A 49 años de la partida de Alejandra Pizarnik, sus versos siguen interpelando

El 25 de septiembre de 1972 se despedía de este mundo la poetisa nacida en Avellaneda. Dejó sus textos como legado y testigo de su vida.

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y se ha volado

y mi corazón está loco

porque aúlla a la muerte

y sonríe detrás del viento a mis delirios…

(Fragmento de El Despertar)

El 25 de septiembre de 1972 se despedía de este mundo la poeatisa Alejandra Pizarnik. Ese fin de semana estaba fuera de la clínica psiquiátrica y eligió la muerte. Ya pasaron 49 años desde su partida, pero en cada una de sus obras se puede sentir aún el dolor que la atormentó, especialmente desde la muerte de su padre, y la libertad.

Nació en Buenos Aires, el 29 de abril de 1936. Estudió en a la Escuela Normal Mixta de Avellaneda y se recibió en 1953. Un año después comenzó a estudiar Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires, al mismo tiempo que se inició en el mundo de las artes de la mano del pintor surrealista Batlle Planas. Además de pintura estudió periodismo, técnica que utilizaría para escribir críticas en distintos periódicos.

En su residencia en París trabajó como crítica, traductora y publicó poemas. Ya en Buenos Aires publicó sus tres principales obras Los trabajos y las nochesExtracción de la piedra de locura y El infierno musical.

Sus últimos años fueron los más difíciles, con crisis depresivas e intentos de suicidio, que la llevaron a estar internada. Tenía 36 años y un don que compartió con el mundo, dejando un legado de obras marcadas por el dolor, la ausencia, pero también la libertad. “No quiero ir nada más que hasta el fondo”, fueron los versos que encontraron escritos en su habitación.

La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.