Un siglo de pulsión de muerte (de pandemia en pandemia)


Hace un siglo, atrás, en el año 1920, el mundo inauguraba la década, con los ecos de un horror inenarrable. La primera gran guerra, contaba los muertos por millones, y como si el odio de Dios se ensañara con la humanidad, al tratado de Versalles le sigue la pandemia más mortífera de la que se haya tenido noticias, la gripe española había multiplicado las muertes de la guerra por tres o por cuatro.

El viejo zorro de Viena, Sigmund Freud, tal vez el hombre más brillante del siglo veinte, no tiene tampoco un gran año desde el punto de vista personal, Víctor Tausk, un dilecto discípulo, se descerraja un disparo en la cabeza, su amigo y mecenas, Anton Von Freund muere en los primeros días del año y apenas cinco días después, la peor de las desgracias, deja este mundo víctima de una infección probablemente por un aborto, y tal vez también afectada por la letal gripe, Sophie , su hija preferida, la más bella, la madre del niño del carretel.

Cuánta desgracia puede soportar un hombre, es un enigma que depende estrictamente de los recursos subjetivos con los que cada quien cuente. La dimensión traumática de un suceso, como la muerte de un ser amado, o catástrofes como la guerra o la pandemia, impactaran en cada quien de manera singular, de este modo no tiene importancia si la pandemia es un hecho fortuito de la evolución, o el efecto de la manipulación del hombre sobre el genoma de un virus preexistente, porque el efecto sobre sobre la subjetividad solo se vuelve traumático, se reverbera sobre la trama pulsional.  El trauma puede arrasar definitivamente con los recursos psíquicos, o  puede poner en marcha recursos insospechados, que morigeren los efectos, y se produzcan respuestas que pueden abarcar, desde la creación artística, hasta la invención intelectual.

El padre del psicoanálisis, para ese entonces, contaba con la elaboración de un campo conceptual, que hubiese sido suficiente para dejar su nombre inscripto en bronce en la historia del pensamiento.

La introducción del Narcisismo como concepto fundamental, reformula el modelo pulsional y reubica la noción de conflicto, y la formalización de los conceptos de Represión e Inconsciente, junto a la Compulsión de repetición, y tantos otros conceptos que podríamos enumerar, legaban a la posteridad una teoría robusta.

El mismo Freud, llego a pensar alrededor de 1915 que su aporte al psicoanálisis había concluido.

Sin embargo, este hombre genial, responde a la embestida traumática de lo real, vestido de muerte, de guerra y de pandemia, con la elaboración teórica más trascendente de su obra.

Apoyándose en especulaciones del campo de la biología, y en las teorías de Empédocles, de un universo en eterna creación y destrucción, por las fuerzas del amor y la discordia. Concibe la idea de una tendencia de la vida, a volver a lo inanimado, en pugna con otra cuyo objetivo es la conservación.

 De este modo una nueva concepción de las pulsiones  ha quedado planteada, el conflicto está ubicado en el corazón del ser, como reflejo de la lucha pulsional, esta novedad de concebir una Pulsión de Muerte, aloja el componente destructivo que Freud había detectado fundamentalmente en el Sadismo, como una tendencia independiente, como manifestación clara de esta nueva Pulsión.

La muerte, la guerra, el trauma, hallan ahora un aparato conceptual, que puede dar cuenta de ellos. Es a partir de este nuevo modelo pulsional que el psicoanálisis se convierte en una herramienta de las más adecuadas para el tratamiento del mal que se encuentra en el carozo mismo de la cultura.

La explotación del hombre, el abuso de este como objeto sexual, la satisfacción, en proporcionarle dolor, son manifestaciones de la pulsión de muerte.

Freud lo expresa con maravillosa claridad en “El Malestar en la cultura”:

…el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de defenderse si lo atacan, sino que es licito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores, martirizarlo y asesinarlo…

Sigmund Freud en El Malestrar en la Cultura

Cien años atrás cuando el mundo era asolado por una destructiva pandemia, Freud produce una respuesta teórica que redimensiona la concepción del trauma definitivamente. Y desde luego, el mundo, luego de aquella guerra, y aquella pandemia, no volvió a ser igual.

Un siglo después, enfrentamos nuevamente un enemigo de alcance global, no tengo dudas de que el mundo post-pandemia no volverá a ser igual, pero contamos con el vigor de las herramientas que nos legó Freud para hacer frente a lo traumático.

 Tantos siglos de cultura no han podido hacer que no nos sigamos matando entre nosotros, la cultura no pudo responder, como aspiraba Freud, en sus conversaciones con Einstein, a acabar con el deseo de muerte, pero el tratamiento simbólico de la pulsión de muerte es el mejor aliado que tenemos para intentar apaciguarlo.

El legado Freudiano y lo real de la pandemia nos llama a los psicoanalistas a estar a la altura de las demandas de la época.