El hospital de Pediatría Juan Pedro Garrahan inició una serie de ensayos para administrar aceite de cannabis en pacientes que sufren epilepsia refractaria. Es el primer tratamiento en Latinoamérica, en el que serán estudiados 100 pacientes de entre uno y 16 años.
Desde la ONG Mamá Cultiva consideraron que se trata de un avance por la visibilización del uso del cannabis medicinal, aunque advirtieron que el estudio utiliza aceites importados de Estados Unidos, “que sólo sirven para el 20 por ciento de los casos de epilepsia refractaria”.
La investigación durará dos años, aunque según explicaron a Clarín los médicos que llevan adelante el proyecto, se espera tener las primeras conclusiones en marzo del año que viene.
“Ya habíamos comprobado que esos aceites no sirven porque no sirven para todos los casos y, además, se deja de lado el resto de las patologías. Es un estudio que ya tenemos hecho con el registro de cepas que hicimos con los nenes de la agrupación para comprobar cuáles sirven y cuáles no”, explicó en diálogo con Info Región Ailín Olmedo, integrante de Mamá Cultiva.
Olmedo indicó que sería importante que se tengan en cuenta los estudios realizados por la organización porque existe “una gran diferencia entre el cannabis elaborado de forma casera y el importado”. Además, cuestionó que en el estudio los nenes “no tienen que haber tomado nunca cannabis” y “tienen que estar un par de días sin medicación”.
Mejorar la calidad de vida
Mamá Cultiva es una asociación civil sin fines de lucro conformada por madres, cultivadores y profesionales de diversas áreas, cuyos objetivos son cultivar cannabis medicinal en forma individual y comunitaria, promover políticas públicas que permitan y faciliten su uso y bregar por la libre información sobre el tema y por la accesibilidad sin restricciones económicas para quienes necesitan de esta alternativa.
“El aceite de cannabis no cura pero trata un montón de síntomas y patologías. Lo que hace es generar una mejor calidad de vida y su efecto no tiene reemplazo. Los pacientes pueden, en vez de salir vomitando de una sesión de quimioterapia, salen con hambre”, sostuvo Olmedo. Y agregó: “Es importante tanto para la persona que tiene la patología como para el entorno porque uno no vive pendiente de que la persona tenga una crisis o no se pueda levantar del dolor”.