El amateurismo comunicacional del rugby


La crisis provocada por la pálida despedida a Diego Armando Maradona por parte del seleccionado argentino de rugby, Los Pumas, en Australia donde disputaba el torneo Tres Naciones junto a Australia y Nueva Zelanda, junto con la oportuna y servicial exhumación de una serie de arcaicos tweets segregacionistas y xenófobos por parte de tres jugadores de los Pumas, generaron una crisis cuya falta de gestión profesional exhibe varios de los peores errores que pueden perpetrarse cuando se trabaja sin objetivos ni planes.

El modestísimo AD10s de los albicelestes no sólo contrastó con el haka de los All Blacks en homenaje a Maradona, sino con la emotiva despedida que el mismo combinado argentino supo hacer en 2015 a Jonah Lomu, la estrella neocelandesa entonces recientemente fallecida o con las visitas que el Diez supo hacer a los vestuarios de Los Pumas para alentarlos.

Mientras la Unión Argentina de Rugby (UAR) improvisaba una respuesta balbuceante, un oportuno carpetazo hizo arqueológía en la red del pajarito y exhumó una seris de mensajes racistas que en 2012 el capitán albiceleste, Pablo Matera, y los jugadores Guido Petti y Santiago Socino perpetraron cuando eran casi adolescentes y que les valió que todo el aparato paraestatal de la corrección política se les echara encima, no sin el previsible auxilio de una legión de indignados a los que, por cierto, no les faltaba razón pues los mensajes eran atroces.

Tras el escándalo, la UAR logró el milagro: enojar a todos los públicos y actores. Tras su falta de acción ante el duelo por la muerte del Diez, ahora fulminaba a los jugadores tuiteros a los que les iniciaba un sumario y despojaba a Matera de la capitanía, a pesar que los tres habían pedido disculpas y manifestaron su arrepentimiento por unos tuits que tenían casi una década y que eran consistentes con el discurso presuntamente ácido que en ese entonces campeaba en esa red.

La torpeza de la UAR logró alinear en su contra no sólo a los que repudiaban a los jugadores sino que paró en la vereda de enfrente al plantel de los Pumas que llegó a plantearse no jugar contra los Wallabies, a muchos exjugadores, y a una multitud de clubes que coincidían en que esos tuits de la adolescencia no podían condenar a jugadores de trayectorias impecables y que habían hecho público su arrepentimiento. La UAR reculó en chancletas.

Veamos alguna experiencias que nos deja el caso:

  • Soportar la presión: para conducir una crisis es necesario no caer en la locura a la que invitan las oledas de posteos e indignaciones de parte de gente que, generalmente, no se juega nada más que la necesidad de mostrar postura. Conducir es, entre otras cosas, manejar los tiempos y, para eso, se puede ser veloz pero nunca se debe ser apurado. La solución obvia era la mejor: comunicado de repudio de los tweets y anuncio de estudio del caso. Las sobreactuaciones se notan.
  • Cuidar tus recursos: salir a satisfacer a quienes nunca te aprobarán no sólo es inútil, sino que es nocivo para tu popio frente interno. Los actores deben sentirse contenidos por sus propias organizaciones. En este caso se debía resolver puertas adentro y, luego, salir todos juntos a comunicar. En especiual cuando los protagonistas habían reconcido el error y pedido disculpas. Tu equipo es todo lo que tenés y, para mejorarlo, primero, hay que cuidarlo.
  • Apelar a la narrativa redentora: al tiempo que se repudian el racismo y la xenofobia, se podría haber puesto de relieve cómo el rugby logra transformar a unos chiquilines con mensajes de odio en hombre íntegros. También podrían haber puesto el foco en las exitosas experiencias del rugby en barrios populares, cómo se expande en los sectores más vulnerables, o recordar la vigencia de Los Espartanos en las cárceles y cómo demuelen los índices de reincidencia. Tampoco está de más poner de relieve que es el rugby el deporte que cuenta con más detenidos desaparecidos: 155.

La UAR puede persistir en mantener el espíritu amateur en los equipos argentinos, pero, lo cierto es que si no actúa con profesionalismo en la gestión de su reputación y en la construcción de posicionamiento, lo que persistirán son las crisis, y, lo peor de todo, sin necesidad.