“Me duele llegar a casa y rechazarle el saludo a mi hija”

El duro relato de María Rosa Insaurralde, quien es jugadora de El Porvenir y trabaja como mucama en una clínica de Palermo.

María Rosa Insaurralde, tiene 37 años y vive en Avellaneda junto a su hija y su esposo. Es jugadora de El Porvenir, pero sus actividades diarias no se detuvieron cuando la pelota dejó de rodar. De lunes a viernes sale de su casa para ir a trabajar de mucama a la Clínica Cemic, ubicada en Palermo. Ella como tantas otras personas que trabajan dentro del área de salud, no puede hacer la cuarentena obligatoria. Una mujer valiente que aprendió a convivir con el miedo a contagiarse.

Sus comienzos fueron a los 13 años, cuando comenzó a jugar durante cinco años en Independiente, seis en San Lorenzo y dejó el fútbol por siete años debido al nacimiento de su hija. Retomó su pasió jugando en el futsal de Arsenal, realizó una temporada en Racing y este año se sumó a las Blanquinegras. “Extraño mucho volver a entrenar y jugar en la cancha”, admite.El distanciamiento del entorno.

“Desde que empezó la cuarentena obligatoria  no veo por mis padres, sólo me comunico con ellos mediante videollamadas”, admitió Insaurralde. Su madre, tiene 63 años y sufre de diabetes. “Entiendo que no puedo verla porque obviamente estoy muy expuesta por mi trabajo y soy una bomba de tiempo al lado de ella”, señaló la jugadora.

La pandemia modifico su ritmo de vida: “Llego a casa y lo primero que hago es poner a ventilar, rocío todo con alcohol, mi mochila y zapatillas, luego me baño y recién ahí saludo a mi familia”, explicó a Info Región. “Al principio, llegaba a mi casa de trabajar y mi nena se acercaba corriendo a saludarme. Le tuve que decir que no  y se puso a llorar mucho, me dolió tener que negarme. Pero yo me pondría muy mal si le llegara a pasar algo”, apuntó.

Un día normal…

A las 4 de la madrugada se levanta para tomar el transporte público yllegar a las 6 al trabajo. El frío, la espera larga y la preocupación de no saber con quién viaja en el colectivo no quedan relegados. “Cada vez que viajo, tanto a la ida cómo a la vuelta, la Policía para el colectivo y junto con los demás pasajeros les entrego mi DNI y el permiso para circular. Eso está perfecto pero el problema es que allí no sabés con quién te sentás, si la persona que tenés al lado estornuda o tose ¿Qué haces?”, se preguntó.

Actualmente, María Rosa está trabajando en el área de Terapia Intensiva, ya que está cubriendo “a una compañera con problemas respiratorios”. “Es bastante complicado mi sector”, subrayó. La institución les brindó a cada una de los empleados un uniforme especial para trabajar lo más seguro posible. “Me cuidan bastante”, aseguró.

“Usamos todo lo que está a nuestra disposición, tenemos guantes, barbijos,antiparras,cofia, botas, camisolín y todos los días nos dan para usar un uniforme distinto. Además, limpiamos con productos importados, cuya desinfección dura aproximadamente cuatro horas, pero más allá de eso junto a mis compañeros estamos constantemente realizando tareas de aseo”, precisó. “Antes de la cuarentena yo desayunaba  y almorzaba junto a mis compañeras en el comedor, ahora eso no pasa”, apuntó.

La clínica brindó “charlas y videos sobre los inicios de la enfermedad y cómo tratarla”,¿Cómo es convivir con esta pandemia?. “Al principio tuve miedo, ahora ya no, pero no hay que tenerlo, porque si estás miedosa no podes ir a trabajar estando en salud”, planteó.

Vale destacar que en su área laboral, Insaurralde aseguró que “hay cuatro nuevas personas infectadas de coronavirus” y cuando toca limpiar alguna de las habitaciones entra “con el equipaje necesario” y luego de limpiar, se saca “el uniforme” y lo lleva “a lavar”. “En mi trabajo me paso de tener a toda una familia internada, la hija vino de Europa y contagio a toda la familia. Por desgracia falleció su hermano y los abuelos están internados, la mujer está en terapia intermedia y el hombre en intensiva”, alertó.

Al ser consultada sobre la mirada de los vecinos por salir a la calle y trabajar en una clínica, en medio de las quejas y discriminación que sufren algunos trabajadores de la salud, señaló que “por suerte”, no es su caso. “Por suerte eso no me pasa, inclusive en mi barrio no hay personas en la calle y yo salgo solamente para ir a trabajar porque mi marido hace las compras”, aseguró.

El trabajo en la clínica es bastante complicado, María admitió que “es muy doloroso ver personas con respirador o internadas”. En otros momentos ella saldría a trabajar con su clásico uniforme y llegaría a su casa para recibir el cálido abrazo de su familia, pero hoy debe afrontar la situación como puede.