El piropo: ¿un clásico porteño en vías de extinción?


Piropo, del elogio al acoso
Piropo, del elogio al acoso

Si durante décadas hubo una institución que dominaba las calles porteñas fue el piropo, un término cuyo origen se remonta a la antigua Grecia y no quiere decir otra cosa que rojo fuego. Luego, los romanos llamarían así a las piedras preciosas que simbolizaban el corazón y cuyo obsequio a una dama llevaba implícita la intención de lograr sus amores.

Como en Roma no todos podían costear esas gemas, los menos pudientes las reemplazaban por palabras con las que “ponderaban alguna cualidad, especialmente la belleza, de una mujer”, tal y como hoy define la Real Academia Española al piropo.

Esta especie en extinción se encuentra presente desde las alabanzas de Salomón a la sulamita del Cantar de los Cantares bíblico hasta nuestras rancheras con relaciones pasando por los trovadores medievales maestros del amor cortés. En ese tránsito pasó de ser un estricto homenaje ceremonial a una costumbre popular improvisada, repentista y disruptiva al punto que a fines del siglo XIX se dispuso que el que piropease a una mujer sería multado con 50 pesos, tal como lo refleja el tango: “¡Caray! ¡No sé por qué prohibir al hombre que le diga un piropo a una mujer! ¡No hablar! ¡Chitón, porque puede costarle cincuenta de la Nación!.”

Hoy se propone multar al piropo como forma del acoso callejero’ Nada nuevo bajo el sol.

Salomón El cantar de los ecantares dedicado a su sulamita
Salomón El cantar de los ecantares dedicado a su sulamita

Mientras tanto, sigue el debate de dónde termina el halago y empieza el acoso. Pero, ¿hay realmente un límite o el piropo no es otra cosa que el primer eslabón de una cadena que termina en la violencia?

En El hombre que está sólo y espera, Raúl Scalabrini Ortíz define al piropo como una “connivencia sin permutas corporales entre el hombre y la mujer”  donde el varón “obsequia a la mujer un homenaje en que jamás puede ser sorprendido en delito de adulonería sexual, ni en solicitudes de cariño” y pone de relieve que “sólo es dadivoso de ternura y suplicante de ella cuando mira. El piropo del hombre porteño es su mirada. La mirada traiciona la cáscara de encanallamiento en que se guarece.” 

Tomando partido

Para quienes abogan por la eliminación del piropo éste no es otra cosa que una variante del acoso y un abordaje invasivo a una mujer, similar al acoso que puede generar desde vergüenza y bronca, hasta impotencia y miedo, al tiempo que coloca a la mujer en una situación de inferioridad que necesita de una voz masculina que no pide para sentirse reconocida. 

Por su lado, los defensores del piropo reivindican su arista de poética popular que, lejos de ser ofensiva. constituye un elogio y una caricia al ego aceptada por la mayoría de las mujeres.

Lo que en algún momento llamamos galantería o cortesía en muchos segmentos pareciera estar en extinción. El temor a quedar asociado a intenciones oscuras, su condición de puerta de entrada a un hipotético cortejo o escalada de seducción, o su condición de símbolo de violencia heteropatriarcal hacen que la cortesía hacia las damas sea una práctica en retirada. 

“El arte y cortejo no se llevan con la corrección política”, sentencia Carlos Balmaceda, sociólogo  y periodista que aborda la temática de género desde la perspectiva del varón heterosexual en su columna El varón linchado quien sostiene que en el cortejo, o la aproximación, es necesaria a veces una insistencia, y que hay que “calibrar el límite entre ese galanteo y el acoso”. 

Carlos Bamaceda. La deconstrucción como método de levante
Carlos Bamaceda. La deconstrucción como método de levante

“El clima de época no lo permite, porque se pretende una rigidez en las convenciones que restringe todo acercamiento. De hecho, esto afecta sobremanera a vínculos sociales y laborales, algo que se evidencia en sugerencias de empresas que ordenan a sus trabajadores varones evitar vehículos manejados por mujeres, viajar con ellas en un ascensor, o limitar la contratación de personal femenino, ante posibles conflictos judiciales”, explica.

“Siempre hubo dos estilos de piropos”, explica Jorge Rizzo, ex titular del Colegio Público de Abogados porteño, “estaba el que se usaba con la novia o pareja para manifestar lo bonita que estaba y el que se utilizaba en la calle como ‘gancho’ para poder conocer a una chica. En ambos casos implicaban una galantería que el varón usaba para complacer a la mujer.”

Para el abogado “desgraciadamente la cosa luego degeneró en la guarangada y se fue evaporando” aunque sostiene que “aún subsiste” el romántico en el ámbito de la pareja, mientras que el más “pícaro perdura a través de las redes sociales.”

Interludio cordobés

El cordobés Jardín Florido De la estatua callejera al estigma
El cordobés Jardín Florido. De la estatua callejera al estigma

Entre los 50 y 60 las calles céntricas de Córdoba alojaron a un hombre de frac, galera, bastón y perennes flores en su solapa: Jardín Florido. Nacido como Fernando Albiero Bertapelle, su biografía era motivo de leyendas urbanas. Sabemos que era un camarero de los lugares más elegantes de la Docta e hincha confeso de Instituto.

Al regresar de su trabajo, vestido como excéntrico dandy, cada vez que se cruzaba con una mujer, la saludaba -galera en mano- y le obsequiaba un piropo galante e ingenioso. No importaba ni apariencia, ni edad, ni estatus. él las elogiaba a todas.

Cuentan que por arrojar una flor a una dama, perdió el control de su auto y chocó a un par de peatones. Ellos se recuperaron y él perdió todo.

“Pasarán los días y no me encontrarán, nada más”, dicen que dijo y se murió el 9 de julio del 63. Tenía 88.

Los del Suquía le dedicaron una canción y en varios lugares de la ciudad se lo recuerda a través de placas. En 2017, el deliberante local quiso erigirle un monumento: “Una cosa es si regalaba flores. Pe­ro… qué mensaje estamos dando como Concejo Deliberante si a la vez que tratamos proyectos en contra del acoso sexual calleje­ro distinguimos a un hombre que por ser hombre se sentía con derecho a decirle algo a una mujer, y que ella no había pedido?”, planteó una edil.

Finalmente se aprobó la erección del monumento en un circuito completado por homenajes al periodista Víctor Brizuela, el reformista universitario Deodoro, y los personajes de la revista Hortensia Negrazón y Chaveta. Ninguna de las estatuas fue erigida.

Del homenaje a la sanción

Macri y la devoción porteña por el culo
Macri y la devoción porteña por el culo

La velocidad de este proceso puede verificarse en fechas: en 2010 la ciudad de Buenos Aires estuvo a punto de instaurar el ‘Día del Piropo’ por constituir “una de las manifestaciones materiales, artísticas y espirituales transmitidas y creadas por el pueblo”, mientras que el por ese entonces jefe de Gobierno porteño y ex presidente de la Nación, Mauricio Macri, declaró que “en el fondo, a todas les gusta que les digan un piropo, por más que esté acompañado de una grosería, como ‘qué lindo culo que tenés’”, un comentario por el que debió disculparse.

Seis años después, su sucesor, Horacio Rodríguez Larreta, promulgó la ley 5.742, la primera norma en Argentina que busca prevenir y sancionar el acoso sexual en espacios públicos al que tipifica como “las conductas físicas o verbales de naturaleza o connotación sexual… realizadas por una o más personas en contra de otra u otras, quienes no las desean o rechazan” al considerar que “afectan su dignidad, sus derechos fundamentales … creando en ellas intimidación, hostilidad, degradación, humillación o un ambiente ofensivo en los espacios públicos y en los espacios privados de acceso público.”

La norma prevé que se sancione con “dos a diez días de trabajo de utilidad pública y multa de doscientos a mil pesos” a quienes, entre otras causales, “comentarios sexuales, directos o indirectos al cuerpo.”

Asimismo, otras provincias avanzan en implementar acciones y leyes contra el acoso callejero, actuaciones que van desde implementar talleres para trabajadores de la construcción hasta tipificar como acoso “las miradas lascivas” y los “comentarios de connotación sexual directos o indirectos.”

Jorge Rizzo: "Siempre hubo dos estilos de piropos"
Jorge Rizzo: “Siempre hubo dos estilos de piropos”

Mientras tanto, Senado y Diputados no logran acordar el texto para ampliar el artículo sexto de la ley 26.485 de protección y contra la violencia hacia las mujeres para lograr que condene a los piropeadores y al acoso callejero. La iniciativa propone penar con multas pesos a quien realice toda acción con connotación sexual a través de gestos o en forma verbal que se lleve a cabo en lugares públicos. Si la víctima es menor de edad la multa se multiplica.

Este tipo de iniciativas se extienden por todo el continente: Paraguay fue el primer país latinoamericano que sancionó una norma que sanciona hasta con seis meses de cárcel el acoso callejero y en el resto del continente se desarrollan estrategias que abarcan desde observatorios y oficinas de asesoramiento hasta implementar sistemas de transporte público exclusivos para mujeres y menores de 12 años. 

Hasta en la capital del romanticismo, París, se estudia crear una Policía de Seguridad Diaria, una patrulla anti-piropo para atrapar in fraganti a los halagadores que intimidan.

Más allá de las iniciativas para sancionar estas conductas, hay sectores que sostienen que el camino punitivo no hace otra cosa que alimentar una lógica de violencia que si bien puede funcionar como herramienta para visibilizar esta problemática, trabaja castigando a una persona que no entiende que su conducta es problemática porque se crió en este paradigma y lo tiene naturalizado.

Pablo Marchetti: "Aspiro a ser un femironga"
Pablo Marchetti: “Aspiro a ser un femironga”

Por el contrario, están quienes ponen de relieve que los varones no cambian por medio de cursos ni lecturas sino porque las mujeres dijeron “no’ y “basta” al sentirse empoderadas y respaldas por una legislación que las protege, y que advierte al hombre que acosar ahora tiene consecuencias por lo que deja de ser un instrumento de control en un espacio público que era masculino y en el cual ahora pueden ser ridiculizados o sancionados.

Hablemos de miedos

“Hay temor en muchos hombres, y no, como se nos quiere hacer creer, porque son culpables de algo” asevera Balmaceda quien denuncia censura y escraches a los que define como “una operación paralegal” y recalca que “hay una presión social, a menudo irracional y punitivista, que condiciona la opinión y las posiciones.” 

Por su parte, el periodista y músico Pablo Marchetti, -quien estuvo casado con la actual titular del INADI, y activista en materia de políticas de género, Victoria Donda-, sostiene que si alguien tiene miedo a hablar es porque antes tenía impunidad para decir bestialidades. Así funciona el reino de la hipocresía.”

“Tiendo a pensar que a las mujeres no les gusta el piropo, por eso no me gusta decirlos. Siempre me pareció desubicado decirle cosas por la calle a una mujer. A una mujer o a quien sea. No lo digo para hacerme el deconstruido: mi abuelo y mi viejo me educaron así. Crecí con la idea de que un tipo que piropea es un desubicado. Y también un grasa, por usar un arcaísmo.”, reflexiona

Cuestión de números

Un estudio del Ministerio Público Fiscal porteño reveló que el 98 por ciento de las mujeres afirmó que sufre acoso en la calle una situación que les generó “bronca” y “miedo”. 

Sin embargo, a la pregunta “¿Cómo cree que toman las mujeres esta actitud suya hacia ellas?”, el 62 por ciento de los varones respondió que a las mujeres les agrada contra un 20 que sostenía que a las mujeres les molesta o da miedo. Además, el ocho por ciento de ellos respondió que a veces o siempre “suele gritarle, silbarle o dirigirse directamente a mujeres que no conoce” y transitan por la vía pública. 

El mismo organismo consignó que en 2018 registró una media de tres denuncias semanales por esta causa. 

Machirulo y deconstruido

Uno de los aspectos que más molesta del piropo no es su contenido, que mutó desde el halago poético hacia un repentismo ocurrente, sino la violencia simbólica que implica una interacción no acordada con un desconocido en el espacio público lo cual implica una falta de reconocimiento por parte de éste. 

El reconocimiento de esa realidad cultural  y el trabajo para modificarla en un marco de igualdad de géneros es el concepto al que ciertos sectores llaman deconstrucción y sobre el que no hay un acuerdo extendido.

“No me considero un ‘machirulo en deconstrucción’. Y aspiro a ser un femironga: un feminista con poronga, proclama Marchetti.

Para Balmaceda, en cambio, la deconstrucción funciona como un “Rasti del alma con el que, en apariencia, uno puede desarmarse a voluntad” un concepto de origen francés que no aplicaría en su Avellaneda natal donde “la gente no se deconstruye, vive, aprende y a veces, con suerte, cambia.”

Alfonso X de Castilla Modelo de amor cortés
Alfonso X de Castilla. Modelo de amor cortés

Eso sí, coinciden en su apreciación acerca de quienes se definen a sí mismos como “machirulos en desconstrucción”. Para Balmaceda sería “un avivado que encontró en el clima de época un buen método para levantar minas”, la misma conclusión de Marchetti quien sostiene que “el hombre históricamente ha hecho cualquier cosa con tal de ponerla. ¿Cómo no va a hacerse ahora el deconstruido?”

Signo de los tiempos, un contacto que pide la seguridad del anonimato, me escribe: “El piropo no existe más, la que va es el match en Tinder.”

Aunque en tiempos de pandemia y distanciamientos, con reputados especialistas recomendando el sexting habrá que ver qué cómo se resignifica el piropo en la nueva normalidad.