La dignificación del trabajador, origen del peronismo


Para entender el peronismo a tantos años de su creación y dilucidar en pocas palabras su impronta que perdura a lo largo del tiempo, con la capacidad suficiente para mantenerse como una corriente de pensamiento vital, es necesario situarnos en su origen.

El 27 de octubre de 1943 Juan Domingo Perón asume en el modesto Departamento Nacional de Trabajo. Un mes después ese pequeño organismo se transformó en la Secretaría de Trabajo y Previsión, desde donde desplegó una gran cantidad de medidas tendientes a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores.

Cuando asumió dijo Perón en su discurso: “No advertían los gobernantes que la indiferencia adoptada antes las contiendas sociales facilitaba la propagación de la rebeldía, porque era precisamente el olvido de los deberes patronales que, libres de la tutela estatal, sometían a los trabajadores a la única ley de su conveniencia…”.

Con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión se inicia la era de la política social argentina…” diría además Perón para dar el primer paso de un camino que dejaron una huella imborrable hasta el día de hoy. 

Algunas de las medidas tomadas desde esa Secretaria fueron: el Estatuto del Peón; el establecimiento del seguro social y la jubilación que benefició a 2 millones de personas; la creación de Tribunales de Trabajo para entender en conflictos laborales;  la fijación de mejoras salariales y el establecimiento del aguinaldo para todos los trabajadores; además del reconocimiento de la asociaciones profesionales.

Aquellas primeras acciones contenían los rasgos de su obra de gobierno que concretaría luego del 17 de octubre de 1945, cuando el Pueblo definió el rumbo de la Argentina.

Es por todo esto que el peronismo lleva en su ADN la representación de los sectores más postergados, los reconoce y los valora, les da herramientas para convertirse en defensores de sus sueños.

Respecto del desarrollo económico y el empleo resaltaba en aquel discurso Perón: “De ahora en adelante, las empresas podrán trazar sus previsiones para el futuro desarrollo de sus actividades, tendrán la garantía de que, si las retribuciones y el trato que otorgan a su personal concuerdan con las sanas reglas de convivencia humana, no habrán de encontrar por parte del Estado sino el reconocimiento de su esfuerzo en pro del mejoramiento y de la economía general y por consiguiente del engrandecimiento del país”.

Cada una de aquellas líneas que esbozo en aquel pronunciamiento fueron las que lo llevaron a desarrollar y aplicar la idea de una Comunidad Organizada, donde “nadie se puede desarrollar en una comunidad que no se desarrolla”.

En este tiempo el peronismo debe reasumir su compromiso. El estancamiento que produce la crisis, sumado a la tragedia de la pandemia, debe ser superado con herramientas innovadoras, pero teniendo en cuenta los principios fundantes del Justicialismo, donde el capital y el trabajo vayan a la par. El capital, que cuenta con nuestra consideración, no debe estar temeroso, porque encaramos nuestra misión buscando el beneficio de todos, evitando y solucionando todo conflicto entre el capital y el trabajo”, decía Perón para describir el ánimo que lo guiaba y que debemos retomar.

Aunque parezca una contradicción, hoy ser revolucionario es volver a las fuentes para encontrar el camino del progreso, en el cual prime el desarrollo por sobre la confrontación estéril; la Justicia Social por sobre las inequidades; y la vocación de hacer un país grande y generoso por sobre las actitudes individualistas y mezquinas.