Un misterio develado

Un relato de ficción sobre los sueños, que son también una ficción sobre los sueños.

Un secreto me ha sido revelado, un misterio que desvela a la humanidad desde el comienzo de los tiempos se me ha mostrado con toda claridad.

No se muy bien que hacer con esto, entiendo que no lo puedo guardar para mí, pero me aterra revelarlo. Es posible que los edificios de la ciencia y la religión caigan después de que se sepa.

Tengo que hacer que alguien más se entere sin saber que yo lo revelé, voy a escribirlo en un papel común y ponerlo en una botella que con descuido dejaré en el parque Las Heras, aunque en otros tiempos fue una cárcel, y no es seguro que no siga encerrando cosas, quizás lo ponga en un sobre y lo eche en un buzón que en ocasiones esta en la calle Charcas y Bustamante, el peligro es que no siempre esta allí, a veces en su lugar hay un palenque en el que esta atado un zaino con recado blanco como la nieve y espuelas de plata, tal vez no sea de este tiempo.

Lo obvio, puede ser lo mas eficaz, como la carta del cuento de Poe, me internaré desapercibido en la biblioteca y perderé estos escritos entre las páginas de un libro perdido en sus anaqueles al que intentaré olvidar para siempre. Claro que no puede ser en la biblioteca Nacional, si bien la cantidad de volúmenes inconmensurablemente mayor que la de cualquier otra biblioteca, es una ventaja, no puedo olvidar que ya una vez se escondió allí un libro de páginas infinitas y eso ya es bastante peligroso como para agregar un peligro más. Hay una pequeña biblioteca en la calle Austria entre Peña y French, ese puede ser un buen lugar.

En fin, luego resolveré este problema, tengo la tendencia de irme por las ramas.

Voy al punto que me urge escribir:

Fue la noche del cinco de octubre, no podía dormir, había peleado con mi mujer, y además tenía acidez estomacal, por momentos parecía que entraba en el pozo de los sueños pero algo me traía del sueño a la vigilia y así pasaban las horas, o los días o tal vez solo segundos.

En uno de esos momentos de trance donde las imágenes oníricas se confunden con las reales, veo a un hombre dormir en una cama de una pieza de pensión, un lugar que jamás había visto sin embargo me era familiar. No quiero abundar en las idas y venidas y los devaneos por los que anduvo mi mente hasta el momento en que como una epifanía se mi hizo claro lo que estaba sucediendo.

Soy el sueño de un hombre que sueña en la larga penumbra de la noche, ese hombre que duerme en la cama de una perdida pensión de Buenos Aires, me da existencia cada noche, no tengo por él ningún sentimiento particular, casi me resulta insignificante, nada sé de él, ni él de mí, sin embargo estamos tan unidos. Ahora sé que como cada mañana con el alba me tenderé que ir, las primeras luces del día irán apagando los colores y difuminando las formas hasta desaparecer completamente.

Él despierta ignorando; como cada mañana; que me dio existencia, pone en marcha su vida gris de hombre maduro y soltero que acude a su oficina como una procesión sin fe, solo hay algunos destellos de mí, una taza de café que parece no pertenecer a allí, el color verde del vestido de su compañera de cuentas corrientes, a la que ama en secreto pero jamás se lo podrá decir, y alguna otra sensación que le genera una casi imperceptible conmoción corporal.

Pero bien; sigo con esa tendencia a irme por las ramas; ¿Qué ocurrió de diferente entre la noche del cinco de enero y la madrugada del seis?

Como tantas otras mañanas en que el alba me arranca la existencia, comenzaron mis manos a hacerse transparentes, los colores a perder su brillo, y cuando estaba a punto de caer una vez más en el pozo del olvido, sucedió, algo como si fuese una mano gigante e invisible me tomo de un brazo y me arranco de allí devolviendo mi consciencia.

Pero no estaba en mi cuarto habitual, estaba flotando a unos dos metros de distancia del hombre que me sueña todas las noches, estaba muy claro que él no podía verme, aunque por momentos parecía dirigirme una mirada mientras seguía con su vida, desayunó, se fue a su oficina, se sirvió un café en una tasa que inmediatamente pude reconocer como la tasa en que todos los días tomo un cortado.

Ya sentado en su escritorio, se acercó a él un hombre que parecía ser un jefe, le dijo unas palabras que no pude entender, pero reconocí en su voz, la voz de mi padre muerto. Luego pude sentir su nerviosismo cuando se acerca una mujer común con vestido verde; su compañera de cuentas corrientes.

El vestido estaba un poco raído, y su rostro envejecido denotaba una profunda tristeza, no obstante, pude reconocer -sobre todo por el vestido- a la joven mujer a quien desnudo cada jueves en un desenfreno compartido de sexo y amor.

Pensé por un momento que mi soñador me daba una vida bastante mejor que la que él tenía, yo conozco el amor y la aventura, él vive una vida gris monótona y sin amor. Fue en ese momento en que terminaba de pensar esto, en que me echó una de esas miradas en las que parecía que me percibía y esta vez su gesto decía: ¿pero no comprendes?

Y la verdad cayó sobre mí como un pesado alud. Él era mi sueño de una vida gris. Yo lo sueño de día y él me sueña de noche y en esta dialéctica de soñantes ambos nos damos existencia.

Mi tendencia a irme por las ramas no es un defecto mío, es la estofa de la que está hecho el sueño que es la vida misma. Y este es el misterio de los sueños que me fue revelado la noche del cinco de octubre del año 2021.

Los sueños no son una ventana al futuro como pensaba José el egipcio. Tampoco son una profecía como creyera Artemidoro de Éfeso, ni el cumplimiento de un deseo que se cumple soñando como creyó descubrir el gran Freud. Los sueños son un portal donde una vida se hace dos.

Y este es el secreto que me ha sido revelado, no somos más que el sueño de un soñante que soñamos…