Proponen el nombre de José Grinberg para el hospital municipal de oftalmología de Lomas


José Grinberg, así quieren que se bautice al nuevo hospital oftalmológico que está construyendo la Municipalidad de Lomas de Zamora, cuyo nombre surgirá a propuesta de los vecinos del distrito según anunció el gobierno local.

La iniciativa es de un grupo de vecinos de Turdera, que han sumado a otros de localidades vecinas y que le acercaron a InfoRegión sus argumentos para defender una propuesta que, a la luz de sus aportes, tiene un fuerte sustento.

“Vivía para sus pacientes, que eran sus vecinos, y amaba a Turdera donde llegó como estudiante y ejerció su profesión hasta el final”, recuerda Claudia Grinberg ante la consulta de InfoRegión sobre la propuesta vecinal, que la hija del reconocido médico oftalmólogo recibe con orgullo y emoción.

La convocatoria para que los vecinos elijan el nombre del nuevo centro asistencial local fue lanzada por el municipio esta semana a través de sus redes sociales y llama a proponer y también a apoyar con el voto a personas que merezcan ser reconocidas por la comunidad asignándole su nombre al centro modelo que está a punto de culminar el gobierno local.

“Que mejor nombre para un hospital oftalmológico municipal que el de un oculista reconocido y querido por todo Turdera, por todo Lomas de Zamora, que dedicó su vida a atender no solo la vista sino como médico clínico a miles de vecinos, muchas veces sin pedir nada a cambio”, argumenta Mónica Marchioni, médica, amiga de la familia y uno de los organizadores de la propuesta.

Una historia que se remonta a principios del Siglo XX

Pero quién es ese hombre que se ganó el respeto de su pueblo a base de compromiso y dedicación durante buena parte del Siglo XX.

José Grinberg nació en 1919 en la localidad de Puán, un pequeño pueblo rural en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Hijo de una familia de inmigrantes, en 1933 viajó a Buenos Aires para iniciar sus estudios secundarios en el Colegio Mariano Moreno y poco después, en 1939, se convirtió en el primer estudiante universitario de la familia al ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

Dos años después de llegar a la ciudad, tal vez para estar más cerca del estudiante, la familia Grinberg se instaló en Turdera, por entonces un caserío semirural, donde el padre de José abrió un almacén de ramos generales. El comercio familiar se erigió en el cruce de la avenida Hipólito Yrigoyen y 9 de Julio, un rincón que se convertiría en el epicentro de la vida familiar durante décadas.

En 1948, apenas se recibió de médico clínico, José abrió su consultorio en Temperley, primero en la avenida Meeks esquina Liniers, luego en 9 de julio, y poco después en Yrigoyen al 10800, donde se instaló la casa familiar y el consultorio en el que ejerció hasta 1996, cuando, con poco menos de 80 años, se retiró de la actividad profesional.

Formado en oftalmología con el doctor Balsa, uno de los grandes referentes de la especialidad en la Argentina, al que conoció en el Hospital Las Heras de Palermo cuando era residente, José se sumó por pedido de su maestro al servicio de oftalmología del Hospital Evita de Lanús en el momento de su fundación, en los años cincuenta del siglo pasado.

Convertido en el médico del pueblo, capaz de atender a cualquiera en cualquier horario, José también colaboró con salas de primeros auxilios de la zona, trabajó desinteresadamente en el destacamento de los bomberos voluntarios de Lomas de Zamora, fue médico de VASA, la fábrica de vidrios de Llavallol en la que los ojos de los trabajadores solían sufrir lesiones, y también se hizo famoso entre los trabajadores de Firestone y de la cervecera Bieckert.

Según recuerdan quienes lo conocieron, solía realizar tareas de control masivo de la vista de los alumnos de los colegios de la zona mucho antes de que este fuera un servicio brindado por el Estado bonaerense.

Un amigo de los más pequeños

“Creo que nunca compramos un pollo en nuestra familia”, recuerda Claudia, para graficar como ese médico de pueblo, que muchas veces atendía por amor al prójimo y a su profesión, era recompensado en especias por sus improvisados pacientes. Incluso, cuenta Claudia, en muchas fotos familiares de fin de año aparecen pacientes, porque era el único médico en la zona y nunca dejaba de atender a nadie en cualquier circunstancia”.

Pero el doctor Grinberg no solo fue reconocido como médico, también se destacó como vecino comprometido en el plano social. Formó parte de la Comisión Directiva de su querido Club Atlético Temperley, fue miembro fundador del Club de Leones de Turdera y colaboró con la Asociación de Bomberos Voluntarios de Lomas.

“Papá tenía una sensibilidad especial con los chicos”, evoca Claudia, y recuerda que “tenía dos carameleras en la casa, una con Sugus y otra con chocolates Tatín, según cómo se portaban les daba un caramelo o un chocolate, y los chicos ya sabían eso e iban contentos al médico”, un recuerdo que muchos adultos de hoy deben tener almacenado en algún rincón de su memoria infantil.

Grinberg, que falleció en 2007, tuvo tres hijos, cinco nietos y una esposa que lo acompañó siempre y fue testigo directo de sus hazañas cotidianas hasta estos días, en que la pandemia la golpeó sin piedad, justo a ella, la esposa del doctor de Turdera.

“Difícilmente haya alguien más merecedor que el doctor José Grinberg para que un centro oftalmológico de Lomas lleve su nombre”, opina Nélida Frencia, una vecina de Turdera de 93 años que conoció de muy joven al doctor Grinberg como paciente y como amiga de la familia, y hoy es una de las reconocidas vecinas que impulsa la idea. Claudia encuentra en su memoria un dato que de algún modo valida esa opinión: “Papá siempre decía: ‘Me gustaría que algún día una calle de Turdera lleve mi nombre’”.

Apasionado por su gente y por su ciudad, el doctor Grinberg, pionero de la oftalmología en Lomas de Zamora, sin dudas, merece el reconocimiento.