5G: la continuación de la guerra por otros medios


Esta semana el gigante tecnológico chino Huawei dio un paso más en su abierto enfrentamiento con el gobierno de Estados Unidos al presentar ante un tribunal de Texas una demanda contra el Estado federal en la que solicita que se derogue una ley que califica a la compañía asiática como un riesgo para la seguridad nacional, lo que en la práctica le impide participar en la venta de equipos de telecomunicaciones, tanto para tecnologías en uso como para la inminente 5G.

La presentación judicial llega luego de que el 1 de diciembre último Canadá arrestara por pedido de la justicia estadounidense a Meng Wanzhou la hija del presidente de Huawei mientras visitaba ese país, y casi un año después de que la administración de Donald Trump lanzara una campaña para que sus aliados europeos se sumen a la decisión de impedir que la empresa china lidere con su tecnología y equipamiento el proceso de instalación en Occidente de las redes 5G para telefonía móvil, datos e Internet de las Cosas.

Un informe del Consejo de Seguridad Nacional de EEUU, filtrado en diciembre por el sitio axios.com, advirtió que ese país está perdiendo la carrera del 5G a manos de los chinos, y que esa derrota sería muy grave para el futuro del liderazgo norteamericano a nivel global.

“Estamos perdiendo (…). Quien domine el mercado del 5G tendrá una tremenda ventaja para comandar las alturas de la información”, rezaba el texto filtrado a principios de año. Allí se equiparaba a la nueva tecnología con la imprenta de Gutenberg, y se explayaba sobre la importancia de contar con una red 5G desarrollada y equipada íntegramente por estadounidenses.

Lo que sospechan es que, mediante ese poderoso sistema de comunicación que está llamado a transformar la red y la vida cotidiana para siempre mediante conexiones casi infinitas y a velocidades instantáneas para personas y objetos, Huawei abastecería al gobierno chino de información clave y lo pondría en condiciones de hacer colapsar tanto las comunicaciones, como el funcionamiento de la sociedad y de muchos equipamientos militares. En síntesis, creen que si se emplea la tecnología y el equipamiento desarrollado por Huawei, que hasta el momento es el más avanzado y eficiente, el país más poderoso del planeta quedaría bajo el control permanente de su principal adversario.

En el gobierno norteamericano parecen convencidos de que el mundo avanza hacia una nueva carrera armamentística, y los sistemas militares estarán más que nunca condicionados por el control de las tecnologías de las comunicaciones, por lo que ceder terreno en el campo de 5G equivale a resignar supremacía militar, de inteligencia y económica.

Por eso la administración Trump solicitó a sus aliados europeos que no cedan sus nuevas infraestructuras de comunicaciones a los chinos y que esperen para implementar 5G hasta contar con tecnología propia. El problema de ese pedido es que el argumento central afirma que europeos podrían ser espiados a través sus sistemas de comunicaciones, una sospecha que, en rigor, se cierne también sobre varias empresas tecnológicas estadounidenses.

De hecho, las filtraciones de Eduard Snowden -que revelaron en 2013 el modo en que el gobierno norteamericano espiaba incluso a los líderes de gobiernos amigos mediante el ingreso a sus teléfonos celulares, entre otras técnicas de espionaje cibernético-, son más que una sospecha acerca del uso que le dan los norteamericanos a sus propias tecnologías de comunicaciones.

En cualquier caso, la suerte de aquella petición norteamericana ha sido dispar. La comunidad de inteligencia que integra con el Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, denominada Five Eyes, ha sido la más permeable en principio a escuchar las acusaciones de espionaje, aunque las primeras reacciones adversas se han ido moderando y hubo comentarios de autoridades de esos países que parecían dar curso al pedido de vetar a los chinos.

Que sí, que no… Dudas en Europa.

En julio de 2018 en Gran Bretaña ya había trascendido un informe del Centro Nacional de Ciberseguridad que afirmaba que la penetración de Huawei implicaba “nuevos riesgos” para la seguridad británica. En diciembre, British Telecom anunció que no permitiría la participación de la empresa china en la infraestructura de 5G en ese país y que retiraría cualquiera que esté actualmente en uso en las redes 3G y 4G. También desde el servicio de inteligencia exterior británico MI-6 hicieron saber que desconfiaban de Huawei.

Por su parte, Andrus Ansip, uno de los vicepresidentes de la Comisión Europea, a comienzos de diciembre se hizo eco del planteo conspirativo al asegurar que la UE debe “tener miedo” de esas compañías, y acusó a China de exigir a sus empresas tecnológicas que instalaran backdoors (accesos ocultos en el sistema) que permitirían espiar a los usuarios de los dispositivos que utilicen esas redes.

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Lo que hace dudar a los europeos es que, se impone el bloqueo comercial a Huawei, la tecnología 5G podría demorarse al menos dos años más, debido a que ni los europeos ni los norteamericanos alcanzaron el grado de desarrollo con el que cuentan hoy los chinos.

Sin embargo, en las últimas semanas la fiebre antichina de Europa pareció ir cediendo a la luz de otro debate: el económico. La duda es si la preocupación estadounidense es efectivamente por cuestiones de seguridad o se trata de un intento por retrasar el negocio para no perder a manos de los chinos la cuota de mercado que tenían hasta ahora.

El giro más llamativo fue el del propio Centro Nacional de Ciberseguridad de Reino Unido, al que ya no le parece tan grave la injerencia china. Según publicó Financial Times, ese organismo ahora asegura que puede afrontar los riesgos derivados del uso de los equipos Huawei para construir redes inalámbricas 5G. La afirmación resultó un golpe impensado a la estrategia estadounidense de parar al gigante chino.

Por su parte, tanto Francia como Alemania han hecho saber que no advierten riesgos en la integración de tecnología china a sus redes 5G, a pesar de las presiones recibidas, que incluyen amenazas al sostenimiento de la seguridad europea por parte de Estados Unidos.

De hecho, según informó a fines de enero The New York Times, una delegación de funcionarios estadounidenses se presentó a comienzos de 2018 en Alemania, donde se interconectan la mayoría de las grandes líneas de fibra óptica de Europa y cuya vinculación quiere construir Huawei, con el siguiente mensaje: cualquier beneficio económico obtenido por la adquisición de equipos de telecomunicaciones chinos más baratos se verá compensado por la amenaza que ello implica a la seguridad de la alianza de la OTAN.

Problema de negocios

Pese a las presiones, en Europa se han alzado voces que creen que detrás del bloqueo a Huawei existen intereses económicos de la industria norteamericana, que tradicionalmente ha dominado el campo de la tecnología en telecomunicaciones.

No debería preocuparnos más Huawei solo por el hecho de que sea china. Con casos como el de Snowden o Cambridge Analytica hemos visto que las garantías procesales de EE. UU. se pueden vulnerar fácilmente”, aseguró Narseo Vallina-Rodríguez, profesor adjunto de investigación en el Instituto IMDEA Networks. “Nadie sabe más de sus usuarios que Facebook o Google”, agregó.

En esa línea, la operadora británica Vodafone, una de las más grandes de Europa, con sede en Londres, informó esta semana que la prohibición del uso de los equipos fabricados por Huawei en la red de 5G de Gran Bretaña implicaría mayores costos, que estima en “cientos de millones de libras” y ralentizaría “muy significativamente” el despliegue de la nueva conexión de datos. Además, confirmó que de las 18 mil radiobases de telefonía celular con tecnología 4G con las que cuenta en suelo británico, un tercio están integradas con equipamiento de Huawei, y sobre ellas se debería implementar 5G, por lo que descartarlo conllevaría también un alto costo de reemplazo.

Tal vez con esos datos en mente, en la última semana de enero Jeremy Hunt, el ministro de Relaciones Exteriores británico, viajó a Washington, según informó The New York Times, “para un torbellino de reuniones que enfrentan una pregunta crítica: si Gran Bretaña arriesga su relación con Beijing y acepta la solicitud de la administración Trump de prohibir que Huawei, el principal productor de telecomunicaciones de China, construya su próximo Generación de redes informáticas y telefónicas”.

La disyuntiva no es menor para occidente en general y para Europa en particular: permitir que China consolide su condición de liderazgo tecnológico y lo traslade eventualmente a una posición dominante en el terreno político y militar, o demorar la implementación de la nueva tecnología, aún a costa de pérdidas millonarias, a la espera de que Estados Unidos desarrolle su propia versión de 5G y produzca equipos competitivos.

En cualquier caso, nada ni nadie parece estar en condiciones de garantizar que el espionaje a través del manejo de la tecnología de 5G no vaya a ocurrir, ni puede descartar el aprovechamiento de esa ventaja del conocimiento para obtener réditos políticos, económicos y militares. Se trata al fin de una guerra entre gigantes para resolver quién se quedará con todo el poder, sin que el resto pueda siquiera dar opinión.