“Ni siquiera nos dan la tranquilidad de saber dónde están los restos de nuestro padre”

Las palabras, descarnadas, fueron pronunciadas por Patricia Congett, hija de Jorge Congett, quien aún permanece en condición de desaparcido. Reclamó investigaciones en el cementerio de Avellaneda.

Se realizó este martes una nueva audiencia del Juicio Brigadas, con la declaración de tres familiares de desaparecidos. En esta oportunidad, el centro clandestino de detención que funcionó en la Brigada de Lanús, hoy Espacio de la Memoria de Avellaneda, fue el común denominador de los relatos. Prestaron testimonio Jorge Barry, hermano del desapareicdo Enrique Barry, y Claudia y Patricia Congett, hijas de Jorge Congett. “Ni siquiera nos dan la tranquilidad de saber dónde están los restos de nuestro padre”, lamentó Patricia, quien reclamó que se investiguen los restos hallados en un sector del cemenerio de Avellaneda.

El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata, que está integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, juzga a 18 represores, entre ellos a Miguel Etchecolatz y el ex médico policial Jorge Berges por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500 víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última dictadura cívico-militar. El juicio es transmitido por La Retaguardia.

Son juzgados, por los delitos cometidos en el Pozo de Banfield y el Pozo de Quilmes, el ex ministro de Gobierno bonaerense durante la dictadura, Jaime Smart; el ex director de Investigaciones de la Policía bonaerense, Miguel Etchecolatz; el ex médico policial Jorge Antonio Berges; Federico Minicucci; Carlos Maria Romero Pavón, Roberto Balmaceda y Jorge Di Pasquale. También son juzgados Guillermo Domínguez Matheu; Ricardo Fernández; Carlos Fontana; Emilio Herrero Anzorena; Carlos Hidalgo Garzón; Antonio Simón; Enrique Barré; Eduardo Samuel de Lío y Alberto Condiotti. Por los crímenes de lesa humanidad cometidos en “El Infierno” también están imputados Etchecolatz, Berges y Smart y el ex policía Miguel Angel Ferreyro.

El primer testigo fue Jorge Barry, hermano de Enrique Barry, secuestrado el 20 de octubre de 1976 en Bernal y que permanece en condición de desaparecido.

“Éramos cuatro hermanos, fuimos criados en Adrogué, nacimos entre el 45 y el 51, educados bajo un aprecio por la vida humana, la libertad y la libre determinación. Fuimos formados como miles de jóvenes de la generación que represento. Cuando comenzamos a dejar la niñez y comenzar la adolescencia, cursamos en el Nacional de Adrogué y comenzamos a indagar en la historia, veníamos de una secuencia de dictaduras militares, comenzamos a releer la historia argentina, a entener un país que estaba despedazado por los intereses mercantiles de un sector minoritario amparado por un ejército. Fuimos creciendo en un compromiso de recuperación de un país que era de todos y no de algunos“, señaló sobre el origen del compromiso político.

Explicó que la primera militancia comienza en el Nacional, con el Movimiento Estudiantil Renovador. “Éramos un puñado de jóvenes que perseguíamos algunas conquistas estudiantiles”, apuntó, y comentó que fue echado del colegio y comenzaron (junto a sus hermanos) a forjar “otra forma de militar”. Tras los bombardeos en Plaza de Mayo, entendieron que “había que hacer algo”. “Voy a declarar por ellos, Enrique y su compañera Susana Papic, que están desaparecidos; mi hermano Juan Alejandro y Susana Beatriz Mata, que fueron asesinados en Uruguay”, señaló.

Mencionó que Juan Alejandro fue secuestrado en 1974, en un bar donde se había reunido con otros miembros de la Juventud Peronista y su compañera, ya embarazada, fue detenida hacia fines del año. Ella terminó dando a luz en la cárcel de Olmos y su hermano quedó en la Unidad 9 de La Plata. “Alejandrina nace el 19 de marzo y al poco tiempo es liberada”, mencionó. “Supe por ellos que habían sido torturados”, aclaró.

Ante las amenazas que recibían en espacios de trabajo y militancia, Enrique y Susana tomaron la decisión de comenzar a esconderse. En ese tiempo, nació su hijo Agustín y con la llegada de los represores formalemente al poder, hay una “desconexión total”.

El hombre residía, por ese entonces, en una casa de la calle Spiro 1018 en Adrogué. “El 23 de octubre golpean brutalmente la puerta. Abro y me ponen en la frente una pistola, entra una patota infernal. El operativo montado en los alrededores, relatados por mis vecinos, era brutal. Se subieron a los techos de los vecinos con ametralladores y hubo interrogatorios”, recordó, y advirtió que estaba junto a su compañera y sus tres hijos Laura (11), Demián (9) y Natalia (3). “Me preguntaban por Enrique”, contó, y dio cuenta que entonces entendió que algo había pasado con su hermano Enrique. “Durante mucho tiempo volvieron, me cruzaron autos en la calle y me preguntaban cosas”, explicó.

Susana Papic le comunicó luego que Henry estaba desaparecido, que estaba sola con Agustín (el pequeño) y desesperada. “Le expliqué que esa llamada estaba siendo escuchada y yo estaba perseguido, no me dejaban a sol ni a sombra. Fue la última vez que tuve noticias de ella. Hacia fines de diciembre, Agustín, que era un bebé, apareció tirado en las escalinatas de Casa Cuna. Pude identificarlo por una conocida de Adrogué y lo entregué a la abuela, la mamá de Susana”, manifestó en la continuidad de su relato.

Su padre era docente de una cátedra que dictaba José Alfredo Martínez de Hoz y ante la desaparición de su hijo, lo contactó. “No lo busque más, están desaparecidos y no van a aparecer”, le respondió el entonces ministro de Economía. En la búsquede de su hermano, apodado “El Pingüino”, un religioso le comentó que había sido fusilado. “Mi padre, a través de un conocido del Ministerio del Interior, consigue el domicilio donde residía él y Susana Patic (Lote 26, manzana 54 de la calle Brasil en Quilmes). Va a ver la casa, la encuentra destruida y trata de ver si podía recuperar la casa para Agustín y encuentra que la propiedad había sido vendida, con una escritura certificada por escribano y firmada por Enrique, bastante después de su desaparición”, explicó, dando cuenta del robo de bienes durante los años de plomo.

“El 20 de diciembre aparece en la prensa que Juan Alejandro y Susana Mata son asesinados por un grupo de tareas, en el marco del Plan Cóndor, en Montevideo (Uruguay)”, señaló; en rigor, la muerte ocurrió cinco días antes. Los restos de Juan Alejandro y de Susana, según se supo por investigación en archivos, fueron enterrados en el Cementerio del Norte de Montevideo como N.N. y aún permanecen en condición de desaparecidos. “Fueron asesinados y reprimidos en su lucha contra una cruel dictadura, con lo cual, como los 30 mil, tuvieron un valor increíble”, expuso.

Luego, fue contactado por el Municipio de Avellaneda, en el marco de la señalización de El Infierno, y le comentan que “por testimonios”, su hermano estuvo detenido allí. “Nilda Eloy me lo confirma, es la última noticia que tengo y puedo dar certeza que estuvo ahí detenido”, mencionó. “Quiero terminar rindiendo un homenaje, en nombre de mis hermanos, a los 30 mil desaparecidos de esta última dictadura militar, a las víctimas del bombardeo de Plaza de Mayo, a los fusilados y a todo el pueblo argentino que resisteuna dictadura feroz de civiles que se han apropiado del país, han usados las Fuerzas Armadas, que paga el pueblo, para reprimir y saquear”, concluyó.

Claudia Congett, hija del desaparecido Jorge Congett, fue la segunda en prestar testimonio. Ella tenía 6 años cuando entraron a la casa de La Matanza para secuestrar a su padre. Era el 20 de noviembre y de acuerdo a la reconstrucción, estuvo en la Brigada de San Justo y la de Lanús. “Soy trabajadora de la salud y docente. Nací en La Matanza, Soy hija de Jorge Luis Congett, cuyo apodo militante era ´el abuelo´”. De esta forma, dio inicio a su testimonio. Comentó que su padre trabajaba en la CGT de los Argentinos cuando conoció a su madre y ambos se salvaron del bombardeo a Plaza de Mayo.

Cuando su padre comenzó a trabajar en el Municipio de La Matanza, comezaron a tener (padre y madre) una “militancia más activa” en términos sociales, él forma parte de la Juventud Trabajadora Peronista y, de acuerdo al relato, una parte forma parte de Montoneros mientras que su padre fundó el Partido Auténtico de La Matanza. “Empiezan a trabajar en villas y asentamientos, para lograr que la gente tenga una calidad de vida un poco mejor”, explicó Claudia, quien nació en 1970. Al año de vida, su madre, quien trabajaba en la fábrica Ciudadela (era delegada gremial) fue despedida y se dedicó al cuidado de la familia.

Hizo hincapié en su festejo de cumpleaños de 6 y precisó que es “el último recuerdo feliz” que tiene junto a su padre, quien llenó la casa de guirnaldas y chicos del barrio. “Me hizo el mejor cumpleaños”, sostuvo, y mencionó que allegados llevaron un proyectos Super 8 y exhibieron películas de Disney. Días después, el 20 de noviembre, fue secuestrado Jorge y comenzó la búsqueda. Sin embargo, recordó que el 24 de marzo de 1977 los represores volvieron a la casa. “Nos robaron todo, nos destruyeron la casa y se fueron, no sin antes decirle a mi mamá que iban a venir a reventarnos la casa las veces que quisieran”, advirtió.

Nos seguimos moviendo, buscándolo por cielo y tierra“, explicó, y precisó que su madre pidió ayuda en la Catedral de San Justo. El párroco decía que tenía contacto con militares y un día, les pidió que no le preguntaran nada más sobre Jorge. “Íbamos a la Vicaría castrense, donde funcionaba la iglesia Stella Maris, y le daban información a los familiares de detenidos desaparecidos”, apuntó. “Fueron momentos durísimos, de mucha trsiteza y soledad”, recordó.

En ese sentido, admitió: “Los familiares necesitamos saber el destino“. “En 2011 cuando empezamos a encontrar noticias de nuestras familias, fundamos HIJOS La Matanza. Empezamos a tejer esas redes y a encontrarnos, investigando. Nos dedicamos a homenajar a los compañeros desaparecidos, a buscar su historia, pedimos en común la desafectación de la Brigada de San Justo, que no lo logramos, pero sí participamos en Avellaneda de la desafectación de la Brigada de Lanús y la inauguración del Centro de Memoria”, apuntó.

“Mi padre me faltó en las alegrías y mis penas, como el nacimiento de mis seis hijos, cuando me recibí, empecé la escuela… Mi viejo fue un héroe y lo que les quiero pedir a los jueces es que no lo desaparezcan de nuevo, le decían ´abuelo´ pero se llamaba Jorge Luis Congett. Necesitamos justicia y a sus asesinos y sus cómplices, les pido que si tienen fe en Dios que traten de decirnos el destino final de cada uno de nuestros compañeros, que digan dónde están esas fosas comunes, esos listados. Si hay algo que me queda pendiente con mi viejo es llevarle una flor, quiero tener los huesos de mi viejo juntos con los de mi hija Flor (quien falleció hace 18 años). No olvidamos, no perdonamos y no nos reconciliamos jamás”, concluyó.

Patricia Congett, hermana de Claudia e hija de Jorge, declaró a continuación. “Sigo buscando Memoria, Verdad y Justicia. Quiero saber qué pasó con él y con el resto de los desaparecidos”, advirtió la mujer. “La búsqueda lleva 45 años”, lamentó la mujer, en sintonía con las expresiones de su hermana.

Jorge estuvo en El Infierno de Avellaneda. “Tenían unas celdas, según nos contó Nilda, en las que no todos podían sentarse. Así, días y días… Recién en 2011 tuvimos la certeza que a mi padre lo habían visto en otro lado (aludiendo a la Brigada de Lanús)”, explicó, ya que sólo sabían sobre su secuestro en la Brigada de San Justo. Hizo, en ese marco, un agradecimiento especial a los detenidos que sobrevivieron y pudieron contarle a los familiares qué pasó con los suyos

Ni siquiera nos dan la tranquilidad de saber dónde están los restos de nuestro padre“, advirtió la mujer, al tiempo que volvió a pedir la identificación de restos en los cementerios de Villegas y Avellaneda. “Sigo pidiendo que por favor se determine qué pasó con el sector 134, donde había restos y se construyó luego -al lado- un mausoleo de la Policía”, aseguró Patricia. “Puedo llegar a pensar que mi padre estpa ahí y no fuera así, podrían estar otros”, respondió ante la consulta de la querella representada por Claudio Yacoy, secretario de Derechos Humanos de Avellaneda.

“Los hijos, además de justicia, buscamos un poco de paz y de sanación en todo lo que nos pasó”, admitió la mujer en el cierre de su declaración, en el marco de la audiencia 36 del Juicio Brigadas.

EL JUICIO

El juicio comenzó el 27 de octubre del año pasado. El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata -integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico- juzga a 18 represores, entre ellos Etchecolatz, Juan Miguel Wolk y el médico policial Jorge Berges, por cerca de 500 delitos de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de tortura, detención y extermino conocidos como el Pozo de Banfield, el de Quilmes y El Infierno de Avellaneda.

En la segunda audiencia, el represor Miguel Etchecolatz se negó a ser indagado por un tribunal civil. “Necesito que me interroguen los jueces que estaban en ejercicio de sus funciones en ese momento; es decir la justicia militar”, sostuvo. “Sigue sosteniendo la teoría de los dos demonios”, advirtieron desde HIJOS Lomas de Zamora.

En la tercera, se transmitió el testimonio grabado de Adriana Calvo y Cristina Gioglio, sobrevivientes de la dictadura que también fallecieron; en la cuarta se escuchó el desgarrador relato de Nilda Eloy.

El 24 de noviembre, en el marco de la quinta jornada, el represor Ricardo Fernández -imputado del secuestro de 350 personas, cuatro homicidios, dos abusos sexuales y la sustracción de seis menores- se negó a ser indagado por la Justicia federal de La Plata. “No tengo nada que declarar”, dijo Fernández vestido con un pijama azul, ya que cumple prisión domiciliaria.

En la audiencia del 1 de diciembre, especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense revelaron que hay más de un centenar de cuerpos enterrados como NN que no se pudo identificar, por lo que pidieron a personas que buscan familiares desaparecidos de esa época que concurran a extraerse muestras de sangre.

Más tarde, María Isabel Chorobik de Mariani, conocida como “Chicha” y fallecida en el 2018 sin haber podido reencontrarse con su nieta Clara Anahí, apropiada en 1976, volvió a dar testimonio de su lucha a través de un video.

En el marco de la octava audiencia, se escuchó la declaración testimonial de contexto de la historiadora e investigadora del Conicet Victoria Basualdo, sobre la participación empresarial durante la última dictadura cívico-militar. “Hay casos concretos donde las empresas acompañaron y fueron co-responsables de los procesos represivos”, advirtió.

El periodista Horacio Verbitsky dio detalles, el siguiente martes, sobre la responsabilidad empresaria en los secuestros de trabajadores de la fábrica de calefones Saiar, de Quilmes, durante la última dictadura cívico militar. Habló sobre la responsabilidad de la patronal en el secuestro de trabajadores. Esta información fue investigada por el periodista, que escribió una nota al respecto hace 29 años y luego incluyó esa información en un libro, titulado “Cuentas Pendientes”, que aborda el tema de la complicidad empresarial con el terrorismo de Estado.

En la décima jornada se escucharon las declaraciones de contexto de María Sondereguer y Alejandra Paolini, sobre violencia de género en el Terrorismo de Estado. 

En la audiencia siguiente, en tanto, se expusieron las pericias realizadas en El Infierno de Avellaneda.

En la duodécima audiencia, el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata escuchó el testimonio de Laura Franchi, sobreviviente, y sus hijas María Laura y Silvina Stirnemann. Ella estuvo detenida en el Pozo de Banfield durante los años de plomo pero luego fue trasladada a un penal. “Un médico me tomaba el pulso y decía lo que había que hacer y lo que no había que hacer (durante las torturas)”, recordó. Su pareja fue asesinada y permaneció en condición de desaparecido hasta 1994, cuando sus restos fueron hallados en el cementerio de Lomas de Zamora.

En la reanudación del juicio, el 2 de febrero, fue Stella Segado quien expuso sobre el funcionamiento y la estructura de la inteligencia de la última dictadura y detalló las particularidades de ese entramado en territorio bonaerense, donde funcionaron los tres centros clandestinos de detención y exterminio de Lomas de Zamora, Quilmes y Avellaneda.

La audiencia 14 contó con la palabra de Stella Caloni, quien brindó un testimonio de contexto sobre el entramado represivo latinoamericano del Plan Cóndor.

El 23 de febrero declaró Jorge Nadal, sobreviviente de centros clandestinos de detención y a quien le llevó 30 años recuperar a su hijo apropiado. “El plan sistemático de los genocidas no se conformó con nosotros y fueron por nuestros hijos; a mi hijo Pedro Luis lo busqué 30 años y mi otro hijo, Carlos Alberto, tuvo secuelas en su salud, todo este desquicio derivó en un trastorno psiquiátrico”, relató Nadal.

En la siguiente jornada fue Lidia Biscarte la sobreviviente que declaró y reclamó a la Justicia que sean encarcelados los responsables de tortura, violación y homicidio. “Esto que relato no es una novela, es un dolor muy grande y mis compañeros (de cautiverio) no están para defenderse, por favor, usted está ahí para hacer justicia”, le dijo al titular del Tribunal.

En la audiencia 17 expuso Miguel Angel Prince, caso por la Brigada de Lanús con asiento en Avellaneda durante los días finales de agosto de 1976, pero también los jueces escucharon otro testimonio que no se hizo público.

También declararon el sobreviviente Alejandro Reinhold, María Esther Alonso y los familiares de desaparecidos Eduardo Nachman y Alejandrina Barry.

En la audiencia 19 declararon Nicolás Barrionuevo, delegado gremial de la fábrica Saiar; Oscar Pellejero, miembro del sindicato no docente de la Universidad Nacional de Luján, ambos sobrevivientes de secuestro y torturas; y Sixto García, hermano de Silvano García, delegado gremial de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales (FATRE), que está desaparecido.

En la siguiente jornada se escucharon los testimonios de dos víctimas: María Ester Alonso Morales, hija de Jacinto Alonso Saborido y de Delfina Morales, nacida en cautiverio, y Raúl Marciano (ex detenido desaparecido que pasó por el Pozo de Banfield).

En la audiencia 21, en tanto, declararon Stella Maris Soria, hija de Miguel Ángel Soria; Norma Soria, hermana del delegado asesinado y la esposa de éste, María Esther Duet. “El 6 de junio de 1976 estaba mirando en televisión La Pantera Rosa, cuando entraron a la casa de mis abuelos buscando a mi papá, que había llegado de trabajar pero había logrado salir por el fondo”, contó Stella Maris.

En la jornada 22 declararon los sobrevivientes Patricia Pozzo, Juan Carlos Stremi y Mario Colonna, quienes que permanecieron en el Pozo de Quilmes durante agosto de 1976. Ella relató cómo fue su secuestro en La Plata, su paso por Arana, el Pozo de Quilmes y El Infierno. Logró salir del país, luego de estar detenida de forma legal en Olmos y Devoto.

En la siguiente jornada continuó el testimonio de Colonna. Se sumaron las declaraciones de los sobrevivientes Virgilio Cesar Medina y Néstor Busso, pero también declaró Eva Romina Benvenuto, hija de detenidos desaparecidos. El intento de suicidio de Medina fue, quizá el momento más dramático de la audiencia.

En la audiencia 24 declararon Leonardo Blanco, sobreviviente; Liliana Canga (hermana de Ernesto Enrique Canga, quien fue asesinado durante la dictadura) y destacó el trabajo del Equipo de Antropología Forense (los restos de su hermano fueron recuperados de una tumba N.N. de La Plata). También declaró Marcos Alegría, sobreviviente, quien contó su escape de Chile por la represión y el secuestro por luchar por mejoras laborales en la industria Saiar de Quilmes.

El siguiente martes fue el turno de Pablo Díaz, quien hizo foco en la violencia sexual a la que eran sometidas las mujeres y el tratamiento como mercancía de las embarazadas. Él fue secuestrado durante los operativos enmarcados en La Noche de los Lápices y relató los tormentos sufridos: picana eléctrica, tenazas y golpes. Pidió que los represores no sean beneficiados con la prisión domiciliaria y bregó porque la Justicia no se demore otros 37 años.

La audiencia 26 contó con los testimonios de Nora y Marta Úngaro, la primera estuvo secuestrada durante los años de plomo y ambas son hermanas de Horacio, quien continúa desaparecido. También se escuchó la primera parte del testimonio de Walter Docters. “Uno se ahogaba en sus propios gritos”, aseguró Nora, recordando las sesiones de tortura, que no impedían que los represores abusaran de las mujeres. “Me llegaba la sangre a los tobillos y aún así te venía a manosear”, precisó. “Su condición de mujer era un bien de uso para los asesinos”, apuntó Docters.

La siguiente jornada continuó con la declaración Docters. También prestó declaración Delia Giovanola, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, quien buscó durante 39 años a su nieto. Su hijo Jorge Ogando y su nuera Stella Montesano fueron secuestrados el 16 de octubre de 1976 en La Plata, tuvo que hacerse cargo de la crianza de la hija de ambos y emprendió la búsqueda de ellos y del segundo hijo, cuando supo que su nieto había nacido en el Pozo de Banfield. “Martín volvió a su familia cuando tuvo 39 años”, señaló.

El martes 25 de mayo no hubo audiencia, pero en la siguiente declararon el nieto restituido Martín Ogando y la sobreviviente de La Noche de los Lápices Emilce Moler. “Te duelen las ausencias, que en mi caso son muchas. Tengo la tranquilidad de haber hecho todo lo posible para la condena social de lo ocurrido, pero te quedan heridas abiertas de nuestros compañeros desaparecidos, por eso seguimos hablando”, aseguró Moler. También prestó testimonio Martín García, hermano de Silvano García, delegado gremial que permanece desaparecido.

La jornada 29 contó con la declaración de dos sobrevivientes, cuyos secuestros tuvieron que ver con su participación gremial. Se trata de Juan Antonio Neme y Jorge Varela, secuestrado junto a otros compañeros en Saiar. “La tortura psicológica más me ha marcado en este tiempo”, admitió Neme, quien presenció la tortura de dos compañeros y “los vuelos de la muerte”.

Melania Servin Benítez, hermana de Santiago Servin; Ricardo López Martín, hermano de Ángela López Martín; y Valeria Gutiérrez Acuña, hija de Liliana Isabel Acuña y Oscar Rómulo Gutiérrez, fueron los tres testigos de la audiencia 30. El pedido de una ley que prohíba el negacionismo, en palabras de la nieta restituida, fue el cierre de la audiencia. “Es doloroso cuando se niega, descalifica… fueron personas con sentimientos, proyectos, ganas de tener una sociedad más justa”, aseguró.

“No tener información certera, te carcome pero la única forma de poder sobrellevar esto es seguir buscando”, aseguró Miguel Santucho, quien busca a un hermano o hermana nacido durante el cautiverio de su madre Cristina Silvia Navajas. También fueron parte de la audiencia 31 María Marta Coley, hija de Manuel Coley Robles, y Clara Fund, hermana de Juan Carlos Fund.

En la audiencia 32 declararon Fabio Acuña, quien era miembro de la Prefectura Naval Argentina cuando fue secuestrados, y Filemón Acuña, quien se desempeñaba en Peugeot al momento de su detención. Ambos dieron cuenta de su paso pos distintos centros clandestinos de detención del sur del Conurbano, entre otros, y su estadía en distintos penales, ya como presos políticos.

En la jornada 33 se escucharon los testimonios del nieto restituido Esteban Badell Acosta, quien dió detalles del secuestro de sus padres (María Eliana Acosta Velasco y Esteban Benito Badell) y la entrega (junto a su hermana) a un tío político, y el sovreviviente Miguel Hernández.

El juicio pasó a un cuarto intermedio por la feria judicial de invierno y se reanudó el 3 de agosto, con la declaración de Mariana Busetto, hija de Osvaldo Busetto; Ramiro Poce, hijo de Ricardo y sobrino de Julio Gerardo Poce; y María Ofelia Santucho, sobreviviente al genocidio y sobrina de Roberto Santucho. El reclamo de los restos mortales de los militantes fue el común denominador. El “qué hubiera pasado/sido”, también fue central en la declaración de las mujeres.

En la audiencia 35 declararon Haydeé Lampugnani, quien estuvo detenida en El Infierno, entre otros centros clandestinos, y su hijo Gervasio Díaz. “Somos una familia diezmada por la represión”, advirtió ella. El tercer testimonio fue el de Hugo Pujol, ex detenido y hermano de Graciela Gladis Pujol, secuestrada con cuatro meses de embarazo. Aún espera poder conocer a su sobrino o sobrina, que debió nacer en febrero o marzo de 1977.

El siguiente martes prestaron testimonio Jorge Barry, hermano del desapareicdo Enrique Barry, y Claudia Congett y Patricia, hijas de Jorge Congett. “Ni siquiera nos dan la tranquilidad de saber dónde están los restos de nuestro padre”, admitió Patricia, quien reclamó que se inestiguen los restos hallados en un sector del cemenerio de Avellaneda.

LOS CENTROS CLANDESTINOS DE DETENCIÓN Y EXTERMINIO

El Pozo de Banfield funcionó bajo la órbita de la Brigada de Investigaciones de Banfield en las calles Siciliano y Vernet de Lomas de Zamora, desde 1974 hasta al menos octubre de 1978, según testimonios de los sobrevivientes. De las 253 personas que fueron allí torturadas, 97 permanecen desaparecidas y al menos 16 son mujeres que dieron a luz en la maternidad clandestina.

El Pozo de Quilmes funcionó en la Brigada de Investigaciones de Quilmes. Pasaron por allí 183 víctimas.

El Infierno de Avellaneda fue un centro de detención que funcionó en el lugar que por entonces era la Brigada de Investigaciones de Lanús, dependiente de la Dirección General de Investigaciones que dirigía el genocida Miguel Etchecolatz y funcionaba bajo la órbita del entonces jefe de la Policía bonaerense, Ramón Camps.