¿Estaremos tomando la temperatura o la presión?


Como era de suponer, el centralismo en la Argentina se quedó con todo. Esta vez con el covid-19. A excepción de alguna otra provincia con las mismas pretensiones que Buenos Aires, la zona metropolitana es otra vez protagonista destacada.

Los casos aumentan, probablemente porque ahora han decidido testear, aunque no tengamos la menor idea de cuántos casos hay pero descubrimos que hay. Ahora descubrimos que el posible pico parece que es una posibilidad real.

Y mientras esto pasa quienes están a cargo parecen estar en otra cosa. Se los ve atareados, preocupados y hasta ocupados en resolver los problemas del lio en que nos puso la pandemia. Aun así, no logran disimular que su atención está puesta en otro lado y tal vez en otro tiempo. Da la impresión que estuvieran mirando hacia el 2021 y no lo que dejó la postpandemia.

Cuando había que testear a la población en la búsqueda de casos para mitigar el contagio, circulaban en los medios resultados de mediciones de imagen de los actores en juego. Cuando vemos a estos protagonistas que nos cuentan cómo nos fue en los últimos quince días de la cuarentena y nos vuelven a pedir un esfuerzo más por otros veinte y vamos viendo, es claro que ellos están jugando a otra cosa. Parece que se largó una carrera y todos quieren llegar primero ¿a dónde? En esta competencia en la que trazan líneas imaginarias cada uno quiere preservar su territorio más que cuidar a las personas que viven allí. Parece que se revolean los casos como si fuera un chinchón, donde ya saben que ninguno consigue menos diez, pero se descartan para quedarse con la menos cantidad de puntos posibles y engancharse con lo que puedan en la próxima vuelta.

No es que cuestione que cada uno juegue al juego que más le guste jugar, pero en el medio de todo esto está la gente. La gente que fabrica tapabocas con lo que tiene en casa, la gente que cumple los protocolos a costa de otros males, la gente que hace magia para cumplir con el “lávate las manos” cuando no tienen agua.

Allí está la gente, que todos sabemos que está, pero que parece que algunos nunca ven. Me pregunto ¿no vieron a esa gente? ¿No sabían que son muchas las personas que viven en el área metropolitana de Buenos Aires?

Me hace acordar a lo que pasó con la educación. En algún momento a alguno se le ocurrió tomar evaluaciones a los alumnos de todo el país y claro los resultados fueron alarmantes, un alto porcentaje de los estudiantes no reúnen los conocimientos mínimos ni pueden comprender textos o analizar operaciones complejas. Una sorpresa. ¿ O no tanto? Estos datos que luego estallan en los medios como información, impactan en debates confusos, preguntas sin respuestas, explicaciones insuficientes  y escusas de todo tipo. No podría decir que esto sea nuevo o sorprenda, como tampoco sorprende el descubrimiento de un problema que existía, pero era invisible.

Ahora parece que los argentinos descubrimos algo más sobre nuestra realidad, ¿algo nuevo? Encontramos un detalle que habíamos elegido no mirar.  Llama la atención escuchar a dirigentes, funcionarios y hasta periodistas sorprenderse por la complejidad de las zonas pintadas de rojo. Más alarmante que la circulación del virus es la invisibilidad eterna de esa parte de la Argentina. ¿De verdad alguien podía pensar que  las grandes aglomeraciones de personas iban a esquivar esta pandemia? ¿Realmente creyeron que el “quedate en casa” era suficiente, pero sobre todo, que es igual para todos? ¿Qué otra cosa podría ocurrir con las personas que viven amontonadas en los centros urbanos? Digo amontonadas porque aún sin focalizar en las personas que viven en condiciones de hacinamiento y con recursos escasos, el sesenta por ciento de la población del país se concentra en la provincia de Buenos Aires. Entonces, me pregunto, porque me cuesta entenderlo: ¿qué miran?, ¿qué ven cuando miran? ¿qué miden? O ¿qué quieren medir?