Facebook, la grieta y la burbuja

Los algoritmos que emplean redes sociales y buscadores seleccionan y filtran los contenidos a los que accedemos sin consultar nuestras preferencias. El filtro burbuja reafirma nuestras presunciones y nos aleja de las opiniones divergentes.

Nuestra autonomía a la hora de formar opinión sobre asuntos públicos va en disminución desde hace años como consecuencia de un aislamiento informativo derivado del modo en que funcionan las redes sociales y los buscadores. Cada vez menos nuestras posiciones son resultado del análisis crítico de la realidad a partir de sopesar diferentes puntos de vista, y, en contraste, cada vez más surge de la ratificación de nuestros prejuicios que se produce mediante el consume de contenidos a través de Internet.

Esta semana España vivió dos días seguidos de debates políticos entre los principales candidatos a presidente del Gobierno, y pocos minutos después de concluidos, la discusión sobre quién ganó la batalla ocupó los medios y las redes. En medio de la polémica alimentada por posiciones cada vez más radicalizadas en el escenario político español, el diario El País realizó un interesante experimento sobre el funcionamiento de Facebook. Creó dos perfiles falsos dentro de la red social, y a cada uno lo identificó con una posición política diferente. Así, un perfil presuntamente conservador siguió páginas de fuerzas políticas, medios y líderes de derecha; en tanto que al segundo lo puso a seguir referentes de la izquierda.

Como era de esperar, el perfil conservador visualizó en su muro un conjunto de informaciones y publicaciones que daban por ganadores a los candidatos de derecha, a la inversa de lo que ocurría con el perfil progresista.

La idea no fue original, en 2016, poco antes las elecciones presidenciales en las que compitieron Hillary Clinton y Donald Trump, Wall Street Journal creó dos cuentas que simularon pertenecer a un demócrata y un conservador, con resultados similares a los españoles.

Esto es así porque Facebook funciona mediante la aplicación de un algoritmo que a priori resuelve qué contenidos nos pueden interesar en función de nuestras conductas y preferencias puestas en evidencia a través de nuestro uso de la red social. El mecanismo con el cual está diseñado el algoritmo parece funcionar más o menos así: “si este usuario lee contenidos tipo A, sigue mayoritariamente páginas que producen contenidos tipo A, y la mayor parte de sus amigos también produce o consume contenido de tipo A, debemos mostrarle contenidos de tipo A”.

Ese razonamiento que en principio puede parecer lógico si se trata de preferencias artísticas, de consumo o culinarias, en realidad se torna muy peligroso cuando lo que se pone en juego son ideas e información, especialmente si están referidas a los asuntos públicos.

Esa situación que se genera con la selección y personalización automática de la oferta informativa que realiza Facebook y otros servicios en la web como Twitter, Google, Yahoo news, y muchos otros sitios de noticias, conforma lo que Eli Parisier definió hace una década como “filtro burbuja”.

Según este autor, conocido por fundar un sitio de contenido viral en la web (Upworthy) y por militar activamente en defensa de la libertad y la seguridad en Internet (MoveOn.org), las redes aíslan a los usuarios de ideas y datos que no coincidan con sus posiciones preconcebidas.

Aunque nadie nos lo advierta con claridad, los administradores de esos sitios han desarrollado un filtro automático mediante el empleo de algoritmos -ciertamente inmanejables por parte del usuario- que se convierte en un editor no humano responsable de determinar que llega hasta nuestras pantallas, y qué se queda en el camino. Un algoritmo cuyos criterios de selección no son conocidos ni pueden ser gestionados por nosotros y que al parecer clasifica sólo de acuerdo a un principio de afinidad o concordancia, sin contemplar otras variables que pueden tornar importante un contenido para el usuario, como la relevancia social de un acontecimiento o la condición de estimulante para la reflexión que puede resultar una idea contrapuesta a la nuestra.

En palabras de Parisier, “necesitamos que nos aseguren que estos algoritmos contienen un sentido de la vida pública, un sentido de responsabilidad cívica. Necesitamos que nos aseguren que son suficientemente transparentes, que podemos ver cuáles son las reglas que determinan lo que pasa por nuestros filtros. Y necesitamos que nos den algún control para poder decidir qué pasa y que no pasa”.

Un avance clave de la comunicación a través de internet que resultó disruptivo respecto de los medios de comunicación de masas fue la desintermediación mediante la desaparición de la figura del editor en el sentido de que cualquiera puede publicar cualquier contenido en la red sin que sea revisado o autorizado por nadie. La lógica muchos a muchos que rompió con la centralidad de los medios de difusión, puso al alcance de todos los usuarios la posibilidad de generar contenidos sin pedir permisos.

Lo curioso es que poco a poco, con el filtro burbuja, el control editorial se trasladó del ámbito de la producción al espacio del consumo. Nadie impide la publicación de cualquier contenido, pero un algoritmo que no controlamos impide de algún modo que ese contenido llegue a nuestras manos, sobre todo si no coincide con nuestro sistema de ideas, nuestros juicios o nuestros prejuicios.

Como todo lo que leemos coincide con nuestra posición a priori, se instala un sesgo cognitivo o de confirmación, que consiste en que ratificamos o reafirmamos nuestras creencias sin darle lugar a que sean sopesadas, contrastadas con otros puntos de vista, que podrían enriquecer nuestras ideas. Como ni siquiera vemos lo que queda afuera, porque es eliminado por los algoritmos, no conocemos a quienes piensan distinto, no escuchamos sus razones y nos volvemos más impermeables a lo diferente.

Es muy difícil determinar si los cambios que se están produciendo en el debate político social están primero o si son consecuencia de esta lógica de funcionamiento de los medios en red. Sin embargo, parece absurdo negar que existe una retroalimentación entre la radicalización de la discusión política que se da en muchas sociedades de Occidente, incluida la Argentina, y el fenómeno del filtro burbuja. Durante los últimos doscientos años la democracia se fue consolidando en occidente a partir de valores que no son eternos, sino que han sido construidos por la humanidad para mejorar su calidad de vida. La tolerancia, el respeto por las ideas del otro, el derecho a opinar diferente, a disentir, y la posibilidad de enriquecerse con el debate de ideas, de construir conocimiento y verdad a partir del análisis crítico de la realidad, alejados del pensamiento mágico y dogmático, han sido conquistas trascendentes para los hombres. Internet es un gran avance tecnológico con potencialidad para consolidar la libertad, horizontalidad, proximidad e integración, pero eso no es inevitable, depende de lo que hagamos con ella.