistían sus actos ilegales o sus ideas autoritarias.

Desplegaron, en realidad, una sistemática represión ilegal bajo la modalidad del terror. Terrorismo de Estado. Terror asentado sobre una acción sistemática e ilegal de exterminio, estructurada en base a un prolijo plan criminal que segmentó el país en regiones operacionales, las que quedaron bajo el mando de un jefe todopoderoso, que acumulaba la suma del poder público, como ocurre con los territorios militarmente ocupados por una potencia extranjera.


El plan criminal incluía campos clandestinos de detención, secuestros, torturas, violaciones, ejecuciones cobardes, vuelos de la muerte, robos de bebés y robos de identidad, hasta exterminar por completo a quienes quisieran exterminar.

Aburridos de su guerra miserable, fueron por otra guerra de verdad. Tal vez conscientes de la indignidad de sus batallas contra personas detenidas-desaparecidas a las que mataban en cautiverio, buscaron otras batallas con las que soñaron legitimarse. Y ahí fueron, o, mejor dicho, ahí mandaron a miles de valientes a dar la vida en una guerra para la que no estábamos preparados, a ver si con esos héroes podían encubrir algo de su cobardía.

Tampoco pudieron. Más vidas perdidas, más tristeza y desolación, en medio de una sociedad empobrecida, una economía destruida, con miles de industrias cerradas y un endeudamiento también criminal.

Cómo una suerte de trágico Aleph, hoy lo sabemos, todas sus atrocidades se resumen en una, inicial e imprescindible: el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Un momento crucial de la historia que lo resume todo, que lo contiene todo, que encierra todos los males que estaban por venir, un instante trágico que nos marcó para siempre. Sin ese día fatal en que un conjunto de señores a los que el pueblo les confirió armas para defender a la Patria las empuñaron para robarse el poder, la tragedia no hubiera sido.

Pero la tragedia fue.

Nos queda ahora a nosotros y a las generaciones futuras la responsabilidad de no olvidarnos nunca de lo que ocurrió y, sobre todo, de no permitir que vuelva a ocurrir NUNCA MÁS.