El más divino de los humanos


Muerto, rivalizan por el sentido de su vida el primer ministro francés y el presidente de Venezuela, lo evoca el New York Times y lo homenajea el subsecretario de Estado de Estados Unidos, pero también le rinde tributo el gobierno cubano a través de su presidente. Le ponen su nombre al estadio más importante de Nápoles y el diario polaco Przeglad Sportowy dedica su portada completa a la bandera argentina con un sol llorando.

Su final es tema central de portada de diarios de países tan diferentes y distantes como Arabia Saudita, Eslovenia, India, Suiza y Sudáfrica. Cubren en directo las circunstancias de su fallecimiento desde la CNN angloparlante y la señal de noticias de la BBC, hasta Telesur y la cadena Al Jazeera.

L´Humanite de París le dedica toda la tapa a su foto y titula en español “Adiós compañero”. El As de Madrid le dedica toda su portada con la leyenda “Dios ha muerto”. Lo mismo, en francés, “Dieu Est Mort”, publica el parisino L´Equipe, que también se rinde ante el 10 ofreciéndole la portada completa.

¿El mundo entero enloqueció? ¿Cómo es posible que un solo hombre, nacido acá, en Fiorito, logre eso en todo el mundo en unos pocos años?

Una concepción filosófica y teológica de Dios afirma que Él lo hizo todo, lo puede todo y está en todos lados, por lo tanto, Dios es todo. Diego fue un hombre, pero tan genial, tan complejo, tan rico, que fue casi todo, y esa, tal vez, sea la clave de esta historia.

Nos ofreció infinitos perfiles con los que pudimos identificarnos casi todos. Personas de distintos rincones del mundo, incluso con diferencias personales, culturales e históricas profundas, han visto algo de sí -o de sus deseos de ser- reflejado en este chico de Fiorito.

Para los futboleros, Diego fue un jugador exquisito, con habilidad, técnica y estilo. Son los que se concentran en lo que hizo en el campo de juego sin pensar en lo que pasó afuera. Los más humildes podrán ver en él su historia de éxito. Incluso los meritócratas verán al niño pobre que tocó la cima gracias a su capacidad y su esfuerzo.

Los apasionados, se verán reflejados en la garra, el empuje, la fuerza que lo llevaba a ponerse un equipo entero sobre sus hombros, como el Nápoli, como la selección de ’86. Aquello que lo convirtió en líder de todos los grupos que integró. Los más sencillos se verán reflejados en sus gestos de simpleza, humildad y lealtad para con los amigos. Compañeros de vestuario en Argentinos Juniors, el Barcelona o el Nápoli cuentan que siempre trató a todos con respeto, de igual a igual. Miles de historias de compromiso con los que sufren lo ratifican.

Los más patriotas podrán encontrar un Diego argentino hasta las entrañas, comprometido e identificado con su país, su cultura y su identidad. Una imagen: la puteada contra los romanos que insultaban el himno argentino en Italia ´90, pero hay miles. Los rebeldes tomarán nota de sus cuestionamientos al poder y a los poderosos, dentro del fútbol -como cuando se enfrentó a Blatter-, o fuera de él -como cuando cuestionó el ALCA o la invasión a Irak-.

Para los románticos abundan historias épicas de luchas contra la adversidad, desde las más pequeñas como jugar con un tobillo destrozado, o las más grandes, como recuperarse después de dos años de suspensión y disputar un mundial en su mejor nivel. O, la más grande de todas las historias, cuando le ganó 2 a 0 a la selección inglesa cuatro años después de la Guerra de Malvinas.

Los militantes del campo nacional y popular verán en Diego uno de los más poderosos defensores de su causa. Los poetas encontrarán arte en su relación con la pelota. En el barrio se le reconocerá su calle, su rapidez y picardía para el diálogo y para la vida. Los exitistas se aferrarán a la contundencia de sus logros y sus conquistas. Hasta los chauvinistas pueden recurrir a él para sostener su vanidad.

La lista es más amplia. El punto es que casi todos podemos encontrar en Diego algo que nos identifica. Somos o, sobre todo, queremos ser algo de lo que fue Maradona para nosotros y para los demás. Ese Diego fue el que logró conectar con millones de argentinos primero y con cientos de millones de seres humanos alrededor del mundo. Eso es lo que lo acercó a Dios, y eso es demasiado difícil de soportar para cualquier humano.

Para seguir acercándose a una deidad, Diego también llegó a parecer inmortal. Desde hace unos 20 años venía haciendo jueguitos con la muerte con la misma habilidad que desplegaba para mantener la pelota sin tocar el piso tanto tiempo como quería.

Con su muerte nos abofetea la única certeza que compartimos los humanos a través de los tiempos. Si hasta Diego se muere, cómo no nos vamos a morir nosotros.

Hoy se murió Diego y nos morimos un poco nosotros. Eso sí, cada vez que Diego fue feliz nuestra vida fue más feliz y, por lo tanto, más vida.

Gracias Diego por esa vida ¡Hasta siempre!