In God we trust


La primera acepción que presenta el diccionario de la Real Academia del término confianza proviene de confiar y es :”Esperanza firme que se tiene de alguien o algo”, mientras que define a confiar como un término procedente del latín al que define como “encargar o poner al cuidado de alguien algún negocio u otra cosa” y “depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda, el secreto o cualquier otra cosa” 

Su fuerza es tal que figura en el símbolo máximo de estos tiempos: los dólares.

Vivimos en un mundo paradojal. Interconectados como nunca, las narrativas imponen el valor de los relatos sociales como articuladores de la vida comunitaria y, sin embargo, los terrícolas percibimos que los medios de comunicación son la institución menos confiable. 

Bueno, casi todos los terrícolas. En Argentina, decidimos -con holgura- que a la hora de definir de quién desconfiar, sea el Gobierno  quien se lleve la palma. 

En la vereda de enfrente, bajo el sol de la confianza, no aparecen las ONGs y su prédica solidaria que no dejan de perder terreno, sino la quintaesencia del vampirismo social: las empresas. 

Esos son los resultados que arroja la vigesimoprimera edición del Trust Barometer de la consultora internacional Edelman que entrevista a más de 33.000 personas en 27 países para saber qué niveles de confianza pública consolidan estos cuatro sectores: empresas, gobierno, medios de comunicación y ONGs.

“Un ecosistema de confianza fallido”

Los autores del estudio hablan de un “ecosistema de confianza fallido que no puede hacer frente a la infodemia desenfrenada, lo que deja a las cuatro instituciones en un entorno de quiebra de información” – Para Edelman la pandemia de COVID-19, con dos millones de víctimas y una caída del empleo equivalente a la crisis del 29 aceleró la erosión de la confianza a nivel global.

El barómetro de confianza prevé una escala de 1 a 100, si el relevamiento sobre una figura social logra entre 1 y 49 puntos implica que esa figura no es confiable para esa sociedad. Si se ubica entre 50 y 59 se considera que la situación es neutra, y si logra de 60 a 100 se puede hablar de una relación de confianza . 

La primera consideración es el aumento de los miedos. A nivel global aumentaron los temores: a perder el empleo, a las consecuencias del cambio climático. a los cyber ataques, a contraer COVID19 y al recorte de libertades civiles, un combo que hace que 62%  de los encuestados considere que nos encaminamos a un mundo más injusto en el que colapsarán los sistemas de salud, aumentará la pobreza, se resquebrajará el aparato educativo, la meteorología se cebará con nosotros, aumentarán las fake news, perderemos garantías y derechos, y, en un esquema de economías cerradas, se polarizarán las sociedades y explotará el racismo.

Este panorama hace que los líderes globales pierdan confianza. y de entre ellos los líderes gubernamentales son los peor considerados con 41 puntos, apenas uno arriba de los líderes religiosos. Dos nuevos llegados al infierno de los réprobos son los periodistas y los CEOs que un año antes se disimulaban en el purgatorio de los neutros.

En la otra punta, los cercanos: mi gente, mi y mi jefe, sí de quien depende mi empleo. ¿Los más confiables? Los objetivos científicos con 73 puntos. Eso sí, fueron los que más perdieron: siete puntos. Lejos del barro se manchaban menos.

“En los últimos dos años, hemos visto que “mi empleador” es en realidad la institución más confiable del mundo: 15 puntos por encima de las empresas en general, 25 puntos por encima del gobierno. Eso agrega nuevas e importantes responsabilidades a las empresas, como la de convertirse en una fuente de información confiable”, precisa Richard Eelman, presidente de la consultora que elabora el informe.

Por su lado, los líderes de los cada vez más analgamados política y negocios  están sospechados de manipular en su beneficio los flujos informativos: 56 y 57% de estos referentes son sospechados de tratar de “engañar a propósito a la gente al decir cosas que saben que son falsas o exageraciones groseras.” En tanto,ninguno de los portavoces habituales de los actores relevados reúne los 60 puntos mínimos para ser considerado confiable: los expertos técnicos se desploman diez puntos y quedan en los fronterizos 59 puntos. Hundidos, con 36 desoladores puntos, estamos nosotros, los periodistas.

En materia de medios y periodistas, para casi 60% de los entrevistados “la mayoría de los medios están más preocupados por apoyar una ideología o posición política que en informar al público”, un porcentaje similar indica que los “periodistas intentan engañar a la gente informando cosas que saben que son falsas o mediante la exageración”. Con un acuerdo del 75% de los entrevistados, Argentina figura cuarta a la hora de definir los países en los que los medios no son creíbles. Una tabla liderada por Japón, Corea del Sur y Colombia.

Una de las variables relevadas es el porcentaje de credibilidad que tiene cada fuente informativa tras ver una misma información repetida hasta dos veces. En escala descendente, la fuente más confiable es el propio empleador con 61% de credibilidad seguida, por los gobiernos nacionales, los informes de prensa de fuentes reconocibles; las grandes corporaciones, los informes de los medios sin fuentes, los anuncios publicitarios y cierran las redes sociales seleccionadas por el mismo usuario con el 36%, 

La hora de la empresa

Pese a que el trabajo pone de relieve que “la credibilidad de los CEOs está en todo momento en indicadores mínimos en India, Brasil, Indonesia, Argentina, Rusia, Francia y Japón”, a nivel global, casi siete de cada diez entrevistados esperan que las empresas y sus directivos llenen el vacío creado por la retirada de las administraciones. “Los CEO deberían intervenir cuando el gobierno no arregla problemas sociales”, concluyen..

En ese sendero, el 66 % estima que “los ejecutivos deberían tomar la iniciativa a la hora de promover cambios sin esperar a que sean impuestos por los gobiernos”, mientras que el 65% considera que los directivos deben considerarse “responsables no sólo ante los accionistas sino que -también- ante al público”. 

Esa convicción hace que el 86% de los encuestados tenga la expectativa que los hombres de negocios se “pronuncien públicamente” sobre temas como el impacto de la pandemia, la automatización del trabajo, los problemas sociales y las cuestiones que afectan a las comunidades en las que están radicadas, en especial en cuestiones relacionadas al impulso de la prosperidad económica y en materia de pensamiento a largo plazo.

Sin embargo, los encuestados consideran que ese involucramiento de la actividad privada en la vida comunitaria debe complementarse con cierto control social sobre el mundo empresarial, control que no estaría dando tanto por las regulaciones de la administración sino por la posibilidad de que consumidores y empleados puedan tener poder para poder tener opinión relevante en el seno de las corporaciones tal como sostiene el 68% de los consumidores y el 62% de los empleados, la mitad de los cuales estima que tiene más probabilidades ahora que hace un año para objetar aspectos de la gestión o participar en una protesta laboral.

Los participantes en el estudio coinciden en que los CEOs “deben liderar los problemas de la sustentabilidad” y combatir problemas como el racismo con el mismo énfasis que ponen a la mejora de la competitividad empresaria. “Actúe primero, hable después; lidere con hechos, y sea empático con los los miedos de la gente”, sería la hoja de ruta del nuevo CEO quien, además, debe proveer a su comunidad “contenido e información veraz, imparcial y confiable”. Finalmente, los entrevistados coinciden que los cuatro actores relevados deben “encontrar un propósito común y encarar acciones colectivas para resolver los problemas sociales”.

Radiografía de la confianza

Desmenuzando los resultados del estudio se observa que la confianza en el mundo de los negocios aumentó en 17 de 27 países. La confianza global se ubica dos puntos más arriba que en la edición anterior y marca un indicador de 61 puntos. En una tabla liderada por la India con sus 82 puntos, la confianza de los argentinos creció en cuatro unidades para llegar a 56. Cierra esta tabla Rusia con sus modestos 34 puntos, uno menos que en 2019. 

“La clave para entender qué sucede es que siempre se las vio como profundamente competentes, y ahora se las percibe además como cada vez más éticas. En este momento hay una diferencia de 50 puntos entre las empresas y el gobierno, la más importante detectada en todas nuestras mediciones”, explica Edelman..

Sin embargo, medida por sectores económicos  la confianza fue cayendo. Las redes sociales, con apenas 42, y los servicios financieros con 53 cierran una tabla que lidera el sector tecnológico con 70 puntos seguido por las manufacturas, la salud, alimentos y bebidas, y educación todos ellos con 66 unidades cada uno.

Otro punto medido por el trabajo es la confianza que cada país pone en sus marcas propias y que suelen funcionar como una especie de documento identitario. Los investigadores de Edelman observaron que la confianza cayó en 13 de los 16 países relevados. En este apartado liderado por Suiza con 66 puntos y que cierra China con breves 34 puntos, Argentina no fue relevada: salvo Maradona y Messi no tenemos marcas que ofrecer al mundo.

A la hora de medir la confianza que los ciudadanos ponen en cada uno de sus gobiernos, se observa que ésta crece en 18 de los 27 países que abarca el trabajo. El indicador global, que creció en tres unidades respecto al año pasado , se ubica en 53 puntos y es liderado por la monarquía absoluta de Arabia Saudita que detenta 82 unidades, mientras que la base de la pirámide son los tristes 24 puntos de Nigeria. ¿Argentina? Tras un año de la nueva gestión, la confianza que el público dice tener en ella es de 30 puntos, un reprobado cuatro unidades menos que en 2019.

Por su parte, las organizaciones no gubernamentales, las ONGs, bajaron su nivel de confianza en 11 de 27 países. Con un indicador de 57 puntos, uno menos que la medición anterior, Argentina presenta con diez puntos menos la mayor caída global para ubicarse con 69 puntos, no tan lejos de los 78 puntos de India, que lidera la tabla, y bastante bajo de las 25 unidades de la colista Rusia.

Una de las explicaciones para el deterioro de la confianza en las ONG la da Richard Edelman: “Son percibidas como éticas pero poco competentes. Si no pasan al siguiente nivel de profesionalización, ponen en jaque su propia supervivencia.”

El cuarto actor del relevamiento, los medios, si bien presenta una mejora, sigue siendo considerado el menos confiable. Si bien presenta un alza en su nivel de confianza en 15 de los 27 países relevados, pese al incremento de dos puntos apenas araña un 51%. Lideran los medios indonesios con 72 puntos y cierran los rusos. Argentina, por su lado,  mantiene su módico 42%. Estos números reflejan que los medios, al igual que las ONGs, presentan una imagen poco profesional y de escasa competencia. El vaso medio lleno: la otra fuente de información que podría presentarles batalla, las redes sociales, pese a ser más consumidas son aún menos creíbles.

El desafío sigue siendo cómo lograr confianza en los públicos, La gestión profesional y cercana está dando frutos aún en el marco de la pandemia tal como muestra el incremento del crédito público en las empresas. El relevamiento de Edelman demuestra que es el turno del resto de las organizaciones que deberán, alguna vez, rendirse a la evidencia de que profesionalizar la comunicación es una tarea tan pendiente como inexorable.