Stranger Things, un regreso con la misma potencia del inicio


En detalle

Luego de tres años del estreno de la tercera temporada, es válido decir que la apuesta es grande.
Dirección
Guión
Fotografía e iluminación
Actuación
Diseño de Sonido
Lo mejor
La construcción narrativa llevada por un clima de tensión incesante resulta muy efectiva. La apuesta que han hecho es correcta y es por eso que ha surgido efecto en el público.
Para mejorar
Las múltiples líneas narrativas desplegadas ponen en riesgo el protagonismo de algunos personajes.

Han pasado apenas unos pocos días del estreno de los primeros capítulos de la nueva temporada de Stranger Things en Netflix, y el revuelo que ha tenido en los espectadores es notable, sugiriendo que estamos frente a un volumen 1 que ha colmado las expectativas de su público.

En esta cuarta temporada, y tras los desastres que tuvieron lugar en el centro comercial Starcourt a fines de la temporada pasada, el pueblo de Hawkins todavía atraviesa las consecuencias. Uno de los principales focos de conflicto a nivel de los personajes y sus tramas vinculares, es que el emblemático grupo de niños -ya adolescentes- que esta serie nos hizo adorar, está dividido en dos. Mike (Finn Wolfhard), Max (Sadie Sink), Lucas (Caleb McLaughlin) y Dustin (Gaten Matarazzo) se quedaron con sus familias en Hawkins, así como también Nancy (Natalia Dyer), Steve (Joe Keery) y Robin (Maya Thurman-Hawke), tres personajes que la temporada pasada ganaron mucho lugar en la trama principal. Mientras que Joyce (Winona Ryder) se llevó a sus hijos Will (Noah Schnapp) y Jonathan (Charlie Heaton), junto con Eleven (Millie Bobby Brown) a quien adoptó, a vivir a California, para intentar dejar atrás todo el horror vivido. 

La distancia después de tantos años de crecer juntos y formando un grupo unido, no será fácil para nadie, pero mucho menos para Mike y Eleven, que intentan mantener su noviazgo contándose todo sobre sus vidas en los distintos lugares, a través de cartas. Pero indudablemente sus rumbos han cambiado. Mike, Dustin y Lucas encontraron un grupo de freaks que juegan Calabozos y Dragones al que unirse, y ahora forman parte de Hellfire club, mientras que al mismo tiempo Lucas pertenece al equipo de básquet, liderado por los más populares del colegio, dos cosas que no parecen ir muy en sintonía, y que lo pondrán en conflicto todo el tiempo. A Max, por su lado, siempre contestataria y mal humorada, en esta temporada la vemos aislada de sus amigos, sin querer hablar y todo el tiempo a la defensiva, reviviendo recuerdos traumáticos del pasado que la persiguen.

En California, Eleven intenta ser una adolescente normal dentro del colegio secundario, haciendo sus esfuerzos por encajar a toda costa, pero no lo logra, y tiene que cargar con el estigma de seguir siendo la “rara” a cada lugar que va.

A estos dos espacios distintivos se le suma otro más, que es Rusia. En la tercera temporada ya había los suficientes indicios como para sospechar la apertura de esta línea narrativa que ahora es un hecho: la implicancia del gobierno ruso en las amenazas que se han vivido en Hawkins. El terreno que la serie va a explorar es el del campo de concentración donde tienen esclavizado a Jim Hopper (David Harbour).

Además, también se nos presentan nuevos personajes que ya han arrasado dentro del público de la serie, haciendo que los seguidores de los actores que los interpretan estallen en todas las redes sociales. Algunos de los más llamativos personajes que se incorporan a este elenco son: Eddie (Joseph Quinn), el líder de hellfire club, Enzo (Tom Wlaschiha), un ruso que le da ayuda a Jim en la cárcel, Crissy (Grace Van Dien), la porrista más popular de la secundaria Hawkins y Peter Ballard (Jamie Campbell Bower), un camillero que trabajaba en el hospital donde Eleven era estudiada.

Pero como era de esperarse no todo se trata de los personajes y los resabios de las guerras anteriores. Está claro que una nueva amenaza vuelve a poner en vilo a Hawkins, haciendo que nuestros protagonistas empiecen a sospechar que no han combatido del todo a “The upside down”. Esta vez no será tan fácil, porque la criatura que acecha al pueblo parece ser peor que todas las anteriores, ya que no es un mero bicho desagradable sin consciencia o intenciones. Este antagonista cuenta con una back story interesantísima de explorar, que apela a lo más simbólico, sentimental e inconsciente de cada uno de los personajes, uniendo varias puntas de la historia con una altura destacable.

Tres años para volver mejor

Luego de tres años de haberse estrenado la tercera temporada, y con tiempo suficiente para repensar cómo iban a trabajar en una nueva, es válido decir que la apuesta es grande. Lo visto en esta nueva oferta de Stranger Things cuenta con múltiples líneas narrativas en locaciones diametralmente distintas que juegan a entrelazarse entre sí sin confundir nunca al espectador. Uno de los peligros de este formato de realización es que algunos personajes terminen teniendo muy poco protagonismo o no puedan desarrollar sus respectivas líneas, dejándole al espectador la sensación de que los guionistas se han olvidado de ellos.

Está claro que el presupuesto está vez ha sido bastante mayor a las anteriores temporadas, pero no es el caso de producciones que gastan un dineral y al ver el producto final uno se pregunta para qué, o en qué. En este caso, después de dos temporadas bastante flojas de papeles, los hermanos Duffer parecen haber encontrado finalmente el rumbo irrevocable de esta magnífica producción. La apuesta que han hecho es correcta y es por eso que ha surtido efecto con un impacto palpable dentro del público. Uno de los puntos más flojos que venía teniendo la serie en sus entradas anteriores era la incapacidad de encontrarle el tono y terminar yendo por muchos lugares arbitrarios a la vez, con resoluciones que pecaban de inverosímiles por falta de construcción previa. Es evidente que han sabido revertir este problema, y apostaron a darle un tono oscurísimo a la serie, haciéndola decantar sin ninguna duda en una producción de terror, donde todo lo amigable y tierno de aquellos guiños a películas de la infancia de los 80, ahora está cubierto de un manto negro que mejor no levantar.

La construcción narrativa llevada por un clima de tensión incesante resulta muy efectiva. Cómo era de esperarse, la fotografía y el sonido han dado un salto hacia la oscuridad para acompañar la propuesta de este nuevo volumen, abriéndonos a un universo sombrío en el que indagaremos durante los 7 capítulos.

Pero como no todo puede ser oscuridad, el lado B, la otra cara de esto, sigue siendo un poco la misma, pero quizás mejor trabajada. La amistad ha sido desde el comienzo de la serie el pilar fundamental sobre el que se construye la trama, no es casualidad que una de las frases más conocidas que han quedado flotando en el inconsciente colectivo de los espectadores sea “Los amigos no mienten”. Existe un gran anclaje hacia este lugar seguro que aparenta ser la amistad, y que en esta temporada se recupera a fondo. La amistad salva, y en este caso, la música también. Es por eso que las piezas musicales vuelven a ganar protagonismo como recurso estilístico y también dentro de la diégesis de la historia, cumpliendo un rol fundamental para cuando los personajes enfrenten al antagonista. En resumidas cuentas, la primera entrada de la cuarta temporada de Stranger Things parece venir a demostrar que han trabajado en serio, y que están listos para demostrárnoslo. Es preciso destacar el hecho de que toma los mejores recursos de la primera temporada y los reutiliza redoblando la apuesta con un clima mucho más oscuro y una narrativa más saturada, logrando un producto de calidad que nos tiene a todos esperando el 1 de Julio para ver los siguientes episodios.

Ficha técnica

Título original: Stranger Things 4 – Primera entrada
Año: 2022
Duración: 7 capítulos
Género:
Terror, Ciencia ficción
Dirección: Duffer Brothers
Dónde ver: Netflix