Las calles de Borges, son las mías


En un memorable reportaje que el recordado Antonio Carrizo, le hiciera a Don Jorge Luis Borges, éste refiere que en su poema “el Tango” quiso unir el norte y el sur, hablando de Palermo y de Turdera:

¿Qué oscuros callejones o qué yermo
Del otro mundo habitará la dura
Sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?
 
¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos
Se apiaden) que en un puente de la vía,
Mato a su hermano, el Ñato, que debía
Más muertes que él, y así igualó los tantos?

Ese puente de la vía; que menciona en el segundo verso; era un viejo puente de piedra en el antiguo camino de las tropas, (hoy Frías) y la traza del ferrocarril del Sur (Roca).  A sus orillas vivían los hermanos Iberra, dos míticos compadritos de una Turdera escondida en la niebla del pasado, que visitaron también la obra de Borges en la Milonga de los hermanos, y posiblemente sean la inspiración de los hermanos Nilsen del cuento la intrusa; que dicho sea de paso; desarrolla su trama dramática en el pueblo de Turdera, y ésta, posiblemente, haya sido también, el escenario donde  Juan Dahlmann  (el protagonista del cuento “el Sur”), encontrara la muerte por la daga de un pendenciero en un viejo almacén del lugar.

La presencia de Palermo en los escritos de Don Jorge es permanente, al punto que  llegó a imaginar que Buenos Aires se fundó en la manzana donde él vivió.

Palermo fue su patria, Adrogué, algo más que un lugar donde pasar los veranos y Turdera un arrabal.

Fue en Turdera; mi pueblo natal; donde, siendo apenas un muchacho, leí por primera vez  un cuento De Borges, fue “las ruinas circulares”, desde entonces no he dejado de leerlo. Y es para mí, una referencia permanente para pensar el mundo, e inclusive, en ocasiones, para desarrollar mi oficio de psicoanalista.

Detesto su anglofilia y su acérrimo antiperonismo, pero me cautiva su forma de pensar, su ironía fina, la capacidad de ver el universo desde un paraje mínimo (pongamos por caso, un arrabal como Turdera), y por supuesto su calidad literaria.

Como he dicho en Turdera nací, y allí me hice hombre, luego, el destino (tal vez un nombre del deseo inconsciente) me llevó a vivir y trabajar en Palermo.

O sea, que en mis ensueños más grandilocuentes me siento unido a Borges, por haber caminado  las mismas calles, en mi caso en un sentido inverso: de “la costa Brava” o “la loma de las hormigas” como se la conocía a Turdera en el siglo XIX, a caminar todos los días por Palermo, desde el pasaje donde se batían aquellos hombres de antaño, (hoy es el pasaje Bollini) hasta la esquina de Santa fe y Coronel.

A veces pienso ingenuamente, que haber hecho ese recorrido es haber andado el mundo todo.  Cuando Borges une el norte y el sur, en la mención de Palermo y de Turdera, logra una metáfora del todo. El universo reunido en dos barriadas.

Cuando hoy camino por la vereda de la antigua cárcel de Las Heras, y mirando al sur, veo las copas de los jacarandás,   me parece que se unen con los tilos de  la calle Esquiú , bordeando la estación de Turdera, entonces, ya no sé, si estoy caminando una tarde de abril del 2019, por las calles de Palermo, o lo hago en una tarde de 1975 por las callejas de Turdera, dudo  si es que vuelvo, o si alguna vez me fui.

Una frenada intempestiva, un bocinazo impertinente o cualquier cosa cotidiana me traen nuevamente a la realidad, e inmediatamente sé, que Turdera sigue allí, en su lugar. Donde duerme la casa en que nací, esperando algún destino… Tal vez habitada aún  por los fantasmas de mis padres, tomando interminables mates,  o  regando un malvón que nunca muere, detenidos en una eternidad sin tiempos ni distancias…

Quisiera resistir la tentación de citarlo una vez más, pero no estoy seguro si  a estos devaneos del alma, me unen el amor o el espanto…solo sé que yo también los quiero tanto…