Blanco Encalada: el porteño que fue presidente de Chile

La historia del porteño que barrió a los realistas del Pacífico, guerrero de la Independencia y primer presidente trasandino.

5 de septiembre de 1876

En Santiago de Chile el contralmirante y general Manuel José Blanco y Calvo de Encalada , héroe de la independencia sudamericana y primer presidente de Chile, abandona la tierra de los vivos..

Manuel José Blanco y Calvo de Encalada nació en Buenos Aires, el 21 de abril de 1790 y fue el menor de los cinco hijos del oidor español Manuel Lorenzo Blanco Cicerón y de la chilena Mercedes Calvo de Encalada y Recabarren, hija del marqués de Villa Palma de Encalada.

Apenas siete meses después de nacido, perdió a su padre y tras pasar su infancia en Buenos Aires, en 1803 fue enviado a España donde viajó con su tío, el conde de Villa Palma Manuel Calvo Encalada, en busca de un cursus honorum adecuado.

Tras entrar como alumno al Real Seminario de Nobles de Madrid, ingresó en 1806 a la Real Academia de Marina de la gaditana isla del León donde el 27 de febrero de 1807 obtuvo los despachos de guardiamarina.

En 1808, al estallar la guerra de la independencia española y como segundo al mando de su nave participó en la acción naval frente a la Poza de Santa Isabel donde las fuerzas navales españolas del almirante Juan Ruiz de Apodaca rindieron a la escuadra francesa del almirante François Étienne de Rosily-Mesros que bloqueaba Cádiz, en la primera derrota de las fuerzas napoleónicas de esa guerra. Tras la acción fue condecorado y ascendido a alférez de fragata.​

Destinado al Callao en el Perú, allí sirvió durante tres años como ayudante de su primo hermano el brigadier de ingenieros Joaquín Molina, quien era comandante general de la marina.

Su cercanía a las ideas revolucionarias y liberales compartidas por gran parte de su enorme e influyente familia a ambos lados de los Andes impulsaron que el virrey del Perú, José Fernando de Abascal lo enviara de regreso a España a pesar de su nombramiento como capitán de artillería por la Junta de Gobierno de Chile a petición de su tío Martín Calvo Encalada.

En 1811 y al mando de una cañonera participó en el sitio de Cádiz, donde demostraría por última vez su pericia marinera en la flota española al mando de una cañonera.

Su valor personal y sus contactos lograron que lo destinen a Montevideo como oficial de marina en la corbeta para reforzar a las fuerzas del virrey Francisco Javier de Elío que resistía en la Bando Oriental a la junta de gobierno patriotas de Buenos Aires.

Ya en el Plata, y tras negarse en dos ocasiones a acatar las órdenes del comandante naval del apostadero, Miguel de la Sierra, de atacar las balizas costeras de Buenos Aires alegando que su madre y sus dos hermanas estaban en la ciudad, se decidió a huir de Montevideo ante la certeza de que sería regresado a España al estar sospechado de connivencia con los patriotas.

Ya en Buenos Aires, en febrero de 1813 decidió viajar a Chile para participar de su proceso de emancipación.

La guerra de emancipación chilena

Incorporado al ejército de Chile liderado por el general José Miguel Carrera, con el grado de capitán de artillería, ante el desembarco del ejército realista al mando del brigadier Antonio Pareja debió cambiar la marina por la artillería.:

“Solo serví seis años en la marina española… Para venir á ofrecer mis débiles esfuerzos en favor de la independencia de mi patria”, apuntó

Carrera le confió la organización de la primera maestranza y taller de armas del país para lo cual lo nombró jefe de la artillería. Posteriormente, fue ascendido a sargento mayor y pasaría a estar a las órdenes del coronel Bernardo O’Higgins, tras la destitución de Carrera por los malos resultados de sus operaciones militares.

En marzo de 1814 accede a los despachos de teniente coronel y se le encarga la instrucción militar a los reclutas de Santiago hasta que le ordenan marchar a recuperar Talca, que había sido tomado por las tropas realistas con lo cual se cortaban las comunicaciones entre la capital y las fuerzas de O’Higgins y Juan Mackenna que operaban en el sur contra los realistas.

Encalada marchó con 1.450 hombres indisciplinados y cuatro piezas de artillería que fueron aplastados en el llamado primer combate de Cancha Rayada por las veteranas tropas del realista Ángel Calvo.

Sometido a un consejo de guerra tras la derrota, fue absuelto mientras las disidencias entre Carrera y O’Higgins, llegaban, el 26 de agosto, al enfrentamiento armado en la acequia de Ochagavía,en tanto los realistas eran reforzados desde el Perú con tropas al mando del general Mariano Osorio.

Así las cosas, entre el 1 y 2 de octubre tuvo lugar el desastre de Rancagua, donde las tropas realistas sepultan a la llamada Patria Vieja. Tras la catástrofe, los líderes patriotas cruzan hacia Mendoza, destino hacia el que se dirigía Blanco Encalada hasta que fue interceptado en Santa Rosa de Los Andes, procesado y condenado a muerte por su deserción en Montevideo, una condena que fue conmutada por el destierro durante cinco años al archipiélago de Juan Fernández en medio de la nada del Pacífico, a la misma isla donde Daniel Defoe situaba a su náufrago Robinson Crusoe.

Blanco Encalada permanecería desterrado hasta que tras la victoria patriota en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, fue rescatado por el bergantín Águila, bajo el mando del marino irlandés Raimundo Morris, enviado por O’Higgins para liberarlo a él y a los otros exilados.

De regreso, se unió al ejército unido liderado por el general San Martín, con el grado de sargento mayor de artillería y al mando de una batería chilena con 12 piezas con la que participó en la campaña contra las fuerzas de Osorio provenientes del Perú y que desembarcaron en Talcahuano el 10 de enero de 1818 con la misión de avanzar hasta Santiago y reconquistar Chile.

Fue así que participó del combate de Talca el 15 de marzo y en la sorpresa de Cancha Rayada el 19 de marzo, donde logró salvar su batería al retirar ordenadamente a sus hombres con los que que participó en la batalla de Maipú el 5 de abril donde logró con sus cañones neutralizar el avance de la infantería realista lo que le valió el ascenso a teniente coronel.

Consolidada la independencia chilena y retirado el débil resto del ejército realista al sur, se unió a la Logia de los Caballeros Racionales, la mal llamada Logia Lautaro.

Creador de la marina chilena

Tras Maipú, el nuevo gobierno chileno decidió reconquistar Concepción y Talcahuano que garantizaban el control realista del mar. O’Higgins decidió una estrategia de dos brazos: impulsó la guerra de corso y, por otra parte, comisionaron agentes diplomáticos al extranjero para comprar buques, armas y contratar personal para el cuadro de oficiales de la futura marina chilena.

Con este plan, Blanco Encalada fue llamado a Valparaíso para prestar servicio en la marina y ponerse bajo el mando del capitán Juan Higginson, un marino inglés al servicio de Chile que comandaba el bergantín Águila y la fragata Lautaro.

Blanco Encalada fue nombrado comandante interino del Departamento de Marina con el grado de capitán de primera clase, un nombramiento que generó malestar en Higginson, esta sería la primera de varias disputas que tendría el porteño con los sajones.

“Si de marino pude pasar a artillero sin cometer desaciertos que merecieran nota, con mas razón presumo poder volver de artillero a marino con esperanza fundada de desempeñarme bien”, escribía Blanco a O’Higgins pidiendo el mando de un buque.

Blanco Encalada y el ministro de guerra José Ignacio Zenteno fueron vitales en la organización de la escuadra chilena a la que incorporaban personal nativo a medida que llegaban nuevos navíos. También organizó un batallón de infantería de marina y una brigada de artilleros de mar.

Además, confeccionó un manual de órdenes y disposiciones, promovió el cambio en las denominaciones de los grados de oficiales, creó un reglamento de uniformes y fundó primera escuela naval para oficiales de la naciente Armada de Chile.

Para conseguir tripulantes aptos, Blanco debía competir contra las jugosas pagas que ofrecían los corsarios quienes, además tenían una disciplina más laxa. El porteño no dudó y logró que el gobierno suprima las licencias de corso.

“La escuadra está lista, socorrida de todo, aparejada, envergada, con aguada para seis meses adentro. No falta más que echarle víveres, gente, algunos cañones y echarla al mar. Su fuerza es tal que puede hacerse dueña del Pacífico y frustrar toda expedición ulterior de España. Puede tomar a Talcahuano, destruir al Callao y dar golpes de tanta importancia, que admiren a Europa y aseguren la libertad de América”, informaba a sus superiores.

El 17 de septiembre, el capitán de navío Manuel Blanco Encalada asumía el mando de la escuadra chilena compuesta por el navío San Martín como nave insignia, la fragata Lautaro, la corbeta Chacabuco y los bergantines Araucano y Pueyrredón (el nuevo nombre del Águila), 158 cañones y 1.249 hombres listos para señorear el Pacífico.

O’Higgins reconoció el trabajo del flamante comandante nombrándolo suboficial de la Legión al Mérito de Chile.

Dominador del Pacífico

Tras la caída de Napoleón y la firma de la paz entre España y Francia que implicó el regreso al trono de Fernando VII, se decidió enviar una expedición para aplastar la insurrección americana. La idea era enviar una fuerza de 2.000 soldados a Chile para reforzar a Osorio y otra de 15 000 hombres al mando del general Enrique José O’Donnell para reconquistar el Río de la Plata que nunca llegó a salir.

La expedición a Chile zarpó desde Cádiz el 21 de mayo de 1818 compuesta por diez naves que transportaban 2.080 soldados rumbo al puerto de Talcahuano para reunirse con las fuerzas que el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, había enviado al mando de Osorio.

La expedición puso proa a América sin conocer la derrota realista de Maipú y tuvo un viaje desastroso que se coronó con el motín de la fragata Trinidad que se entregó en Buenos Aires a cuyo gobierno entregó el plan de señales de los buques, algunas armas y los planes bélicos, información que el gobierno porteño remitió a O’Higgins lo cual le permitió anticipar los movimientos enemigos.

O’Higgins dispuso que la escuadra chilena al mando de Blanco Encalada zarpe de Valparaíso el 9 de octubre e intercepte a los realistas en Talcahuano en una misión que concluyó con la captura del bajel enemigo Reina María Isabel, los transportes Dolores, Magdalena, Elena, Carlota y Jerezana. En estas acciones contó con el auxilio de dos bergantines enviados desde Buenos Aires.

Tras el regreso a Valparaíso, escribió: “No puede V.E. imaginarse la sorpresa que causó a los enemigos el ver flotar la nave capturada. El fuego cesó de repente, y unos y otros no hacíamos más que mirar la fragata hasta que el grito de, ¡Viva la Patria!, resonó al mismo tiempo en todas las embarcaciones. Los enemigos no interrumpieron su silencio, pero no volvieron a disparar más que un solo tiro.”​

El triunfo de Blanco Encalada y la escuadra combinada hizo que Lima abandone las ambiciones de reconquistar el Reyno de Chile.

Fueron buenos tiempos para Blanco Encalada que logró el respeto de la fuerza naval que había creado y que, además, se casó tras su triunfo con la santiaguina Carmen Gana López, con quien tuvo seis hijos: Florencio, Félix, Carmen, Mercedes, Teresa y Adolfo.​

El 2 de diciembre el gobierno de O’Higgins le otorgó a Blanco Encalada y sus hombres, “el más alto honor que es dado conceder a un país republicano”, y decreta que todos los que participaron en la acción porten un escudo de paño verde mar en el brazo izquierdo con un tridente orlado en laureles con el lema “Su primer ensayo dio a Chile el dominio del Pacífico”, por su éxito al capturar los cinco transportes y a la fragata Reina María Isabel, que pasó a llamarse O’Higgins.

La campaña naval para liberar Perú

Tras asegurar las costas chilenas, le encargaron llevar la guerra a las del Perú para destruir la flota española apostada en el Callao y conducir las tropas argentinochilenas. Para esa misión el representante de Chile en el Reino Unido, el mendocino José Antonio Álvarez Condarco, contrató a lord Thomas Cochrane, un famoso marino británico célebre por sus hazañas en las guerras napoleónicas.

A la llegada de Cochrane a finales de noviembre de 1818, Blanco Encalada se puso a sus órdenes una actitud muy valorada por el inglés con quien desarrolló una amistad que duraría hasta el fin de sus días.

El británico tomó el mando de la escuadra con el grado de vicealmirante y Blanco Encalada quedó como segundo jefe con su flamante grado de contraalmirante. Tenía 28 años.

En 1819 ambos marinos, cada uno con una división naval, se dedicaron a sitiar el Callao y a recorrer las costas peruanas de norte a sur capturando presas y agitando mediante la realización de acciones de propaganda.

Ya sin provisiones y con la amenaza de los cañones del bastión y de la flota realista allí refugiada, los comandantes regresaron a Valparaíso donde fue sometido a juicio por ese regreso aunque sería absuelto.

En septiembre participó en la segunda expedición a las costas peruanas para poner en marcha un plan fantástico para tomar la fortaleza del Callao, un plan que no funcionó pero que les permitió capturar más buques, consolidar el dominio de las aguas y que una parte de la escuadra al mando del capitán Martin Guisse tome el puerto de Pisco el 7 de noviembre.

En Lima confiaban en la llegada de una división naval española proveniente de Cádiz compuesta por cuatro potentes buques de guerra. Sin embargo, entre el clima que los diezmó y los espías de Cochrane la expedición se redujo a la nada,

En tanto, la flota seguía creciendo entre las compras de buques y la captura de naves enemigas lo que les permitió recuperar Valdivia y Osorno y acorralar a los realistas en la isla de Chiloé.

Regreso al Perú

La expedición libertadora al Perú zarpó el 10 de agosto de 1820 aunque sin Blanco Encalada quien había sido nombrado jefe del Estado Mayor y comandante general de armas de la plaza de Santiago con el grado de mariscal de campo.

En ese lapso creó una Sociedad de Amigos del País, en una de cuyas reuniones hubo críticas al gobierno de O’Higgins por lo cual el director supremo lo consideró como un conspirador, lo arrestó y procesó aunque fue absuelto pero despojado de su puesto, pese a todo esto, él y O’Higgins,reconstruyeron su amistad.

En 1822, fue enviado al Perú bajo el mando de San Martín, que ejercía el cargo de Protector. Si bien ocupaba Lima, los realistas liderados por el nuevo virrey José de la Serna acechaban en la sierra para reorganizarse y la escuadra chilena liderada por Cochrane se había retirado de las costas peruanas a mediados de 1821 tras una discusión entre ambos líderes.

Sin respaldo naval, el 8 de octubre de 1822 San Martín organizó la marina de guerra del Perú al mando de Martín Guisse quien fue relevado por Blanco Encalada con el grado de vicealmirante pasando Guisse a ser segundo jefe.

A bordo del Protector, buque insignia del Perú, apoyó a todas las expediciones que de Guayaquil y el Callao salieron al mando de Rudecindo Alvarado, Andrés de Santa Cruz, Antonio José de Sucre y otros jefes para los diversos puertos de la costa peruana. Fue en una de estas incursiones que conoció a Simón Bolívar con quien hizo amistad aunque no se privó de advertirle al gobierno chileno que “…por la franqueza que me ha dispensado el Libertador y las muchas conversaciones que he tenido con él, añadiendo su conducta, de que he sido testigo, me han hecho conocerle; y a mi vuelta a ésa ya haré a usted el retrato más imparcial de su carácter. Baste sólo decir a usted como amigo y como chileno, que lo considero un enemigo peligroso de quien es preciso guardarse mucho”, escribía a O’Higgins.

A principios de 1823, fue designado por el nuevo gobierno peruano de José de la Riva Agüero como ministro plenipotenciario del Perú ante las Provincias Unidas del Río de la Plata para que consiguiera apoyo de ese gobierno y tras cumplir esa comisión regresó a Chile en 1824 para ejercer las funciones de mayor general del ejército, hasta que fue ascendido en julio a vicealmirante para hacerse cargo de la flota tras la retirada de Cochrane.

En noviembre debió hacerse a la mar con cinco buques para auxiliar al Perú desde el mar, atacado por una expedición naval española que había retomado el control de esas costas tras batir a la escuadra peruana mandada por Guisse y romper el bloqueo sobre el Callao.

Tras la victoria de Ayacucho, la división naval española se retiró y Blanco Enclada asumió el mando de la flota combinada de Chile, Perú y la Gran Colombia que el 7 de enero de 1825 puso sitio al Callao que había recapturado por prisioneros realistas desde el 5 de febrero de 1824 comandados por el brigadier José Ramón Rodil apoyado por las sublevadas fuerzas de Buenos Aires.

La fuerza naval al mando de Blanco Encalada capturó las unidades realistas y azotó sus reductos. Además, y por encargo de Bolívar, ahora dictador del Perú, llevó adelante negociaciones con Rodil.

Tras varios meses bloqueando el Callao regresó a Valparaíso para advertir al gobierno chileno de las intenciones de Bolívar de anexionarse Chiloé. El asedio a la fortaleza concluyó el 23 de enero de 1826, tras capitular las fuerzas realistas.

La conquista de Chiloé

Las amenaza de Bolívar sobre Chiloé hizo que el nuevo Director Supremo trasandino, Ramón Freire, organice una nueva expedición a la isla para desalojar a las fuerzas realistas comandadas por Antonio de Quintanilla, un irreductible partidario de Fernando VII.

Blanco Encalada comandó una flota de cinco buques de guerra, estableció las cabezas de playa y logró internarse en la isla y completar el cerco sobre San Carlos de Ancud mientras que capturaba una a una las cañoneras que la defendían desde el mar.

Debilitados los fernandistas, el general José Manuel Borgoño los batió completamente en la batalla de Bellavista.

Tras la derrota, se firma el tratado de Tantauco que incorpora el archipiélago a la República de Chile y finalizaban 17 años de guerra de emancipación con una víctima impensada: la escuadra naval chilena que debió ser desarmada por la ante la imposibilidad económica de mantenerla.

El primer presidente

En ese marco, el 8 de julio de 1826 el Congreso Nacional eligió al sucesor de Freire en una elección que dio el triunfo a Manuel Blanco Encalada que asumió al día siguiente por lo que un porteño fue la primer persona que ocuparía el nuevo título de Presidente de la República.

Su gobierno fue breve y estuvo marcado por la hegemonía de los federalistas lo que le impidieron consolidarse por lo que renunció el 9 de septiembre para ser sucedido por presidentes efímeros que naufragaban por la inestabilidad.

Tras renunciar, se alejó de la política activa y la vida militar para dedicarse a la explotación agraria en fundo llamado El Conventillo, y se abstuvo de elegir un bando en la guerra civil de 1829, en la que triunfaron los conservadores del general José Joaquín Prieto y Diego Portales.

El triunfo conservador trajo la disolución de la Logia Filantropía Chilena fundada por Blanco Encalada en 1825 para fomentar el pensamiento liberal en Chile.

Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana

En 1836 se generó una fuerte tensión entre Chile y la recién creada Confederación Perú-Boliviana que había apoyado a opositores del gobierno de Joaquín Prieto, como el general liberal Ramón Freire al que apoyó en la organización de una expedición a Chiloé para derrocar al gobierno chileno.

El ministro Portales vio detrás de Freire la mano del Protector de la confederación, el mariscal Andrés de Santa Cruz, por lo cual tras derrotar al liberal envió al Callao dos buques de guerra que capturaron a tres navíos confederados aunque el conflicto buscado por Chile no se desató.

En esa situación, Blanco Encalada fue nombrado comandante de la escuadra para dirigir una fuerza naval de cinco buques de guerra, para llevar hasta el Callao al ministro plenipotenciario Mariano Egaña. Al fracasar las negociaciones, el 28 de diciembre Chile le declaró la guerra a la Confederación y Blanco Encalada comenzó a maniobrar para destruir la armada rival que se dedicó a rehuir el combate por lo cual la guerra en el mar se limitó a bloquear el Callao y Guayaquil y a librar pequeñas escaramuzas.

Llamado a Valparaíso para tomar el mando del ejército expedicionario, Portales subrayó que la victoria le daría a Chile una segunda independencia pues se corría el riesgo de ser ahogado por la Confederación. Antes de partir, el 6 de junio derrotó el 6 de junio en las llanuras del cerro Barón de Valparaíso, un motín comando por el coronel José Antonio Vidaurre que había organizado una sublevación para capturar y fusilar a Portales. Todos vieron la mano de Santa Cruz.

Blanco Encalada partió al mando de 3.194​ hombres, entre ellos una columna peruana de 402 exiliados al mando del general de esa nacionalidad Antonio Gutiérrez de la Fuente, el 15 de septiembre en 16 transportes convoyados por siete buques de guerra.

La expedición desembarcó y marchó hacia Arequipa donde fue rodeada por el ejército de Santa Cruz fuerte de 5.000 hombres aproximadamente. Ambos jefes entablaron negociaciones, en las que Blanco Encalada propuso un duelo que no fue aceptado por el Protector.​

Finalmente, ambos comandantes que habían compartido las campañas por la independencia del Perú, firmaron el 17 de noviembre el Tratado de Paucarpata en el que se acordaba la paz entre Chile y la Confederación y se garantizaba la integridad de las tropas chilenas en campaña. Este acuerdo fue desconocido por el gobierno trasandino que alegó que su comandante no estaba facultado para rubricarlo.

Blanco Encalada firmó el acuerdo al verse en minoría y diezmado por epidemias y deserciones, además marchó con la certeza de una sublevación de la población peruana que, en el mejor de los casos, fue indiferente. De regreso en Valparaíso fue luego sometido a un juicio militar que lo absolvió el 20 de agosto de 1838 al declararse que había evitado el sacrificio infructuoso del ejército expedicionario.​

Tras este fracaso, fue enviada a mediados de 1838 una segunda expedición al mando del general Manuel Bulnes quien derrotó el 20 de enero de 1839 a Santa Cruz en Yungay y afirmó la hegemonía de Chile en el Pacífico sur tras la disolución de la confederación.

Viajes por Europa

Tras su retiro del servicio activo, en 1844 realizó con su familia la reglamentaria tournée europea de la que regresó en 1846.

El 25 de junio de 1847 fue nombrado durante el creciente gobierno de Manuel Bulnes, comandante general de marina e intendente del puerto de Valparaíso, cargo desde el que impulsó hospitales, pavimento de las calles, la llegada del gas y agua potable, y puso principio al ferrocarril entre la capital y el puerto..

En octubre de 1851 sofocó un motín liberal contra el gobierno de Manuel Montt y, posteriormente fue nombrado ministro de Chile en Francia ante la corte de Napoleón III. El 27 de enero de 1853 iniciaba su última travesía hacia Europa junto a su familia.

Su red de contactos funcionó como nunca. Ligado por parentesco y amistad con la nobleza francesa y la familia imperial por su acceso con la emperatriz Eugenia de Montijo, hija de Cipriano Palafox y Portocarrero, su compañero durante la juventud en España. En Francia su hijo Florencio se casó con la princesa rusa Olga Basilevna Trubetzkoy y su hija Teresa con Francisco Echeverría Guzmán, en una boda apadrinada por Napoleón III y, Eugenia.​

En 1854 fue comisionado para estudiar las propuestas y contratos para la construcción de una corbeta que se comenzó a construir Inglaterra, y, luego, en 1855 se le dio como misión dirigirse a la Santa Sede para ajustar un concordato sobre libertad religiosa que nunca llegó a firmarse. En 1856. fue condecorado por la reina Isabel II de España con la Gran Cruz de la Orden Carlos III.​

Regresó a Chile en 1858 y adquirió la chacra de Apoquindo donde pasaría largas temporadas como un primus interpares de la política y la sociedad chilena permanentemente honrado con agasajos y reconocimientos como su elección como senador en 1864.

Su última guerra

En 1865, con motivo de la guerra contra España, ofreció, con 75 años, regresar al servicio activo para participar del conflicto originado cuando la escuadra española al mando del almirante Luis Hernández-Pinzón Álvarez se apoderó de las islas Chincha del Perú tras un incidente donde se vieron afectados residentes españoles.

En Chile, este hecho fue considerado como una agresión por parte de España por lo cual negó aprovisionamiento a la escuadra española y apoyó a Perú lo que generó que el comandante español exigiera al gobierno chileno el levantamiento de las restricciones y satisfacciones al honor español bajo amenaza de bloquear y hostilizar sus costas.

Pese a las notorias desventajas en materia de marina, Chile declaró la guerra a España y formalizó una alianza militar con el Perú a la que invitaron a otros países a formar una alianza sudamericana a la que sólo se sumaron Bolivia y Ecuador.

“Tengo setenta y cinco años, pero estoy dispuesto a sacrificar los pocos días de gracia que me reserva el cielo, antes que ver empañada la estrella de Chile en ese mar que sus heroicos hijos conquistaron.”, escribió a su gobierno.​

Si bien el gobierno chileno le había ofrecido un puesto como consejero, insistió para ser destinado al frente, y el 23 de abril de 1866 fue designado al mando de la escuadra combinada chileno-peruana, aunque no pudo tomar el mando inmediatamente pues ésta ya se hallaba en alta mar maniobrando para reunirse.

Por su parte, los españoles habían perdido a su jefe quien tras perder el Covadonga a manos de los peruanos se había suicidado, se conformaron con bombardear Valparaíso y el Callao, y estaban dispuestos a retirarse. En tanto, Blanco Encalada se reunió con la fuerza naval binacional y tomó su mando efectivo volviendo a Valparaíso para reconcentrar sus fuerzas. Reforzados con dos blindados peruanos y dispuesto a cazar a los peninsulares cuando fueron notificados del armisticio.

La apotésis de O’Higgins y el cierre del ciclo.

A fines de 1868 el Congreso chileno autorizó la repatriación de los restos del libertador Bernardo O’Higgins desde Lima. Blanco Encalada solicitó y obtuvo el encargo de presidir la comisión que iría al Perú donde fue bien recibido por ser uno de los hombres que luchó durante la independencia de su país.

Las naves chilenas que participaron en la repatriación que dirigió Blanco Encalada fueron las corbetas de guerra Esmeralda, Chacabuco y O’Higgins, como nave insignia.

Tras los honores zarparon del Callao escoltadas por dos buques peruanos a los que se sumaron naves francesas, inglesas y norteamericanas para formar un convoy que llegó a Valparaíso el 11 de enero de 1869. En Santiago, Blanco Encalada pronunció el discurso en los funerales del 13 de febrero.

La apoteosis del libertador trasandino cerró su propio ciclo vital y se alejó de la vida pública . El 5 de septiembre de 1876 en su Apoquindo falleció, tranquilo, a los 86 años.