Quiso robar una moto en Lomas de Zamora, se le cayó y casi la abandona, pero con ayuda consiguió llevársela a la vista de todos


La escena no puede ser más tragicómica y a la vez reveladora de la impunidad con la que se manejan los delincuentes en las calles de algunos barrios del conurbano. Ocurrió en Fiorito, partido de Lomas de Zamora, el martes último poco después de las 4 de la tarde. A plena luz y a la vista de todos. Inescrupulosidad, desfachatez e impericia, todo junto, para concretar un robo que pudo no haber sido.

Todo comenzó con un repartidor en moto, que sube su vehículo cargado a la vereda, sobre la calle Recondo, a pocos metros de su intersección de Darwin.

Dos delincuentes que se desplazaban en un viejo y destartalado Fiat 147 blanco observan la maniobra del motociclista, que desciende, acomoda la moto, y aún con el casco puesto no alcanza a ver la inminencia del ataque.

Un pequeño ladrón, entonces, baja del lado del acompañante del auto y encara al repartidor, presumiblemente arma en mano, y lo amenaza con el suficiente éxito como para que se aleje de la escena.

Enseguida el delincuente se quiere hacer del botín, pero la fuerza y la destreza -escasa- le juegan en contra. A la vista de transeúntes y automovilistas que circulan intensamente por la zona, intenta reorientar la moto hacia la calle y ponerla en marcha, pero no lo logra. Se le cae el vehículo una vez, dos veces, hasta que parece darse por vencido.

Robo con una ayudita del amigo

Pero la comodidad con la que operan es tal que el cómplice, que estaba al volante del 147, deja el auto mal estacionado, entorpeciendo el tránsito, y baja para ayudar al fallido ladrón. Entre los dos logran poner de pie la moto, y cuando parece que el robo está encaminado empieza a alejarse. Sin embargo, se da cuenta que la cosa sigue complicada. Tranquilo, vuelve hasta la moto, se pone atrás y la empuja hacia y por la calle para que su compinche logre ponerla en marcha. Por poco algún buen samaritano no aparece por allí para dar una mano, sin poder sospechar que todo ese desorden forma parte de un robo.

Pero no hace falta. Finalmente la moto arranca, el primer delincuente se lleva el botín y el segundo vuelve al viejo auto, para escoltar al amigo.

Todo a la luz, todo a la vista, todo grabado por una cámara de seguridad. Todo un disparate, indignante que configura una realidad cotidiana que atormenta a los vecinos del Gran Buenos Aires.